Habría que tener instintos muy criminales para practicar el aborto como un simple deporte: ocurre que a las hijas de los ricos no sólo les es permitido, sino que viajan, fácilmente, a un país en que el aborto es legal, mientras que las hijas de los desposeídos, cuando engendran un hijo no deseado, deben recurrir a parteras sin escrúpulos o bien, autogenerarlo, con evidente riesgo para su vida, y si la justicia se enterara, sería sujeto de prisión.

Víctor Hugo recordaba a las señoras de los potentados que todos lujos que las rodeaban semejaba a ´comerse a los niños que, desde tierna edad, trabajaban en las fábricas, cuyo promedio de vida no superaba los 14 años´. ¡Era una verdadera masacre de infantes!

Este gran escritor odiaba la hipocresía de los curas, que enseñaban a los pobres sus deberes y, a los ricos, sus derechos: el canalla no era Jesucristo, sino sus mensajeros, cuya función se reducía a consolar de sus desgracias a los trabajadores y prometerles el paraíso, como premio a su servicio prestado a los ricos.

Los católicos argentinos dicen defender la vida desde la concepción hasta la muerte, pero sólo les importa la vida intrauterina, pero no se hacen ningún problema en admitir el haber colaborado con una cruel y despiadada dictadura militar, cuyo líder, Rafael Videla, recibía cotidianamente la Eucaristía.

Los militares y los marinos no se hicieron ningún problema en torturar a mujeres embarazadas y si sus hijos sobrevivían, los entregaban a familias muy católicas. (En Chile, a imitación de Argentina, “familias bien” adoptaban hijos que alcanzaban a nacer en prisión, víctimas también de apremios ilegítimos).




La iglesia católica, (que precisamente no sigue Jesús en sus enseñanzas, sino tal vez a San Pablo, el primero feminista y, el segundo, machista), se niega a aceptar que las mujeres puedan decidir sobre su cuerpo y, además, evitar la muerte como efecto de un aborto clandestino.  El Papa Francisco dijo que ´el aborto equivalía a contratar un sicario para asesinar niños´. (Los beatos en Chile, que se dicen pro-vida, en época del gobierno de Salvador Allende, escribían en los muros de las ciudades “el único comunista bueno es el comunista muerto”, y ¡vaya que cumplieron sus deseos!).

El problema del cristianismo no está en Jesucristo, sino en muchos de sus mensajeros, que lo han utilizado para evitar cual cualquier progreso en favor de las mujeres.

En el Concilio de Nicea, (año 787), se negó la existencia del alma en la mujer; más tarde, en el siglo XX, el voto, (un muy mal cálculo, pues si hubieran optado por la aprobación del voto femenino, habría ganado el Partido más conservador, aliado de la iglesia). Cuando los partidos católicos se declaraban partidarios de la monarquía, (cuyo poder, se suponía, venía de Dios), era imposible que la iglesia se separara del Estado; más tarde el clero se pronunció contra el divorcio, prefiriendo el falso testimonio como solución. Pasaron muchos años antes de que aceptaran que la homosexualidad no era una enfermedad, sino una opción de amor, y que, por ejemplo, VHI no era un castigo de Dios. En Argentina acusan ahora a las mujeres que llevan el distintivo de la pañoleta verde ´de asesinas de fetos´

Los temas como el aborto y la muerte dulce no se limitan a la religión, ni siquiera son materia de salud pública: sino que se relacionan con los derechos humanos, sobre todo, con el derecho a la vida de la madre y el hijo por nacer que, a causa de la existencia de una sociedad injusta, cobra la vida de mujeres jóvenes y de niños que, si se hubieran tenido cuidados médicos, podrían haber vivido; en caso de la eutanasia, el derecho a decidir libremente la forma de morir dignamente, sigue siendo un tema controversial al sostener que vida la da y la quita Dios, y que, por otra parte, debemos seguir los sufrimientos que padeció Jesucristo en la Cruz, es decir, para salvarse, es necesario sufrir).

La ley supone que el aborto no es obligatorio: el Estado se limita a proteger la vida humana de las mujeres, como reza en cualquier Constitución, y que tiene pleno derecho de decidir la maternidad.

Argentina se coloca a la cabeza de los países progresistas en igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Ya había aprobado antes el matrimonio igualitario y, ahora, con 38 votos a favor contra 28 en contra, y una abstención, el Senado aprobó la ley de aborto, con la sola limitante de que se debe efectuar entre los catorce primeros meses de embarazo.

En Chile, aún tenemos la desgracia de contar con dos partidos políticos que se declaran cristianos – la Democracia Cristiana, (DC), y la Unión Demócrata Independiente, (UDI), que cada día se parecen más en su actuación política frente a temas morales y sociales, (sobre todo los segundos, que han impedido cualquier avance en el respeto a los derechos de la mujer). Así, Chile, con un Presidente oportunista en extremo y, además, de pocas luces políticas, se ha convertido en uno de los países más conservadores de América Latina.

Rafael Luis Gumucio Rivas, (El Viejo)

31/12/2020



El Clarín de Chile

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