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Jesús Sotelo Inclán en Morelos (1939-1989)

El 12 de septiembre de 1909, los ancianos de Anenecuilco eligieron a Emiliano Zapata para que resguardara los Títulos Primordiales del pueblo y siguiera en la lucha por la restitución de la tierra. El mérito de Sotelo Inclán fue encontrar al guardián de la memoria gráfica de Anenecuilco, además de publicar los Documentos Primordiales, buscó los expedientes complementarios en el Archivo General de la Nación y presentó el contexto histórico del zapatismo, gracias al testimonio de Chico Franco:

 

Terminada la junta, los viejos llamaron a Emiliano y le entregaron los papeles que guardaban, y que son los mismos que han llegado a nosotros. Emiliano los recibió y junto con el secretario Franco, se puso a estudiarlos. Franco, de quien hemos obtenido casi todos estos datos, estuvo con Emiliano durante ocho días en el coro de la iglesia leyendo los papeles y tratando de desentrañar los derechos en ellos establecidos. Durante estos días suspendieron todos sus trabajos y sólo bajaban a comer y dormir […] Teniendo a la vista el Mapa, y queriendo saber lo que decían sus leyendas en idioma azteca, Emiliano mandó a Franco al pueblo de Tetelcingo, cercano a Cuautla, donde se conserva el idioma náhuatl […] Franco fue a ver al cura del lugar, que era un indio de Tepostlán tierra de varios nahuatlatos. El cura pudo descifrar los nombres indígenas y Franco regresó con el resultado al pueblo.[1]

 

El primer capítulo empalma al personaje y su entorno: “La biografía de Emiliano Zapata empieza muchos siglos antes que él naciera, en los estratos más profundos de la historia de México que es, en gran parte, la historia del problema agrario […] Anenecuilco está situado en el rincón sureste del bello Plan de Amilpas […] Pertenece  por lo tanto a esa región fértil y hermosa que el arzobispo historiador Francisco Plancarte y Navarrete, identificó como el Tamoanchán de los indios, paraíso terrenal de los antiguos mexicanos; patria de sus dioses, cuna de la cultura y la sabiduría indígenas”.[2] No pretendo resumir el libro, voy a enumerar los datos más importantes presentados por Jesús Sotelo Inclán en la edición de 1943:

 

1.- Anenecuilco aparece en el Códice Mendocino (1535-1550). “Este pueblo bien pudo ser fundado en la segunda mitad del siglo XIII y, por lo tanto, su historia alcanza una antigüedad de seis siglos y medio cuando menos”.

2.- El punto medular, de acuerdo a Sotelo Inclán, está en la nueva tenencia de la tierra: “Los españoles destruyeron la organización agraria indígena, imponiendo una nueva titulación derivada de las leyes romano-españolas […] en cierto modo se conservó la propiedad comunal de los pueblos sobre una parte de sus tierras. Pero los indios tuvieron que ajustar sus viejos dominios al nuevo Derecho de Indias”.




3.- Anenecuilco perteneció al marquesado del Valle de Oaxaca. “Hernán Cortés sostenía que sí, y en tal caso Anenecuilco, lo mismo que todos  los pueblos de las Amilpas debían pertenecerle por haber estado sujetos a Oaxtepec”.

4.- El mayor hallazgo de Sotelo Inclán en el AGN fue un expediente de 1587. El virrey Álvaro Manrique ordenó una diligencia porque Diego Ruiz había pedido unas tierras. “El corregidor interpeló sobre estas tierras a los principales de Anenecuilco y Quautla los cuales dijeron: que no se podían dar ni hacer merced de ellas, por ser como eran de su patrimonio de ellos y de otros principales […] No sabemos, si por fin, se concedieron o no las tierras pedidas pues los testimonios terminan con la remisión de las diligencias practicadas”.

5.- El 5 de junio de 1603, Anenecuilco entró al censo de la Congregación en las Amilpas, el comisario Juan de Aguilera reportó 122 habitantes/tributarios: “Anenecuilco sujeto de Cuautla media legua de la cabecera, tiene ciento y veinte y dos tributarios”.

6.- El 25 de septiembre de 1607, nace el fundo del Hospital de Convalecientes. “Esta merced, es una aguda cuña que se encaja en terrenos del pueblo y que le desgarrará las entrañas. Pronto se dejaron sentir sus efectos, y los indios, viendo amenazadas sus tierras, tuvieron que empezar a pedirlas para asegurar su vida”.

7.- En septiembre de 1786, los indios de Anenecuilco demandaron a las haciendas de Mapastlán y Coahuixtla. “Las cañas se encuentran sobre su pueblo y sus casas; les han quitado el uso del agua de manera que no pueden regar sus solares: les han secado sus hortalizas quedando infructíferas las siembras; y les han invadido sus terrenos por lo que carecen de tierras laboriosas”.

8.- Está extraviada la Merced del Pueblo. Los indios de Anenecuilco describieron el documento y las circunstancias de la pérdida: “por muy derrotada y de letra muy agusanada, se llevó un José de Tagle, Juez de tierras y aguas ha doce años, salvo yerro, con el fin de reformarlas, este Juez no ha vuelto más, ni han llegado a nuestro poder los papeles”. Sotelo Inclán remarcó la importancia del hallazgo pendiente: “Aún hoy mismo, cuando hemos localizado tantos documentos en el Archivo General de la Nación, no hemos podido dar con alguna copia de ella, aunque confiamos en que una búsqueda sistemática nos la entregará un día”.

9.-El 30 de julio de 1798, los vecinos de Anenecuilco contrataron a otro abogado para lograr el reconocimiento del Fundo Legal. “Los naturales de Anenecuilco, con mucha justicia, pedían que se les tratara como a pueblo viejo que había tenido su Merced; pero como no encontraron sus títulos antiguos tuvieron que resignarse al consejo de sus abogados patronos, pidiendo solamente la extensión del Fundo Legal”.

