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El Estado y su pérdida de hegemonía en la crisis chilena

Si bien el término hegemonía deriva del griego eghestai que significa “conducir”, “ser guía”, “ser jefe”, usada para indicar el poder supremo conferido a los jefes de los ejércitos, llamados precisamente hegemones, o sea conductores, evoluciona hacia la ciencia política, y es usado para describir una determinada relación entre Estados. La literatura marxista, por su parte, redefine el concepto en este sentido: los  términos de la relación hegemónica ya no son las entidades estatales, sino los grupos sociales que operan en formaciones sociales determinadas.

 

“Hegemonía en la literatura política actual, significa predominantemente capacidad de dirección, tanto en relación con el sistema internacional como con un sistema de clase o con uno cualquiera de los subsistemas en el que se articula el sistema social. En este sentido se habla de hegemonía política, aunque también de hegemonía cultural, religiosa, económica, etcétera. Pueden ser, por lo tanto, sujetos de la relación hegemónica no sólo las clases sociales sino todas las organizaciones políticas, económicas, etcétera”. (1)

 

¿Qué sucede cuando un gobierno  pierde la hegemonía, es decir, no es capaz de seguir dirigiendo las riendas del Estado?

 

Nadie mejor que Antonio Gramsci para guiarnos hacia una respuesta: tomando sus análisis aplicados a la historia política europea (especialmente italiana), nos pueden ser útiles para abordar, con una mirada crítica,  los avatares por los que pasa la sociedad chilena actual (sin olvidar, por supuesto, al mundo entero).

 

Antes de entrar a revisar los alcances del concepto de hegemonía en Gramsci y su evolución hasta los Cuadernos de la Cárcel, es necesario que nos detengamos para explicar el contexto en que se desarrolla este concepto: la categoría de Bloque Histórico.




 

“El análisis del bloque histórico como relación entre dos movimientos (estructura-superestructura y sociedad civil-sociedad política) muestra la importancia de la sociedad civil en el seno del bloque histórico. Esta importancia la volvemos a encontrar en la traducción política de esta noción: la hegemonía”. (2)

 

En los Cuadernos,  Gramsci se refiere en varias oportunidades al concepto de sociedad civil para definir la “dirección intelectual y moral” de un sistema social. Tanto Marx como Gramsci parten de la obra de Hegel, pero evolucionan en sentidos opuestos: el primero entiende la noción hegeliana de sociedad civil como el conjunto de relaciones económicas; el segundo, la interpreta como el complejo de la superestructura ideológica.

 

“La sociedad civil es el verdadero hogar y escenario de toda la historia… La sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuos en una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas”. (3)

 

La concepción de la sociedad civil en Gramsci por el contrario,  pertenece a la instancia de la superestructura: “Por ahora se pueden fijar dos grandes planos superestructurales; el primero, que se puede llamar de la ‘sociedad civil’, que está formado por el conjunto de los organismos vulgarmente llamados ‘privados’…que corresponde a la función de hegemonía que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad…”. (4)

 

En este mismo párrafo, Gramsci distingue o, mejor dicho, contrapone a la sociedad civil, el concepto de ‘sociedad política’, que identifica con el “dominio directo o de comando que se expresa en el estado y en el gobierno jurídico”. (5)

 

Ahora bien, el campo que abarca la sociedad civil es sumamente amplio, pues constituye nada menos que el de la ideología. Gramsci define a la ideología como “una concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las manifestaciones de la vida intelectual y colectiva”. (6)

 

Estado ampliado.

 

Otro concepto que Gramsci incorpora al análisis del Estado, es el de Estado ampliado:

 

“Estamos siempre en el terreno de la identificación de Estado y gobierno, identificación que es justamente una representación de la forma corporativo-económica, es decir,  de la  confusión entre sociedad civil y sociedad política, porque es necesario señalar que la noción general de Estado comporta elementos que hay que relacionar con la noción de sociedad civil (en el sentido en que podríamos decir que Estado = sociedad política + sociedad civil, es decir, hegemonía acorazada de coerción”. (7)

 

La ampliación del Estado, entonces, pasa por una incorporación de la hegemonía. Sin embargo,  con el concepto de sociedad política, Gramsci designa  al conjunto de aparatos a través de los cuales la clase dominante posee y ejerce el monopolio legal, o de hecho, de la violencia; se trata, por lo tanto, de los aparatos coercitivos del Estado, encarnados en los grupos burocrático-ejecutivos ligados a las fuerzas armadas y policiales y a la imposición de las leyes.

