Dentro de la campaña de la derecha por la opción Rechazo, con vistas al plebiscito del 26 de abril próximo, me ha llamado la atención una propaganda radial que busca salvar a cualquier costo la ignominiosa constitución impuesta por la dictadura al pueblo de Chile en 1980.

La propaganda, emitida por un medio radial de Santiago, se basa en un supuesto diálogo entre un maestro (carpintero) que observa una casa y le propone a la dueña demolerla. La señora, le refuta diciéndole: la casa está buena, solo necesita de algunas reparaciones.

La historia de la casa se refiere, sin duda, a la constitución promulgada en dictadura, creada por un grupo  de  adherentes al gobierno ilegítimo que realizó un trabajo por encargo, para dotar al modelo económico, impuesto en el país, de  un blindaje institucional que les permitió dejar en un reducido grupo económico, con la complicidad de las Fuerzas Armadas, las riquezas del país y establecer un modelo depredador de los recursos naturales y transformar el país en una gran factoría de propiedad de un reducido grupo de magnates que controlan la actividad económica.

Esa fue la casa que construyeron unos pocos, durante el periodo dictatorial con la complicidad de la Fuerzas Armadas para hacer posible el diseño y construcción de la arquitectura de ese modelo.

Más tarde, los gobiernos de la Concertación se dedicaron no sólo a reparar la casa, sino a ampliarla y remodelar su fachada, al punto que “se abrió al mundo con una fisonomía democrática”, aunque solo se tratara de la fachada. La estructura de la casa se mantuvo incólume e incluso algo reforzada.




A decir verdad, la casa, materia de este artículo, es mucho más que la propia Constitución pinochetista. La casa, está compuesta de tres partes:  El modelo económico que determina e impone modos de vida en la sociedad. La institucionalidad que define el marco en que se realiza la actividad económica y política de la nación, en este caso la Constitución de 1980 y, finalmente, la ideología hegemónica que condiciona e impregna culturalmente la sociedad. Esas tres partes se integran de manera indisoluble en cualquier sociedad. Con mayor razón en la sociedad chilena donde a partir del golpe de Estado pudieron ejecutar a voluntad la imposición de una arquitectura de sociedad que, en democracia hubiera sido imposible, lo que se ha conocido como el modelo neoliberal o sociedad de mercado, como prefieren otros.

Volvamos a “la casa” defendida por la señora de la propaganda y que no es otra cosa que una defensa desesperada de la Constitución Pinochetista por quienes perciben que  si se derriba una parte de su entramado, la casa inevitablemente se caerá a pedazos

Los que construyeron “la casa” no tienen la menor duda que si la opción Apruebo gana el plebiscito de abril con una aplastante mayoría, como se espera ocurra, “la casa” se desplomará. Porque es su casa, hecha a su medida y arbitrio y no es la casa de todos los chilenos. Por décadas, ha sido una casa en donde se impuso la exclusión. Donde unos pocos se han enriquecido a niveles intolerables y han dejado marginados de los beneficios del crecimiento económico (producido por todos) a la gran mayoría del país. Es una casa donde la inequidad tiene su altar.

Por eso cruje “la casa”. Por la indolencia de quienes se apoderaron de los recursos del país. Porque a la gente no le dejaron más opción que dejar atrás años de silencio, frustración, endeudamiento y temor hasta lanzarse a las calles a mostrar su descontento.

Chile despertó, es una voz que se escuchó en todo el territorio nacional y recorrió también otros continentes. El “oasis” del que se jactaba el presidente Piñera días antes del “estallido social” se secó, al parecer, definitivamente. El agua también se la habían robado los empresarios abusadores haciendo grandes negocios y dejando sin el vital elemento a muchos chilenos.

 

Hoy, la desesperación en la derecha por defender su espuria constitución es cada vez  más  evidente y hasta patética. En medio del trance ha resurgido con fuerza la campaña del terror. No olvidemos que el terror (en sus distintas formas) ha sido siempre un elemento utilizado   por la derecha para lograr sus fines. Lo utilizan en las campañas electorales, anunciando el apocalipsis para la sociedad en caso de no estar de acuerdo con sus postulados y, en otros casos, puede adquirir forma de terrorismo de Estado, como cuando lo aplicaron a la sociedad chilena durante la dictadura.

-Nos dicen que una nueva Constitución para Chile sería “un salto al vacío”. Son los mismos que nos impusieron la de 1980 a sangre y fuego. Entonces fue “un salto al botín”, como quedó demostrado cuando se apropiaron de las riquezas de todos los chilenos.

-Sostienen que una Nueva Constitución equivale a un papel en blanco.

-Falso. La mayoría de las constituciones incluyen enunciados y artículos que son muy similares en los distintos países, ya que derivan de tratados internacionales que regulan las relaciones entre Estados y garantizan derechos fundamentales para sus ciudadanos.

-Se dice que no es necesaria otra Constitución porque serían las leyes, y no la Carta Magna, las que estructuran las relaciones políticas y económicas en el país.

– Entonces ¿por qué recurren frecuentemente al Tribunal Constitucional para anular leyes que les impedirían  continuar con el saqueo y los abusos?

-Han sostenido sistemáticamente que no se requiere una Nueva Constitución porque no resuelve los problemas prácticos de la sociedad y, por lo tanto, sería innecesario hacerlo.

-Falso. ¿Por qué cambiaron la de 1925 por la hecha en dictadura?  Los saqueadores necesitaban de “un traje hecho a la medida”.  Y eso hicieron.

Cada mentira de la derecha se irá desmoronando, deshaciendo en el vacío, al tiempo que se derrumba la podredumbre de los cimientos de un modelo de sociedad, inhumano, fraudulento, sostenido por operadores políticos decadentes y lobistas mercenarios que se aferran a los colgajos que asoman por toda la arquitectura de una construcción brutal que nos impusieron en tiempos de dictadura.

Chile despertó y comenzó un camino que conduce a una sociedad democrática, más humana y donde el ser humano sea el centro de los esfuerzos colectivos. Más solidaridad, menos individualismo. Hasta que la dignidad se haga costumbre.

 

Por  Higinio Delgado Fuentealba



El Clarín de Chile

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