Pablo Neruda, en plena guerra civil española, escribió una de sus mejores obras, España en el corazón , y comenzaba preguntándose por qué no escribía, en cambio, sobre los volcanes de su tierra, Chile, y decía: “venid a ver la sangre por las calles” y se refería a la resistencia madrileña en ese entonces, (poco antes, los fascistas habían asesinado al príncipe de los poetas, Federico García Lorca). Dicen, acerca de Neruda, que unos días antes de morir recordó la brutalidad de los fascistas y los curas que, incluso, se atrevieron a cegar la vida promisoria del gran poeta granadino, en respuesta a quienes en su lecho de muerte pretendían consolarlo con la esperanza de que los militares chilenos no eran tan crueles como los españoles.

Vivimos en un mundo dominado por el salvaje neoliberalismo, y la única ley de este sistema es el dinero y el regocijo con el hambre de los pobres que la enriquece. Europa, antes solidaria con la lucha y muerte de Salvador Allende, hoy es mezquina respecto al drama que vive Colombia, (salvo algunas manifestaciones organizadas por los colombianos, en la Plaza del Sol, en España,  en las principales ciudades de Francia y otros lugares de Europa, los distintos gobiernos se han mostrado egoístas y miserables frente a la masacre, torturas, violaciones sexuales y desaparecimiento de jóvenes colombianos).

En este mundo de mierda aún queda gente con valores verdaderamente humanos, que siente el dolor del prójimo como propio:  es el caso del Juez Baltasar Garzón, que ha denunciado a los cerdos militares argentinos, y sobre todo pidiendo la extradición del sátrapa Augusto Pinochet, muy cómodo en una clínica, en Londres, con pasaporte diplomático, concedido por los líderes de la Concertación de Partidos por la Democracia, que no ahorraron esfuerzos por traicionar  los ideales de Allende.

El Juez Garzón, que viene de denunciar al Presidente de Chile, Sebastián Piñera, bajo la acusación de haber ordenado perpetrar crímenes de lesa humanidad en contra de ciudadanos chilenos, a partir del 18 de octubre de 2019, (se atrevió a declarar la guerra a su propio pueblo, incluso con la orden de sacar a los militares a la calle); este Juez ahora acaba de enviar una carta al Presidente de Colombia, Iván Duque, (conocido como un cerdo asesino al servicio del monstruo criminal, Álvaro Uribe Vélez, un paramilitar, para quien la vida de los opositores colombianos no vale nada y hay que exterminarlos).

El Juez Garzón, en su carta a Duque, aboga por la paz antes de que sea demasiado tarde y Colombia se desangre por una persecución de policías y militares asesinos, a las órdenes de los corruptos y ladrones de las oligarquías de ese país, acostumbrados, hasta ahora, a doblegar las conciencias de los ciudadanos sobre la base de la violencia.




La derecha latinoamericana es igualmente egoísta y criminal, sea en Quito, Santiago de Chile, Brasilia o Buenos Aires, y como ya saben que los pueblos se han rebelado contra el neoliberalismo inventan, para asustar a “los pueblos dignos y timoratos”, el peligro del demonio Castro-chavista, (aunque ambos personajes estén muertos), y como no faltan los imbéciles e ignorantes, muchos “fachos pobres”, que temen perder sus escasos bienes, votan por los candidatos de la derecha, incluso hay personas que siguen creyendo tonterías como las de los comunistas que se comen a las guaguas.

Los escenarios futuros de Colombia, hoy por hoy, son inciertos y dramáticos: en primer lugar, el dúo de criminales, (Uribe-Duque), pueda provocar un golpe militar, so pretexto de no poder mantener el orden; en segundo lugar, está el recurso de decretar el estado de emergencia y mantener a la gente confinada en sus hogares; en tercer lugar, volver a engañar a los ciudadanos con la promesa de un eventual diálogo  para apaciguar los ánimos y, claro, incumplir lo acordado entre las partes, (hay que ser muy  “huevón” para creer en la gratuidad en la educación pública en los estratos 1 y 2, así como en la mejora de los hospitales públicos).

El dilema colombiano ahora es el de optar por la no-violencia activa y con manifestaciones masivas, o por la guerra civil.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

10/05/2021

 

 



El Clarín de Chile

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