El impeachment al ahora ciudadano Trump se aplica sólo a delitos políticos, sin importar su calidad ni gravedad de los mismos. Así el ex Presidente Trump haya enviado a sus partidarios a asaltar el Capitolio, (hecho ocurrido el 6 de enero de 2021), llevando a sus espaldas el peso de cinco muertos, cuyo objetivo principal era el de linchar al ex Vicepresidente Mike Pence, por haberse negado a proclamar como “vencedor” a Donald Trump, en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020. En este caso, Mike Pence y familia irían a pagar con sus vidas la “traición” a su jefe-dios. (En la secuencia de videos podemos observar a Pence mientras huía por una escalera del Capitolio). Trump miraba por televisión el desarrollo de los acontecimientos de insurrección en el Capitolio, que él mismo había instigado.

El destino de Pence no estaba dentro de las preocupaciones de Trump pues, sabemos, dentro de su narcisismo patológico, lo único que le importaba era el apropiarse de la presidencia de la nación a cualquier precio. Este enfermo mental no podía entender cómo los funcionarios de La Casa Blanca no estaban celebrando la irrupción de los fanáticos seguidores de Trump, que daban la batalla en el Capitolio, es decir estaban convertidos en “traidores y cobardes”.

Al no aplicarse el Código Penal en un juicio de impeachment, (así la condena en el Senado fuera unánime), Trump no pisaría nunca en una cárcel, aun cuando no cabe duda de que, al menos, debiera pagar por el delito de sedición, y si vamos más lejos, el Código Militar codena a muerte a los traidores de la patria.

Trump logró, según él, 82 millones de votos, es decir, que por solo este hecho debiera ser perdonado por el intento de atropellar la democracia, (´una innovadora teoría´ que sostendría que, si el dictador se apoyaba en la alta votación lograda en las elecciones, tendría el derecho de apropiarse del poder así hubiera llegado en segundo lugar). Si retrocedemos en la historia, este hecho ha ocurrido en varias ocasiones, (los casos de Mussolini, Hitler, y antes, el ejemplo del famoso Alcibíades, discípulo predilecto de Sócrates, en la antigua Atenas).

El que los pueblos amen la democracia, parece muy romántico, pero carente de verdad. Las tiranías del siglo XX, tan bien estudiadas por Hanna Arendt, han contado con gran apoyo popular: en el caso de Alemania, por ejemplo, el pueblo se identificó con A. Hitler; lo mismo ocurrió en Francia con Philippe Petain; el escritor Emil Ludwig escribió un volumen sobre la idea de que había que aniquilar a Alemania y a su pueblo por seguir a los nazis. La idea no es muy factible, pues habría que exterminar, en el caso chileno, al país y sus habitantes por el hecho de haber apoyado al sátrapa chileno, Augusto Pinochet.




La creencia de que los seres humanos son buenos es una estulticia: quien bien los conoce, Nicolás Maquiavelo, maestro de tiranos, los define a la perfección como seres egoístas, ambiciosos, avaros… cuya meta es la de acumular dinero y poder y, para lograrlo, “no dudarían en asesinar a su propio padre”, (Maquiavelo), frase que repitió el chileno Diego Portales al pie de la letra.

Los fiscales nominados por la Cámara de Representantes para el reciente juicio político en contra de Trump tenían 16 horas para desarrollar la teoría de la acusación. La verdad, quienes pudimos ver los debates constatamos la contundencia del auto acusatorio, en que, por ejemplo, a los videos ampliamente divulgados por los distintos medios de comunicación, se agregaron otros nuevos que muestran escenas nuevas de lo ocurrido en el asalto al Capitolio, entre ellas, la huida del ex Vicepresidente, Mike Pence, como también la casual salvación de la vida de un senador republicano que, afortunadamente, cambió el camino, que lo hubiera llevado directo a la muerte.

El “chamán”, (disfrazado ad hoc), que hacía de líder e interlocutor del Trump, fue filmado justo en el minuto en que repetía a los asesinos la orden de su jefe, Trump, de parar la matanza, lo cual demuestra la gran preparación de los asaltantes del Capitolio. (Para cualquier juez, la organización de los asaltantes corresponde a la tipología delictual de asociación ilícita, perpetrada por una mafia, cuyo líder sería el “cachudo” chamán, quien viene de declarar ante la justicia que él no hizo otra cosa que seguir las órdenes del Presidente Trump.

El quórum para aprobar el impeachment es de 2/3 de los senadores, es decir, 67 votos. Los demócratas, hasta el momento, podrían sumar 50, sumados a los seis seguros republicanos, por consiguiente, faltarían 11 votos del Partido Republicano, muy difícil que voten en conciencia, si es que aún les queda algún ápice, por consiguiente, lo más fácil para estos republicanos sería venderse a Trump, y aprovechar el fondo que el ex Presidente tiene destinado para tales efectos.

Emil Ludwig Tres dictadores

Hannah Arendt Los  orígenes del totalitarismo

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

13/02/2021

 



El Clarín de Chile

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