10.- Los hacendados de Mapastlán y Coahuixtla impidieron que se le diera la posesión de tierras al pueblo de Anenecuilco (las 600 varas que habían ganado para el Fundo Legal). El hacendado Nicolás Abad difamó al pueblo: “Anenecuilco no es, ni nunca ha sido, un pueblo formal, sino un rancho formado con muy escasas familias que no llegan a diez, sus vecinos son indios criminales que se han huido de sus pueblos para evitar la justicia por sus crímenes. Las tierras en que está el pueblo, se las cedió la propia hacienda” (sic). Sotelo Inclán refutó al hacendado: “Las anteriores imputaciones son un sartal de mentiras e invenciones tan malévolas como injustas”. El litigio duró 11 años (1799-1810). “Durante largos once años había peleado Anenecuilco por su Fundo Legal sin alcanzarlo. Sólo pedía un fundo, es decir, un sitio para descansar sus casitas de palma y carrizo. Pero el hacendado le negaba hasta un pedazo de suelo para vivir”.

11.- El tercer latifundio en discordia. “La hacienda del Hospital, aquella que empezó a meterse en tierras prestadas de los indios, creció como una venenosa invasión de hongos robando tierras a los pueblos hasta dejar a Ahuehuepan sin todas las suyas”. La hacienda del Hospital exterminó al pueblo de Ahuehuepan y pretendían hacer lo mismo con Anenecuilco.

12.- El 3 de octubre de 1853, los vecinos de Anenecuilco presentaron la primera solicitud al Archivo General de la Nación para obtener las copias de los Documentos Primordiales. Los vecinos pidieron: “Se haga una escrupulosa búsqueda de las constancias primordiales relativas a la fundación y tierras de nuestro Pueblo”.

13.- El 18 y 23 de diciembre de 1854, los vecinos de Anenecuilco recibieron dos cuadernos con las copias del expediente en el AGN.

14.- El 1 de noviembre de 1865, “Maximiliano de Habsburgo reconoció los derechos de los pueblos para litigar contra los particulares que se hubieran apropiado de las tierras y aguas que les pertenecieron”.

15.- El 16 de septiembre de 1866, “Maximiliano dio una sabia ley otorgando a las poblaciones el derecho al Fundo Legal y al Ejido, mandando que se dotara de ellos a los poblados que no los tenían”.

16.- El 15 de noviembre de 1905, dos representantes de Anenecuilco solicitaron las constancias sobre tierras y aguas del pueblo. “Pedimos se sirva expedirnos testimonio de los títulos primordiales y cédula que corresponda a los derechos del citado pueblo”. Solicitud presentada por Luciano Cabrera y Avelino Salamanca.

17.- El 1 de febrero de 1906, los dos representantes de Anenecuilco recibieron la respuesta del AGN. Según Sotelo Inclán: “El Archivo expidió, en dos cuadernos, sendos testimonios”. Completando los cuatro cuadernos con los Títulos Primordiales.

18.- Al designar a Emiliano Zapata como presidente de la Junta de Defensa, contrataron a un nuevo abogado. “Lo que sí sabemos es que aquel abogado dejó de serlo para Anenecuilco en poco tiempo. La Junta de Defensa tuvo algunos otros consejeros entre los cuales [Jesús] Flores Magón ocupó un papel principal”.

19.- Durante el gobierno de Pablo Escandón. “Los administradores del Hospital, extremaron sus rigores contra los de Anenecuilco tomando por la fuerza los pocos terrenos que ocupaban”. El 25 de abril de 1910, los campesinos de Anenecuilco enviaron una queja formal al gobernador contra la hacienda del Hospital.

20.- En respuesta a las artimañas del hacendado del Hospital, Emiliano Zapata tomó las tierras que le correspondían a Anenecuilco. “Quedó Emiliano con los suyos, dueño del campo, y empezó a repartirles parcelas. Por primera vez se abría sobre el horizonte su brazo justiciero y rebelde que antes se había levantado humilde. Desafiante tomaba lo que era suyo porque la justicia de todo un pueblo estaba con él”. Incluso, el dictador Porfirio Díaz ordenó al Jefe Político en Morelos que se hiciera efectiva la entrega de tierras. “El Jefe Político también se daba cuenta de que la bola venía fuerte. Por eso había resuelto hacer justicia”. Emiliano Zapata entró a la revolución en 1911, el resto es historia.

 

La segunda edición de Raíz y razón de Zapata comenzó el 21 de diciembre de 1947, después del secuestro de Chico Franco, asesinado junto a sus hijos Vérulo y Julián (crímenes ordenados por Nicolás Zapata, Sebastián Luna, Miguel Franco, Felipe Rodríguez y Pedro Medina).[3] Don Jesús desmenuzó los antecedentes de la persecución que sufrió Chico Franco por custodiar los Títulos Primordiales:

 

Algunos políticos  quisieron aprovechar en su beneficio personal las tierras del pueblo y llegaron a ocuparlas por la fuerza, desalojando de ellas a sus ejidatarios. Francisco Franco Salazar como representante de éstos, se opuso valientemente, advirtiendo que haría valer los derechos de que era depositario; esto le costó ser perseguido y acusado de rebelde […] Franco huyó del pueblo refugiándose en las guaridas de los días turbulentos de la Revolución. Anduvo a salto de mata, escondiendo los papeles entre peñas de barrancas y cerros. Su vida llegó a peligrar tanto como los papeles, pues además de los riesgos que corría, su salud sufrió quebrantos.[4] 

 

El historiador Mario Gill publicó los entretelones del triple asesinato en 1947: “Todo Anenecuilco hace responsable a Nicolás [Zapata] de la muerte de Chico Franco”.[5] A diferencia de Sotelo Inclán, en su afán de proteger a la familia Franco Sánchez, no denunció con nombre y apellido a los conspiradores, porque Esperanza Franco era vecina de Sebastián Luna y Nicolás Zapata, literalmente vivía rodeada por los autores intelectuales del crimen. Cuando Mario Gill publicó su investigación en El Colegio de México (1952), había distancia de por medio entre la víctima y los victimarios, el juicio es lapidario:    

 

El apellido Zapata ha resultado una herencia valiosísima, sobre todo cuando [Nicolás] descubrió que podía alquilarse a ciertos políticos durante las campañas electorales. Uno de ellos, Refugio Bustamante, le pagó haciéndolo presidente municipal de Cuautla en 1937. Después, en 1940, fue diputado local y más tarde diputado federal. Anenecuilco esperaba que Nicolás empleara su influencia y posición para ayudar al pueblo. La empleó, en efecto, pero para su propio beneficio.

