Crónicas de un país anormal

Los profesores, despreciados por el Chile neoliberal

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Para la oligarquía siempre ha sido el ideal el que los pobres se mantengan, a través  de los tiempos, como su mano de obra: para trabajar con el músculo no es necesario asistir a la escuela, mucho menos introducirse en los vericuetos del saber.

 

Hasta 1920 los latifundistas conservadores se opusieron a la aprobación de la Ley de Instrucción  Básica, Obligatoria y Gratuita, por consiguiente, se hizo necesaria la alianza entre católicos progresistas y liberales de avanzada, a fin de que la ley se aprobara, que no significaba que se acatara su gratuidad.

 

Los profesores de enseñanza primaria han sido (son y serán) los constructores del Chile republicano: en cada pueblo, en cada comarca, en cada rincón del país, los profesores y las profesoras son promotores de los cambios hacia el progreso.

 

Francisco Bilbao, José Victorino Lastarría y Valentín Letelier, entre otros educadores, fueron los líderes de las escuelas nocturnas para obreros y otros trabajadores, siendo imitados por “jóvenes turcos”, liderados por Manuel Rivas Vicuña, a comienzos del siglo 20. Una de las reivindicaciones fundamentales de los huelguistas de Santa María de Iquique, (1907) era la instalación de escuelas públicas en las oficinas salitreras.




 

En 1910 el profesor Alejandro Venegas, usando el seudónimo “ Julio Valdés Canje”, denunció los abusos generalizados del Chile del Centenario. Que los curas abusen de los niños no es sólo un problema actual: ya la gran libertaria española Belén de Sárraga denunciaba las brutalidades que cometían los curas en el Colegio de Jacinto, y gracias a la valentía  de uno de los niños pudieron ser denunciados ante los tribunales de justicia.

 

Para el revolucionario Luis Emilio Recabarren la educación del pueblo era la tarea fundamental para la liberación del proletariado. Los anarquistas, habitantes de una comunidad en la calle Pío X, a los pies del Cerro San Cristóbal, la educación  laica y popular era su tarea principal.

 

Hoy está más de moda el feminismo burgués, olvidando que las primeras mutuales femeninas, como también las asociaciones libertarias “Belén de Sarraga” fueron las valientes promotoras de la educación laica e igualitaria.

 

El neoliberalismo, que invade campos que deberían estar vedados para el mercado, como la educación y la salud, tiene por misión destruir las escuelas y liceos públicos favoreciendo a los colegios particulares, que seleccionan a los niños rubios y adinerados, en detrimento de los morenos con cara de pueblo y, además, pobres, que pasan sus horas en locales inundados en invierno y cubiertos de polvo en verano, con letrinas destruidas, salas hediondas y deslucidas y muebles despedazados. Por otra parte, profesores mal pagados y que son maltratados por apoderados delincuentes. Poco le importa al gobierno que los profesores se capaciten, pues su labor no es educar, sino ser gendarme de los pobres, es decir, mantenerlos en los colegios durante ocho horas.

 

En Chile la educación no es ni siquiera enseñanza, mucho menos propender a la educación del ciudadano. Para la ministra del ramo, Marcela Cubillos, que no tiene ni idea de lo que es la educación, la historia, la educación física y artística deben estar relegadas a asignaturas optativas en los dos últimos años de la enseñanza media; a la derecha no les interesa que los niños chilenos conozcan nuestra historia, tampoco que combata la obesidad por medio del deporte y que descubran las capacidades artísticas valorando la música y las artes plásticas, como si la educación no fuera holística.

 

Queremos niños y jóvenes sedentarios, obesos, ignorantes y sin sentido crítico que, seguramente, “votarían por un `Piñera`, mago de las finanzas, que aun cuando no muevan un dedo, los hará ricos por arte de magia.

 

La educación que no colabore en la formación de ciudadanos críticos mediante la enseñanza-aprendizaje, termina por convertirse en un factor de segregación social: los apoderados eligen escuelas, colegios y liceos no para que sus niños aprendan, sino para que convivan con otros de similares ingresos, así haya que pagar una parte de sus ingresos, (en la época del gobierno de Bachelet, cuando se proponía suprimir la subvención y la selección en esos colegios, muchos pobladores gritaban, con la voz en cuello, “querimos pagar”. Hoy la ministra de Educación, Marcela Cubillos, quiere reponer la selección  y la subvención so pretexto de salvaguardar la calidad de la educación.

 

Cuando Piñera no está controlado por sus asesores casi siempre dice lo que piensa: “la educación es un bien de consumo” – y el bienestar que proporciona a quien lo compra debe pagarse -,  igual que el televisor gigante que los hinchas del popular futbol adquieren para ver al ahora  pésimo equipo chileno, en el Sudamericano de Brasil.

 

El colegio regentado por religiosos equivale a  la malla de que hablaba Thomas Mann al referirse al burgués, (quien curse sus estudios en colegios religiosos para ricos, aun que sea un muy mal alumno, tiene asegurado el trabajo y el sustento, pues siempre habrá un compañero de curso que será gerente y, al menos, le ofrecerá el puesto de junior, (como decía el padre de “Machuca, tú estarás lavando baños mientras Infante será gerente”).

 

Un país que trata con la punta del pie a sus profesores – como Chile – no puede aspirar al desarrollo, y siempre será un país cada vez más desigual con una camada de consumidores ignorantes, que ni siquiera saben por quién votan en las elecciones. Mientras más tontos sean los ciudadanos, aún más ignorantes será el Presidente y sus ministros.

 

Rafael Luis Gumuccio Rivas (El Viejo)

10/06/2019        

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