 

“En ese sentido, las dos esferas (sociedad civil y sociedad política) sirven para conservar o transformar una determinada formación económico-social, de acuerdo con los intereses de una clase social fundamental en el modo de producción capitalista. Sin embargo, la manera de dirigir esta conservación o transformación varía en los dos casos. En el ámbito de la ‘sociedad civil’, las clases buscan ejercer su hegemonía, en otras palabras buscan ganar aliados para sus proyectos a través de la dirección y del consenso. Por medio de la ‘sociedad política’ -que Gramsci también llama, de modo más preciso, ‘Estado en sentido estricto’ o ‘Estado-coerción’-, al contrario, se ejerce siempre una ‘dictadura’, o, más precisamente, una dominación fundada en la coerción”. (8)

 

En un pasaje del Risorgimento (Unidad italiana), Gramsci nos da una visión dinámica del proceso según el cual se forman y se disuelven las hegemonías: “La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como dominación y como dirección intelectual y moral. Un grupo social es dominante de los grupos adversarios, que tiende a liquidar o someter hasta con la fuerza armada, y es dirigente de los grupos afines y aliados. Un grupo social puede y debe ser dirigente ya antes de conquistar el poder gubernamental. Es ésta una de las condiciones principales para la propia conquista del poder. Después, cuando ejerce el poder y también lo mantiene firmemente en sus manos, se convierte en dominante, pero debe continuar siendo dirigente”. (9)

 

Y aquí, es necesario volver a la pregunta que nos hicimos al inicio de esta nota: ¿qué sucede cuando un gobierno pierde la hegemonía, es decir no es capaz de seguir dirigiendo las riendas del Estado?

 

La supremacía entra en crisis cuando se mantiene el dominio, pero disminuye la capacidad dirigente, cuando la clase social que detenta el poder político no sabe ya dirigir, resolver los problemas de la colectividad, cuando la concepción del mundo que ella logró afirmar, es ahora rechazada. La clase social hasta ayer subordinada se convierte a su vez en dirigente cuando sabe indicar concretamente la solución de los problemas; tiene una concepción del mundo que conquista nuevos adherentes, que unifica los sectores sociales que se forman en torno suyo. He aquí la concepción gramsciana de hegemonía.

 

¿No es ésta la concepción que llevó a la Concertación de Partidos por la Democracia, convertida en “clase dirigente”, al triunfo del plebiscito de 1988? Sin embargo, al lograr la toma del gobierno (que no del poder), se convirtió en dominante, pero sobre la clase que le había permitido convertirse en clase dirigente antes de la toma del gobierno. Es decir, siguió siendo dirigente para la derecha política y económica, pero dominante para las clases subalternas.

 

Es menester, sin lugar a dudas, que en la construcción de la nueva clase dirigente, las fuerzas vivas de la sociedad que intervienen en este  gran proceso que partió el 18 de octubre, gracias a la rebeldía de los estudiantes secundarios, sepan lograr el consenso necesario para aunar criterios que les permita que el apoyo demostrado en las grandes manifestaciones,  se convierta en una  construcción de fuerzas que obligue al gobierno a entender, de una vez por todas, que el sistema político-económico que representa, no se puede seguir sosteniendo sólo con la coerción, pues ya ha perdido absolutamente toda  hegemonía.

“En definitiva, gracias a las y los estudiantes chilenos, no sólo estamos sentando las bases de una nueva Constitución Política de Chile, también estamos terminando con cualquier financiamiento público a actores privados que lucren con los fondos públicos. En otras palabras, el movimiento iniciado por los estudiantes secundarios ha puesto en jaque el rol subsidiario del Estado y el modelo de desarrollo neoliberal, dejando en un incómodo segundo plano, a nuestro sistema de representación y de partidos políticos. (10)

 

Notas:

 

(1) Norberto Bobbio y Nicola Matteucci, Diccionario de política, Siglo XXI, México,     1981.

 

(2) Hughes Portelli, Gramsci y el bloque histórico, Siglo XXI,México, 1979, p. 65.

 

(3) Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana, Pueblos Unidos, Buenos   Aires, 1973, p. 38.

 

(4) “Los intelectuales y la organización de la cultura”, en Antonio Gramsci, Obras 2, Juan Pablos, México, 1975, p. 17.

 

(5)  Ibid.

 

(6) “El materialismo histórico y la filosofía de B. Croce”, en Antonio Gramsci, Obras 3, op. cit., p. 16.

 

(7) Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, Einaudi, Torino, Vol. II, p. 763.

(8) Carlos Nelson Coutinho, Marxismo y política, (la dualidad de poderes y otros ensayos), LOM, Santiago, 2011, p. 47.

 

(9) Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, op. cit., vol III, p. 2011.

 

(10) Dante Castillo y Mario Torres, “Me gustan los estudiantes”, en Le monde diplomatique, Nº213, diciembre de 2019, p. 12.     

 

 

 

 

  

 

  

 

 

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



El Clarín de Chile

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