Abusando de su influencia política, y sobre todo de su apellido, y aprovechando la tolerancia de Eleazar Roldán y Sebastián Luna, comisarios ejidales, se apoderó de las mejores tierras de Anenecuilco y de una gran extensión en Los Cuartos. Despojó a los dueños y, con ayuda de los ejidatarios, convirtió aquellas tierras de temporal en magníficas parcelas de riego. En Anenecuilco, donde la parcela tipo es de 40 «tareas», Nicolás posee más de 400.[6]

 

Al interior de la caja fuerte del Museo Casa de Zapata permanece encerrado el archivo que recopiló Chico Franco (y resguardó Sotelo Inclán), el documento más interesante es una carta fechada en junio de 1943, del propio Chico Franco y Tirso Quintero, los dos campesinos se quejaron, ante el presidente Manuel Ávila Camacho, por el desalojo de tierras en Anenecuilco:

 

Como Ud. podrá recordar, el 11 de abril del presente año, tuvimos la honra de hablarle en la ex-hacienda de San Nicolás, hoy Galeana […] En aquella ocasión expusimos a Ud. cómo habíamos sido interrumpidos en nuestra pacífica posesión por un grupo de vecinos de Villa de Ayala, que armados y protegidos por algunas autoridades de la Delegación Agraria del Estado, se apoderaron de nuestras tierras que ya estaban preparadas y aún sembradas para los cultivos de este año […] Habiendo escuchado Ud. nuestras razones ordenó que se nos dejara a nosotros en posesión de esas tierras mientras se preparaban otras para darlas a los vecinos de Villa de Ayala, quienes debían dejar las nuestras inmediatamente para que no fueran a seguir creando intereses. Pero a pesar de haber sido sus órdenes tan claras y terminantes algunas autoridades inferiores del Departamento Agrario se han empeñado en desconocerlas […] Entre otras cosas afirman que Ud. que se respetara la parcela de Nicolás Zapata pero no todas la afectadas.[7]

 

Esta carta demuestra la denuncia del historiador Mario Gill, el ejidatario Chico Franco discutía constantemente con Nicolás Zapata, al punto de acusarlo con el presidente de México (los burócratas del PRI beneficiaron al diputado y terrateniente de apellido Zapata). Al mes siguiente, Chico Franco, los hermanos Quintero y Sebastián Luna, viajaron a la Confederación Nacional Campesina (CNC), solicitaron la intervención del sector rural del PRI en el conflicto con Villa de Ayala, lamentablemente la gestión no prosperó porque la CNC devolvió el caso al Departamento Agrario y al gobernador de Morelos.[8] Mario Gill nunca conoció estos documentos, en cambio Jesús Sotelo Inclán revisó la investigación Zapata: su pueblo y sus hijos (1952), incluso citó a Gill en el capítulo XXV de Raíz y razón de Zapata (1970). El ejidatario Chico Franco Salazar no claudicó, de acuerdo a la investigadora Elvira Pruneda:

 

En 1920 Franco fue elegido ayudante municipal de Anenecuilco. Durante toda su vida defendió lo que se hallaba escrito en los papeles antiguos y se sintió responsable de que se cumpliera puntualmente con lo asentado en el Plan de Ayala. Entre esos documentos que restauramos y que aún no están clasificados encontramos que el 13 de octubre de 1923 le escribe al secretario particular del presidente Álvaro Obregón, apellidado Torre Blanca, para hacer una cita por el asunto de tierras […] El 11 de enero de 1927 Chico pide la restitución de los ejidos, en 1930 lo vuelve a solicitar al presidente de la República, en 1934 escribe una comunicación para el jefe del departamento agrario por la necesidad de parcelas para el pueblo de Anenecuilco […] La historia de simpatía por el general Lázaro Cárdenas tenía sus años. Desde el 27 de mayo de 1933 Chico Franco encabezó al grupo de representantes de su pueblo que apoyaron al entonces candidato a la presidencia. Dos años después, ya elegido como gobernante, llega a Anenecuilco el 29 de junio de 1935 inesperadamente y Franco, después de esa visita, le envía la siguiente relación de hechos.[9]    

 

Don Jesús Sotelo Inclán entendió la importancia de las diligencias de Chico Franco: “Para todo lo anterior se habían necesitado los documentos que recordaban los derechos del pueblo; pero como Franco temía que pudiesen perderse o deteriorarse los que Zapata recibió, pidió que se sacara copia a los testimonios que existen en el Archivo General de la Nación, lo cual se hizo en el año 1927”.[10] Las dos hijas menores del coronel zapatista, Esperanza (Bancha) y Marciana (Marcia) Franco, le entregaron a Jesús Sotelo Inclán el legado que resguardaba la familia: “Cuando Franco se vio herido de gravedad, encomendó a sus hijas Esperanza y Marciana que tomasen un envoltorio y me lo entregaran; pocos días después ellas me informaron de lo ocurrido e hicieron entrega del pequeño bulto […] El deceso de Franco me impresionó tanto como la entrega póstuma que encargó para mí. El envuelto hecho con periódico y un lienzo, contenía papeles viejos, es decir antiguos”.[11] La primera referencia sobre el contenido del envoltorio data de la entrevista de 1970: 

 

