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Mañalich-Piñera, ¿superando a Goebbels?

La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar (Joseph Goebbels)

 

La pandemia de Covid-19 le ha venido de perillas a este gobierno que se encontraba en caída libre arrastrado por el estallido social desde el 18 de octubre 2019. El futuro era oscuro para el sector oficialista, ya que hace solamente dos meses las empresas encuestadoras de opinión pública mostraban que el 70% de la población deseaba una nueva Constitución Política, y el 60% de esa misma población quería que la carta magna fuera discutida y redactada en una convención constitucional.

Pero, llegó el virus, y junto a la amenaza de muerte para centenares de personas también trajo un bote salvavidas para Piñera y los suyos. El Covid-19 es la nueva mina ‘San José’. En cierta medida, lo ocurrido en aquel lugar con la tragedia de los treinta y tres mineros, vuelve a repetirse. Por ningún motivo Cristián Larroulet, afincado en el segundo piso de la Moneda,  iba a dejar pasar tamaña oportunidad para echar tierra sobre las demandas populares que originaron marchas, manifestaciones y deseos de una nueva Constitución.

Tal vez involuntaria y sólo coincidentemente, o quizás “sin querer queriendo”, como decía el personaje infantil ‘Chavo del Ocho’, en la Moneda se gestó un plan de información y propaganda cuyas acciones se traslapan con algunos de los ‘principios de propaganda’ creados por el maestro de la manipulación, Joseph Goebbels,  Ministro de Educación Popular, Ilustración y Propaganda durante el régimen nazi en Alemania (1933-1945).

Veamos, someramente, algunos de esos “principios” goebbelianos y su aplicación por parte del oficialismo chileno durante esta pandemia de Covid-19.




Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad. La idea es dejar claro que no todo el mundo puede estar equivocado. Si todo el mundo piensa una cosa, será porque esa es la realidad. Si todos ven el mismo acontecimiento y lo interpretan de la misma forma, es porque será así.

Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

En esto, los medios de comunicación en manos del poder económico son vitales. Por ello, el más masivo y popular de todos, la televisión, es el instrumento favorito del régimen, ya que le permite lograr varios objetivos a la vez, como por ejemplo, acallar eventos y asuntos sobre los que no se tienen argumentos, y amañar/tergiversar/omitir/ las noticias que favorecen al adversario. La TV también permite convertir cualquier anécdota proveniente del adversario, por pequeña que sea, en amenaza grave.

El ‘principio’ favorito de Goebbels era el de la orquestación, pues limitaba la propaganda a un número pequeño de ideas y las repetía incansablemente. De aquí nace la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”, lo que Goebbels mencionó en uno de sus discursos transformándola en “miente, miente, miente, que algo queda”.

En Chile lo hemos visto y escuchado varias veces en boca del ministro de salud, Jaime Mañalich, y en la del mismísimo primer mandatario. “Somos un oasis en América Latina”, “nuestro sistema de salud es el mejor del planeta”, “yo también estaba ahí” (Piñera, en el ‘estallido’ del 18 de octubre), “¿qué pasa si el virus muta y se pone buena persona?”, “Chile tiene la menor tasa de letalidad de Covid-19 en el mundo”, etc

La derecha, más allá del gobierno mismo, ha aplicado eficazmente otro de los principios del Ministro de Ilustración nazi, cual es lograr que el público internalice la idea de que todos los adversarios del gobierno son lo mismo, no hay matices ni diferencias entre ellos, pues para nuestra derecha criolla quienes no comulgan con sus principios son “izquierdistas”, y estos a su vez son ‘comunistas’, con lo cual es posible simplificar el mensaje y no requerir de mayores explicaciones. Este mismo principio, quiérase o no, también es aplicado por mucha gente de la izquierda al catalogar de “fascistas” y “fachos” a todos aquellos adversarios que huelan a derechistas o a socialdemócratas.

La técnica usada es sencilla. A la gente no se le da explicaciones complejas, sino opiniones directas, casi burdas, para que los ciudadanos menos informados y con menor capacidad de análisis  (que son mayoría en todos los países) puedan repetirlo como cosa cierta, aduciendo ingenuamente que “lo dijo el ministro tal”, o “lo dijeron en la tele” (verdad sacrosanta para muchos).

En la Moneda saben que lo principal en la propaganda política es la repetición, por ello Sebastián Piñera reitera una y otra vez los mismos conceptos llenos de adjetivos calificativos en todas y cada una de sus apariciones ante la prensa. Tiene muy claro cuál es el público al que debe obnubilar para obtener de él quietud callejera y aprobación electoral. Por ello no le preocupa la crítica proveniente de sectores ‘pensantes’, pues son numéricamente escasos ante una masa de millones de votantes.

Y a esos millones él dirige su artillería, aún haciéndolo a través de mentiras y errores, como por ejemplo –durante un debate televisivo- poner en boca de Vladimir Ilich Ulianov (Lenin)  la frase “miente, miente, que algo queda”, misma que perteneció al nazi Joseph Goebbels, pero Piñera intentó sembrar la duda respecto a que habían sido los ‘izquierdistas’ quienes la inventaron y pusieron en práctica.  “Lo dijo Piñera y salió en la tele”… suficiente argumento para muchos electores que se informan exclusivamente a través de ese medio. Si, lo dijo Piñera ante millones de telespectadores; ¿fue una equivocación, o fue algo pensado concienzudamente?

Sumando y restando, el gobierno cree haber aplacado las furias populares  atrasando las fechas conflictivas (léase plebiscito constitucional) y manejando los efectos de la pandemia para lograr que la gente se refugie en sus casas sin que signifique gran daño al trabajo de sus mecenas principales, los megaempresarios, y todo ello sin necesidad de renunciar a una de sus características más acentuadas, el clasismo.(v.gr.: habilitación de Espacio Riesco, diferente trato policial y oficial a transgresores de toque de queda y cuarentenas, según cuál sea la comuna en que ellos viven, etc.).  Para lograr lo anterior, copiarle a Goebbels ha sido un hecho cierto.

Habrá que esperar a octubre y noviembre para emitir juicios más sólidos, porque lo que se ve y se palpa hasta este momento es una ira contenida que va in crescendo en amplios sectores de la población, y que podría explotar violentamente una vez que la pandemia abandone nuestro país, ya que ninguna de las demandas de octubre 2019 se ha satisfecho, y tampoco se avizora intención gubernamental para hacerlo.

 

Por Arturo Alejandro Muñoz

 



El Clarín de Chile

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