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Unidad de la Izquierda, legado de Allende

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El presidente Salvador Allende fue derrocado por el fascismo hace 48 años porque  encabezaba un gobierno de proyección socialista que estaba tocando los intereses  de una minoría económicamente poderosa,  destinaba sus mejores esfuerzos a mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora y – un factor no menor –  era el único político que por prestigio y capacidad podía mantener  la unidad  de la Izquierda chilena.

Allende cayó en combate en La Moneda el 11 de septiembre de 1973 luchando por la democracia ante el criminal golpe de Estado perpetrado por fuerzas armadas subversivas impulsadas por el poder del dinero y a las órdenes de la oligarquía, la derecha política en la que se contaban Frei Montalva, Jaime Guzmán y Onofre Jarpa, y el imperio norteamericano,  que conseguían uno de sus objetivos cual era que el pueblo quedara sin liderazgo.

En su visionaria tarea el presidente constitucional había logrado la estructuración de la sólida coalición Unidad Popular desde la base  de los partidos socialista y comunista junto al partido radical, el Api, el Mapu y la Izquierda Cristiana, además de vastos sectores sociales,  de trabajadores y pobladores, tras un programa de cambios revolucionarios el primero de los cuales era la nacionalización del cobre.

A mediados de 1968 el recordado dramaturgo Jorge Díaz y el grupo Ictus habían estrenado la obra de teatro “Introducción al elefante y otras zoologías” que marcó a una generación porque narra los conflictos internos por las distintas visiones de la Izquierda de un país latinoamericano azotado por una brutal tiranía militar como era frecuente en esa época.




En Chile tras la creación de la Unidad Popular en los primeros meses de 1970 Allende procedió al ordenamiento y articulación de la acción de sus partidos en su propósito unitario que abrió paso a la victoria presidencial del 4 de septiembre de ese año,  consolidando el avance de las luchas de los trabajadores que irrumpían vigorosamente.

A la muerte del mandatario socialista y el abrupto término de su gobierno siguieron la horrorosa dictadura y el  sangriento terrorismo de Estado que dejaron miles de compatriotas asesinados y desaparecidos. Las movilizaciones populares derivaron en el fin de la tiranía en 1990, pero nunca más  el pueblo ni la Izquierda volvieron a entrar a La Moneda.

Al cabo del estallido social y de los avances electorales registrados desde entonces,  incluyendo el inicio del actual proceso constituyente,  el mundo popular se encuentra hoy más cerca que nunca, en décadas,  de un triunfo trascendental frente al sistema imperante. Este es un momento histórico esperado desde aquel  aciago 11 de septiembre que destruyó miles de vidas y arrasó con la democracia y las instituciones republicanas no recuperadas totalmente hasta ahora.

La Izquierda presenta hoy distintas alternativas,  por lo que hay que cuidar los efectos que podría tener la dispersión de votos en las próximas presidenciales. Están la candidatura conciliadora de Gabriel Boric (Apruebo Dignidad) y la refundacional de Eduardo Artés (Unión Patriótica), sin considerar al electorado de Pueblo Constituyente, ex Lista del Pueblo, que quedó sin candidato luego del bochorno de las firmas en una notaría inexistente desde hace tres años y ante un notario fallecido en febrero pasado.

Se agrega la incerteza sobre la posición de las bases del PS no coincidentes con sus cúpulas que apoyan a una militante del PDC conservador. Esas bases no tienen relación alguna con connotados “socialistas” renovados: Insulza (brazo derecho de Frei al salvar al dictador de la justicia internacional tras su detención en Londres); Escalona (comparaba una nueva Constitución con fumar opio); o Schilling (capitaneó el servicio de seguridad “La oficina” que embistió contra organizaciones izquierdistas cuando apareció la Concertación) etc.

Las fuerzas del cambio se hallan a las puertas de La Moneda, lo que no se debe malograr a última hora. Con sentido unitario se puede llegar a un solo candidato y un solo programa de gobierno, porque se acerca el desafío de poner fin  al neoliberalismo con un gran impulso transformador.

Aun transcurrido medio siglo (dictadura, transición y largos años neoliberales perdidos de por medio) el ejemplo de Allende permanece en pie: la Izquierda unida no puede dejar pasar en noviembre próximo esta inmejorable oportunidad que le concede la historia.

 

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso

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  1. La IZ no quiere a los renovados de vuelta al redil : que canten «la batea» y se vayan y no vuelvan nunca más, junto a sus patrones de la DERÉ.Tampoco necesita los despojos de la DC traidora y golpista.Debe evitar a los termocéfalos de los extremos y conversar con los difíciles izquierdistas de derecha y
    derechistas de izquierda para convencerlos de las bondades de una revolución social en democracia , siguiendo las necesidades y demandas del pueblo todo, como está sucediendo en la CC.Los partidos deberán renovarse ó morir.Veremos si los caciques son capaces de ser generosos y entregar su liderazgo a las demandas del pueblo.Noviembre los observa , no olviden ser solidarios!

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