Más tarde, cuando Francisco Franco Salazar se sentía morir -porque sufrió un asalto en su casa- (digamos que murió asesinado, por cosas de posiciones políticas y de tierras); cuando él marchaba pues, a lo que fue su muerte, en camilla, al salir de su casa, ordenó que me entregaran a mí una serie de documentos que tenía por allí, todavía escondidos, y me los hicieron llegar. En esos documentos tuve sorpresas más grandes que las que había tenido antes. Aparece la figura de un personaje, José Zapata, que vive por 1870 y muere por 1876; pide las tierras del pueblo a don Porfirio Díaz que anda por allí.[12]

 

En la actualidad, “el pequeño bulto” contiene 309 páginas, Sotelo Inclán dividió el archivo en 13 carpetas, los documentos datan de 1864 (Inventario de documentos, enseres y cuadernos del juzgado auxiliar de Anenecuilco) a 1943 (la correspondencia de Chico Franco).[13] Doña Esperanza Franco conocía el escondite de la cajita de hoja de lata con los Títulos Primordiales, se los entregó al profesor Chucho Sotelo Inclán a principios de 1948 para protegerlos. Nicolás Zapata amenazó a Demetria Sánchez viuda de Franco, su hija Esperanza refiere el ultimátum que dio Nicolás Zapata el 22 de diciembre de 1947:

 

Le dijo a mi mamá, te doy setenta y dos horas pa’que los encuentres y mi mamá no tardó tanto, y ahí va, y le llevó todas las copias que eran las que mi papá le había prestado a Chucho Inclán […] con la amenaza y el miedo mi mamá le entregó las copias y unos originales a Nicolás, ahí estaban en la iglesia los viejitos del pueblo Rafael Quintero, Arnulfo Benítez, Manuel Contreras, Heladio Muñoz, Rutilo y Santiago Aguilar, delante de ellos entregó las fotostáticas o las copias que tenía y mi tío, el hijo de Zapata, mi tío Nicolás se quedó con los poquitos originales y les decía ten… Heladio y a cada uno se los repartió y dijo entre sí los demás [documentos] me los llevo.[14]

 

La investigadora Elvira Pruneda entrevistó a Esperanza Franco el 8 de noviembre de 2002, juntas revisaron la trascripción del audio el 23 de noviembre. “Bancha” Franco repitió la trágica historia de Nicolás Zapata en la entrevista que grabó Diala Sánchez Aragón.[15] Ahora podemos rastrear el origen de las copias de 1927 y de algunos documentos originales; por ejemplo, los Títulos del Mayorazgo de Salgado fueron entregados por Nicolás Zapata a su hermano Mateo, y los descendientes de Heladio Muñoz, Arnulfo Benítez y Santiago Aguilar entregaron al Museo Casa de Zapata las copias que recibieron de Nicolás Zapata.

Por otra parte, “el pequeño bulto” que recibió Sotelo Inclán de Marciana y Esperanza Franco contenía una copia de la carta de José Zapata a Porfirio Díaz, se conocieron a finales de 1871 (el militar oaxaqueño estuvo refugiado en Anenecuilco).[16] En el archivo también se encontraban algunos inventarios de los enseres de la escuela de Anenecuilco, listas de alumnos y las cuotas escolares, papeles del preceptor Mónico Ayala (hijo del insurgente Francisco Ayala), registros de matrimonios y defunciones, citatorios para los vecinos en relación con asuntos de gobierno o litigios, padrones de habitantes y ejemplares de los decretos y leyes con sellos oficiales o copiados a mano, entre otros documentos invaluables que resguardaba Chico Franco (la maestra Concepción Jiménez Alarcón y el historiador John Womack consultaron el Archivo de Anenecuilco en la casa de Sotelo Inclán).

En la reedición de Raíz y razón de Zapata, don Jesús revindicó la participación de José Zapata y su hermano Cristino Zapata en la persecución de los plateados y la defensa de la República en 1867. Con el “envoltorio” que recibió de Marciana y Esperanza Franco, el historiador abrió nuevas líneas de investigación y encontró la raíz de Zapata en la escuelita de Anenecuilco, el tiempo le dio la razón al defender el zapatismo.        

 

Las investigaciones en el tintero

 

Don Jesús se involucró en la recuperación de la casa natal de Emiliano Zapata, en 1943 escribió: “He propuesto a los vecinos de Anenecuilco la organización de este museo en la propia casa en que nació Zapata y que hoy se encuentra muy abandonada y en peligro de convertirse en ruinas”.[17] El historiador nunca quitó el dedo del renglón, en 1970 seguía pidiendo la exhibición de los Documentos Primordiales de Anenecuilco: “No logré hacer que las autoridades de la época de don Manuel Ávila Camacho me hicieran caso para hacer un monumento-museo para esos documentos. Creo que se hará pronto, ahora sí vamos a trabajar rápidamente en ello para que no se pierdan esos documentos. No se perderían del todo porque son copias de originales del Archivo General de la Nación”.[18] La construcción del Museo Casa de Zapata no era su único objetivo, se quedaron otros proyectos en el tintero:

 

No se ha estudiado bien a Anenecuilco; yo estoy pidiendo que se hagan investigaciones arqueológicas y exploraciones, porque los del rumbo son pueblos antiquísimos, que vienen del Preclásico; en derredor de Anenecuilco hay unos pueblos, como Xochimilcatzingo, como Olintepec, que por haber sido destruidos en la época en que Anenecuilco no lo fue (por el año de 1603-1606), por haber sido distribuidos, digo, conservan casi a flor de tierra sus testimonios arqueológicos. Olintepec tiene verdaderos montículos que delatan la existencia de terraplenes de los templos.[19]

 

El segundo tema pendiente está en las haciendas de San Vicente y Chiconcuac, durante la entrevista de 1970, la maestra Alicia Olivera mencionó: “Yo visité hace unos meses un lugar muy cercano, a unos cuantos kilómetros de Anenecuilco, la hacienda de San Francisco Zacualpan”. La visita fue el pretexto perfecto para que Sotelo Inclán hiciera un comentario sobre su próxima investigación:

 

