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Camioneros contra Chile, defendiendo la corrupción y la contumacia

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Lo que pocos dicen, vía prensa, es que desde el año 1972 la dirigencia de los transportistas ha venido exprimiendo a la nación en beneficio de sus particulares intereses comerciales. De chantaje en chantaje, de presión en presión y de amenazas en amenazas…algunas de las cuales han terminado desabasteciendo el país y condenando a millones de compatriotas que se desesperan por no contar con los medicamentos necesarios, ni con los avituallamientos que requiere todo grupo familiar. Sin embargo, esos dirigentes y sus asociados usan y abusan de la bandera patria. Un contrasentido que  provoca aún mayor ira en quienes de verdad respetan el pabellón y su significado.

Millones de chilenos estuvieron convencidos, durante más de 30 años, que los dueños de camiones habían realizado el histórico “Paro de Octubre” en 1973 para defender al país del ‘avance del socialismo’, para atacar al gobierno “comunista” de la Unidad Popular, y otras audaces aseveraciones similares.  Hoy ha quedado de manifiesto que los intereses de esos grupos de transportistas siempre han sido los propios y sólo los propios, aún a costa del quiebre social y del debilitamiento del país. No les importa el color político del gobierno de turno, ni tampoco les interesa validar en los hechos concretos la manida verborrea que utilizan para intentar convencer a la sociedad civil que ellos “trabajan en exclusivo beneficio de la gente”  ¡Ya, basta! Eso jamás ha sido así.

Los transportistas reunidos en el gremio que una vez encabezó el sedicioso dirigente llamado León Vilarín, pese al transcurrir de los años y a la indesmentible ayuda privilegiada que han recibido de todos los gobiernos post dictadura, persisten en sus actitudes de bravucones agiotistas,  muchas de ellas rayanas en un accionar monopólico y antidemocrático merecedor de sanciones severas.

Recién ahora la gente se percata que el gremio de los transportistas es uno de los principales responsable de la muerte del ferrocarril. Hay otros también. Los propietarios de empresas de locomoción interurbana tienen importante cuota de culpabilidad  en el desaparecimiento de los trenes. En octubre de 1972, Vilarín y los suyos, conjuntamente con la ultraderecha y con el gobierno de Richard Nixon, acordaron llevar a cabo el asesinato del mundo ferroviario.




Sería oportuno que los economistas e ingenieros comerciales sacasen cuentas para que informen al país si lo  acaecido con los camioneros –desde 1973 a la fecha- ha sido más beneficioso que negativo en términos duros, concretos, numéricos. Borraron el ferrocarril eliminando así su principal competencia, coparon las rutas, obligan al estado a gastar millones de dólares importando combustible para ellos, contaminan el ambiente, y además se transformaron en un grupo de indebida presión contra cualquier gobierno, impetrando ilegítima e inmoralmente garantías y prebendas especiales.

Con el actual ‘paro’ los transportistas han demostrado que en 1973 no se movilizaron para defender una “democracia verdadera”, como aseguraban en esos años, sino, simplemente, para instalarse como grupo privilegiado por sobre el resto de las organizaciones laborales y comerciales con el visto bueno y apoyo indesmentible de los gobiernos administradores del sistema neoliberal salvaje.

Además, esos transportistas y su ‘paro’ sirven al alicaído gobierno de Sebastián Piñera como excusa para que este chantajee al Legislativo en orden a que se apruebe una carpeta de 13 proyectos de ley que, en estricto rigor, darían al actual mandatario un poder total para hacer y deshacer en el país, a su voluntad y antojo, sin necesidad de explicaciones ni sanciones posteriores.

Estos transportistas fueron parte de la sedición en 1972-73 con el propósito de hacerse del transporte monopólicamente …y ahora lo ratifican, otorgándole al gobierno derechista la posibilidad de contar con una ‘legislación’ draconiana en contra de la democracia, de la gente y del futuro del país como nación soberana, pretendiendo derribar las impetraciones de un pueblo que en octubre del 2019 se alzó y tomó las calles, hastiado de tanta corrupción, entreguismo y traiciones.

Por Arturo Alejandro Muñoz
 

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