Pues estuvo usted parada en un polvorín; es la hacienda de San Vicente, que corresponde a San Francisco Zacualpan, y esa hacienda, así como tomé yo a Anenecuilco como representativo de los pueblos de lucha, se puede tomar a San Vicente como tipo de lo que fue la institución hacienda; es allí donde se cometieron los asesinatos tremendos del año de 1856, en diciembre, que provocaron la reclamación de España, por los españoles hacendados o empleados de hacienda de allí, y hay muchas historias más sobre ese lugar; si yo tengo tiempo, que es lo que me falta, pues porque tengo que dar clases y levantarme a abrir la escuela, hablar con los profesores y alumnos, yo haría mi próxima monografía sobre esta hacienda de San Vicente Zacualpan, que está en relación con la de Chiconcuac, donde tengo documentadas algo así como diez matanzas en el siglo pasado, de las cuales los historiadores nunca dijeron nada.[20]

 

Al leer la referencia sobre las haciendas de San Vicente y Chiconcuac, el maestro Salvador Rueda Smithers inició su propia investigación, en abril declaró: “Me gustaría platicar con la gente de la zona de Cuautla y con los estudiosos de la historia de Morelos, pero no solamente sobre Raíz y razón de Zapata. Me gustaría saber qué trabajos había hecho don Jesús sobre los asesinatos de Chiconcuac y San Vicente […] No conozco el archivo de don Jesús, valdría la pena publicar sus notas y las cosas que él estaba encontrando sobre San Vicente y Chiconcuac”.[21] Ciertamente, las notas de Sotelo Inclán no tienen desperdicio, en los Apuntes biográficos de IMA, el historiador vertió sus conocimientos sobre las dos masacres:

 

En las haciendas de San Vicente y Chiconcuac hubo una matanza de españoles en diciembre de 1856, que tuvo tanta resonancia que España tomó cartas en el asunto y fue una de las causas de la expedición enviada contra nuestro país a fines de 1861, en combinación con Inglaterra y Francia. Otra matanza en esos mismos lugares tuvo lugar en abril de 1859, en la que fue culpado el general Francisco Leyva, es otro asunto completamente desconocido para la historia, que nosotros debemos empezar a develar por la relación que hubo entre el general y Altamirano, pues éste intervino, cuando era diputado en 1861, para la rehabilitación del general, cultivó su amistad y combinaron sus acciones en la campaña militar en que ambos combatieron el imperio de Maximiliano, precisamente en la zona de Cuautla y Cuernavaca.[22]

 

Siguiendo con el tema de las haciendas y la conservación del patrimonio cultural, Sotelo Inclán pensaba: “Hay muchos testimonios fotográficos que hay que tomar antes que desaparezcan en el Estado de Morelos”, y en el caso particular de la hacienda de San Vicente, el profesor hizo una petición al INAH:

 

Yo quisiera pedirle al Instituto Nacional de Antropología e Historia que tomase unas fotografías que yo no he podido tomar técnicamente […] en la iglesia del pueblo, que debe estar como a unas 200 ó 300 metros -ésta investigación hay que hacerla-, está la esquina del atrio de la iglesita; allí hay unas placas en piedra que son como un escudo deteniendo la base de la que fue hacienda, con una leyenda maravillosa; dice que esas tierras les fueron concedidas al pueblo y que son de él, es decir, es como un “detente hasta aquí», que le dijeran a la hacienda; es un documento muy dramático.[23]

 

Don Jesús tenía voz de profeta, de no ser por las fotografías nunca hubiéramos conocido la escultura de Ehécatl que encontraron en el solar de La Cofradía, Sotelo Inclán viajó a Anenecuilco para ver y fotografiar el hallazgo arqueológico en 1972, una semana después se robaron a Ehécatl de la Ayudantía Municipal. De no ser por los consejos del profesor tampoco guardaríamos una imagen de la tienda de raya de Anenecuilco (destruida por los terremotos de septiembre de 2014). Gracias a la fotografía que aportó Sotelo Inclán de la casa de Zapata -en 1943- los restauradores del INAH lograron reconstruir el jacalito del líder revolucionario en 2015. 

 

Epílogo

 

Jesús Sotelo Inclán trazó tres proyectos en su último viaje a Cuautla: elaborar el guión del Museo Casa de Morelos, organizar una biblioteca especializada y colaborar en el suplemento Tamoanchán. Después de la conferencia en Cuautla, el 25 de septiembre de 1989, lo invitaron a tomar un café en el restaurante Manolo, cerca del Zócalo. Carlos Barreto Mark recordó los tres proyectos en un obituario publicado el 15 de octubre de 1989:

 

Cuando terminó su conferencia nos fuimos a tomar un café acompañados por los miembros de la Sociedad de Amigos del Museo: el doctor Raúl Gómez Valle, su esposa Pily, Dolores Trejo, Socorro Malpica, mi esposa e hija: Ernestina y Bertha. Aquí hablamos de los planes que se tiene para la remodelación del Museo Casa de Morelos. Él entusiasmado nos decía que quería colaborar en la obra, comprometiéndose entre otras cosas a ayudarnos a conseguir objetos y en la elaboración del guión general del Museo, además de organizar una biblioteca especializada en la historia del estado de Morelos […] Le llamaba la atención sobremanera el suplemento cultural Tamoanchán. Cada vez que venía se llevaba una buena dotación de ellos, después en forma personal o por teléfono discutíamos. También nos había ofrecido mandarnos algunos de sus artículos para integrarlos al suplemento.[24]

 

La última voluntad de Sotelo Inclán era donar su biblioteca al Museo Casa de Morelos, de acuerdo al testimonio de Barreto Mark: “Mencioné su intención de fundar una biblioteca especializada, me dijo: ‘Con su material y con el mío, ¿por qué no armamos una biblioteca sobre el Estado de Morelos en general y sobre Cuautla en particular?’, le respondí: claro, en eso quedamos”.[25] Lamentablemente, don Jesús murió intestado y dos familiares hicieron de las suyas: Alfonso Inclán saqueó la biblioteca y Guillermo Sotelo Inclán se robó los Documentos Primordiales de Anenecuilco para ofrecerlos a Carlos Salinas en 9 millones de pesos. El 8 de agosto de 1991, Salinas declaró: “Don Guillermo Sotelo Inclán, su hermano, al entregar los papeles a la Nación y al describirnos el ánimo que lo llevó a integrar esos legajos y su obra, la definía como un descubrimiento […] Esto es lo que hoy la familia Sotelo Inclán le entrega a la Nación; debo expresar el agradecimiento a la probidad de la familia, por haber cuidado 44 años, afortunado número y fecha, estos testimonios”.[26]

En pleno delirio de grandeza, Salinas imprimió su nombre en la carpeta de piel del archivo que resguardaba Chico Franco y publicó su discurso de “donación” en el libro Anenecuilco. Memoria y vida de un pueblo (1991). El político más corrupto del PRI aseguró: “Jesús Sotelo Inclán, en Tlaltizapán, en 1988, me hizo saber su intención por dialogar y compartir estos conocimientos y emociones. El tiempo y un accidente evitaron que fuera él quien le hiciera entrega a la Nación de estos testimonios”.[27] Salinas miente, don Jesús se deslindó del PRI: “Para tener absoluta independencia en mi criterio de historiador, decidí no pertenecer a ningún partido político, precisamente para que los deslenguados no atribuyan a mi trabajo un interés mercenario”.[28] El deslenguado Carlos Salinas manipuló la historia, no se trató de una donación desinteresada, tampoco fue un acto de “probidad”, Salinas se benefició mediáticamente de los Documentos de Anenecuilco, Guillermo Sotelo Inclán remató el Archivo Chico Franco y los Títulos Primordiales en 9 millones de pesos. La maestra Concepción Jiménez Alarcón denunció la rapiña:

 

Al morir don Jesús, Guillermo vendió las escrituras de Anenecuilco a Carlos Salinas. Guillermo me contó cómo le hizo: Salinas llegaba de un viaje y le dijo por teléfono: ‘soy Guillermo Sotelo Inclán y tengo una sorpresa para usted, necesito que me dé una cita’. De inmediato lo recibieron en Los Pinos, Guillermo fue a vender los documentos de Anenecuilco a Carlos Salinas, eso me lo dijo directamente.[29]

 

De igual forma, Conchita Jiménez acusa a Alfonso Inclán por mercantilizar la memoria de su tío: “Alfonso ha comercializado con el nombre de Sotelo Inclán. Rubén es otra cosa  [Rubén es hermano de Alfonso], Rubén es serio, yo tengo buena amistad con él y con su esposa Estelita […] Alfonso sigue comercializando, ahora hace fiestas, salones, banquetes carísimos, a mí me hizo pagarle porque llevé a Clemente, el hijo de Nicole Girón”.[30] Los presuntos “homenajes” anuales que realiza el sobrino lejano de Sotelo Inclán carecen de contenido intelectual, Alfonso cobra 550 pesos por persona, apela a la nostalgia de los egresados de La Normalita Ignacio Manuel Altamirano, en diferentes tertulias vende las falsificaciones de los libretos de Navidad en las montañas y Antonia, haciéndolos pasar como ediciones originales de 1988,[31] además saca tajada del Plan de Ayala al imprimirlo “con una mención muy especial para un nuevo revolucionario del tercer milenio Christian Inclán Cruz”,[32] la esposa de Alfonso se llama Karla Cruz, la dedicatoria en la portada del Plan de Ayala se refiere a su hijo Christian Inclán Cruz.

Lo más grave es la apropiación de las investigaciones de Jesús Sotelo Inclán, Alfonso publicó el  libro Testimonios de Emiliano Zapata (1997), según el autor recopiló las voces zapatistas, el colmo es que Chico Franco había muerto en 1947 cuando Alfonso Inclán todavía no nacía. El maestro Carlos Barreto rompió varias lanzas para defender a su amigo, en marzo de 2018 le pregunté si había leído el libro con los testimonios:

 

Aquí lo tengo, se está deshaciendo. El comentario es que para mí: “es un vil fúsil” (plagio), conozco el estilo de escribir de don Jesús, pocas cosas son originales de Alfonso, ni las fotos son originales de él.[33]

 

El ejemplo más claro del plagio es la anécdota que contó Sotelo Inclán en la entrevista de Alicia Olivera y Eugenia Meyer (1970), sobre la accidentada conversación del historiador con un campesino de Morelos:

 

Una vez me iba a matar uno porque creyó que yo le iba a llevar noticias de Emiliano Zapata; me recibió en su casa, me alojó, y a la mañana siguiente, cuando me despedía de él, quería que le dijera si yo era mensajero de Emiliano Zapata para irle a decir que lo estaba llamando a la Revolución otra vez.

Cuando yo recuerdo eso, bueno, me pongo frío porque aquel campesino me iba a matar; cuando le di la espalda pensé que no tenía una escopeta aquel hombre, pero que si hubiera tenido una piedra a la mano me la hubiera aventado, porque la emoción en él era muy fuerte; y como esa emoción, muchas más, de mujeres también.[34]

 

Alfonso Inclán cuenta la misma anécdota en las páginas 62 y 64 de su libro, presentándose como el protagonista, afirmando que llegó a Morelos en tren, que durmió en la casa de un campesino, que lo amenazaron por no llevar noticias de Zapata, según Alfonso vivió exactamente las mismas circunstancias: “Me escurrí como pude, tenía la impresión de que, si el viejo coronel tuviera a mano su carabina, no habría dejado marcharme tan fácilmente. Tomé el ferrocarril y volví a Cuautla para volver a Tlaltizapan”.[35] También pretende robarse las fotografías del libro Raíz y razón de Zapata (1970), Alfonso publicó en los créditos de las imágenes: “Archivo Karal” (las primeras letras del nombre de su esposa “Karla” y de su propio nombre “Alfonso”). El plagio es tan burdo que cualquier testimonio recopilado por Sotelo Inclán está catalogado en el Archivo Karal (incluso en la página legal dice: “Derechos reservados Karal, 1997”), y en la Introducción, Alfonso asegura: “Este testimonio reúne material inédito de mi archivo privado Karal”.[36] En ninguna parte aclara que Jesús Sotelo Inclán fue el autor de las entrevistas con los viejos zapatistas.

En noviembre de 2000, Alfonso publicó dos trabajos que son absolutamente un plagio: Emiliano Zapata. La fidelidad a la tierra (retoma al pie de la letra el concepto “calpuleque”, revisa la tenencia de la tierra en la época precolombina, las encomiendas, las formas comunales de propiedad novohispana, y termina el “estudio” en la revolución y su reforma agraria, la última página del trabajo está firmada: “Alfonso Inclán 1999-2000”, no citó Raíz y razón de Zapata).[37] El siguiente trabajo está peor: Emiliano Zapata y Anenecuilco, forjadores del Plan de Ayala (sin darle crédito transcribe capítulos de Raíz y razón de Zapata, al final del trabajo aparece la firma: “Alfonso Inclán 1999-2000”). Citaré el párrafo sobre Porfirio Díaz del estudio de Alfonso Inclán: “Perseguido en su huida por el general Sóstenes Rocha, Pasa cerca de Izúcar de Matamoros, en el estado de Puebla, y pasa al de Morelos y entra al Valle de México, hasta tocar Chaco y Texcoco, eludiendo así el encuentro con Rocha. El historiador Daniel Cosío Villegas dio los datos anteriores y trazó la ruta de esa fuga, dejando interrumpido el itinerario, sin precisar qué puntos tocó en el estado de Morelos, ese hueco pudimos llenarlo con una mención concreta de que estuvo en el pueblo de Anenecuilco, muy cerca de Cuautla”.[38] Los dos trabajos de Alfonso Inclán tienen la misma estructura de Raíz y razón de Zapata, utilizó las mismas fuentes historiográficas sin darle el menor reconocimiento.

En la víspera del 30 aniversario luctuoso de Jesús Sotelo Inclán nunca se han exhibido los Títulos Primordiales de Anenecuilco, tampoco tenemos acceso a la biblioteca personal del profesor que pretendía donar al Museo Casa de Morelos, no podemos leer las cartas de Chico Franco y Esperanza Franco dirigidas a Jesús Sotelo Inclán (las epístolas de la familia Franco Salazar y las fotografías de las hermanas Zapata Salazar fueron sustraídas por Alfonso Inclán de la biblioteca de su tío). En la opinión del historiador Edgar Castro Zapata: “Los sobrinos de Sotelo Inclán no deben acaparar la información que dejó don Jesús, su archivo no le pertenece a un sobrino, si Alfonso Inclán quiere sacar un beneficio económico que lo diga abiertamente”.[39] Guillermo Sotelo y Alfonso Inclán usurparon el legado de don Jesús, traicionaron su memoria y ofendieron su trayectoria. Los hermanos de Jesús Sotelo Inclán no estuvieron a la altura para defender y difundir el archivo de Raíz y razón de Zapata. De acuerdo a Concepción Jiménez Alarcón: “Don Jesús tenía tres hermanos: Guillermo, Carlos y Lupita, pero no se dedicaron a estudiar los documentos históricos de su hermano. Los tres hermanos estaban alejados por completo de don Jesús”.[40]

Guadalupe Sotelo Inclán humilló a Esperanza Franco mientras vivía refugiada en la casa del profesor Chucho Sotelo Inclán, después del asesinato de Chico Franco en 1947. A principios de la década de 1990, Guillermo Sotelo Inclán se burló de Esperanza Franco, la invitó a entregar los Títulos Primordiales a Carlos Salinas, pero nunca volvió a buscarla, excluyéndola de la negociación. La nieta del coronel zapatista, María Félix Aragón Franco acusó públicamente a la familia Sotelo Inclán: “trataron como sirvienta a mi mamá, 40 años después siguieron burlándose de ella, primero la buscaron para ofrecerle a Salinas los Documentos de Anenecuilco, pero la dejaron plantada”.[41] De hecho, Esperanza Franco grabó un video de 65 minutos sobre los maltratos que recibió de Guadalupe Sotelo Inclán y de una vecina de Peralvillo apodada “La Pancha”; además, doña Esperanza denunció en el video a los asesinos de Chico Franco, contando por primera vez todos los detalles.[42] El destino del archivo de Jesús Sotelo Inclán es una metáfora del despojo, del acaparamiento y la rapiña, crímenes de lesa cultura cometidos por su propia familia (Guillermo Sotelo y Alfonso Inclán). La biblioteca de Jesús Sotelo Inclán debe regresar a Morelos y los Documentos Primordiales de Anenecuilco deben estar exhibidos permanentemente en la tierra de Zapata.

 

*Fragmentos del libro Jesús Sotelo Inclán en Morelos (2019), coeditado por Libertad Bajo Palabra y la Fundación Zapata.

 

 

Bibliografía

 

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[1] Sotelo Inclán, Jesús. Raíz y razón de Zapata, Editorial Etnos, México DF, 1943.

[2] Idem.

[3] Testimonio de Esperanza Franco. Video inédito de 65 minutos grabado por Diala Sánchez Aragón, en resguardo de Brianda Sánchez Aragón, directora de la Casa de Cultura Chico Franco, Anenecuilco, 2005.

[4] Sotelo Inclán, Jesús. Raíz y razón de Zapata, 2ª ed., Comisión Federal de Electricidad, México DF, 1970.

[5] Gill, Mario. Zapata: su pueblo y sus hijos, Revista Historia Mexicana, número 6, COLMEX, México DF, octubre-diciembre de 1952.

[6] Idem.

[7] Carta inédita de Chico Franco Salazar y Tirso Quintero, dirigida al presidente Manuel Ávila Camacho, Anenecuilco, 26 de junio de 1943. Archivo Chico Franco consultado en el Museo Casa de Zapata.

[8] Carta inédita de Plutarco Sánchez Herrera, oficial mayor de la C.N.C., “A quien corresponda”, México DF, 22 de julio de 1943. Archivo Chico Franco consultado en el Museo Casa de Zapata.

[9] Pruneda, Elvira. “De lo perdido lo que aparezca”, en Hilda Iparraguirre, Massimo De Giuseppe y Ana María González (eds.), Otras miradas de las revoluciones mexicanas (1810-1910), INAH/CONACULTA/ENAH/CONACYT/Juan Pablos Editor, Ciudad de México, 2015.

[10] Sotelo Inclán, Jesús. Raíz y razón de Zapata, 2ª ed., Comisión Federal de Electricidad, México DF, 1970.

[11] Idem.

[12] Olivera Alicia y Eugenia Meyer. Jesús Sotelo Inclán y sus conceptos sobre el movimiento zapatista, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México DF, 1970.

[13] Archivo Chico Franco consultado en el Museo Casa de Zapata.

[14] Pruneda, Elvira. “De lo perdido lo que aparezca”, en Hilda Iparraguirre, Massimo De Giuseppe y Ana María González (eds.), Otras miradas de las revoluciones mexicanas (1810-1910), INAH/CONACULTA/ENAH/CONACYT/Juan Pablos Editor, Ciudad de México, 2015.

[15] Al cierre de edición sólo encontré dos entrevistas a Esperanza Franco (2002 y 2005), y dos entrevistas a Jesús Sotelo Inclán (el reportaje clásico de 1970 y una conversación inédita grabada por Ricardo Pérez Montfort, historiador avecindado en Tepoztlán).

[16] John Womack fue el primer historiador en registrar el encuentro de Porfirio Díaz y José Zapata en Anenecuilco: “Debo esta cita a la generosidad de Jesús Sotelo Inclán”. Zapata y la revolución mexicana, Siglo XXI Editores, México, 1969.

[17] Sotelo Inclán, Jesús. Raíz y razón de Zapata, Editorial Etnos, México DF, 1943.

[18] Olivera Alicia y Eugenia Meyer. Jesús Sotelo Inclán y sus conceptos sobre el movimiento zapatista, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México DF, 1970.

[19] Idem.

[20] Idem.

[21] Casasús, Mario. Entrevista a Salvador Rueda Smithers, Resumen Latinoamericano, Santiago de Chile, 27 de abril de 2018.

[22] Sotelo Inclán, Jesús. Raíz y razón de Altamirano [manuscrito inédito], s/f, archivo de Concepción Jiménez Alarcón.

[23] Olivera Alicia y Eugenia Meyer. Jesús Sotelo Inclán y sus conceptos sobre el movimiento zapatista, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México DF, 1970.

[24] Barreto Mark, Carlos. En Memoria a Jesús Sotelo Inclán, Tamoanchán, suplemento dominical editado por El Nacional del Sur, Cuernavaca, 15 de octubre de 1989.

[25] Casasús, Mario. Entrevista a Carlos Barreto Mark, Resumen Latinoamericano, Santiago de Chile, 18 de marzo de 2018.

[26] Salinas, Carlos. “Presentación”, en Alicia Hernández Chávez, Anenecuilco. Memoria y vida de un pueblo, 2ª ed., COLMEX/FCE, México DF, 1993.

[27] Idem.

[28] Sotelo Inclán, Jesús. Nueva réplica por Emiliano Zapata, citado por Carlos Barreto en Tamoanchán, suplemento dominical, El Nacional del Sur, Cuernavaca, 15 de octubre de 1989.

[29] Casasús, Mario. Entrevista a Concepción Jiménez Alarcón, Archipiélago, número 96, UNAM, Ciudad de México, junio de 2017.

[30] Casasús, Mario. Entrevista a Concepción Jiménez Alarcón, Ciudad de México, 23 de abril de 2017.

[31] El caricaturista Rubén Eduardo Soto Díaz compró un par de libretos falsificados por Alfonso Inclán, resaltan las diferencias en la calidad de la impresión y la mutilación del sello editorial en la contraportada.

[32] Inclán, Alfonso. Emiliano Zapata Salazar y el Plan de Ayala. Octogésimo noveno aniversario de su promulgación, Producciones Karal, México DF, 2000.

[33] Casasús, Mario. Entrevista a Carlos Barreto Mark, Resumen Latinoamericano, Santiago de Chile, 18 de marzo de 2018.

[34] Olivera Alicia y Eugenia Meyer. Jesús Sotelo Inclán y sus conceptos sobre el movimiento zapatista, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México DF, 1970.

[35] Inclán, Alfonso. Testimonios de Emiliano Zapata Salazar [plagio], Papelería Atenas, México DF, 1997.

[36] Idem.

[37] Inclán, Alfonso. Emiliano Zapata. La fidelidad a la tierra [plagio], Producciones Karal, México DF, 2000.

[38] Inclán, Alfonso. Emiliano Zapata Salazar y Anenecuilco, forjadores del Plan de Ayala [plagio], Producciones Karal, México DF, 2000.

[39] Casasús, Mario. Entrevista a Edgar Castro Zapata, Resumen Latinoamericano, Santiago de Chile, 1 de abril de 2018.

[40] Casasús, Mario. Entrevista a Concepción Jiménez Alarcón, Archipiélago, número 96, UNAM, Ciudad de México, junio de 2017.

[41] Comentarios de María Félix Aragón Franco en la presentación del libro: El archivo inédito de Jesús Sotelo Inclán, Museo Casa de Zapata, Anenecuilco, 10 de marzo de 2018.

[42] Video inédito de 65 minutos grabado por Diala Sánchez Aragón, en resguardo de Brianda Sánchez Aragón, directora de la Casa de Cultura Chico Franco Salazar, Anenecuilco, 2005.



El Clarín de Chile

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