Política Global

«La causa del Sáhara Occidental gana terreno en América Latina». Entrevista a Mohamed Sofiane Berrah, embajador de Argelia en Chile

Comentando los últimos éxitos conseguidos en América Latina por la causa del pueblo del Sáhara Occidental -territorio no autónomo ocupado militarmente por Marruecos desde 1975- en particular después de que Perú y Bolivia restablecieran sus relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharaui (RASD), el embajador de Argelia en Chile, el Señor Mohamed Sofiane Berrah, respondió a nuestras preguntas sobre el alcance y las consecuencias de estos acontecimientos en esta cuestión de descolonización gestionada por la ONU.

Perú y Bolivia acaban de anunciar, el 8 y el 16 de septiembre de 2021 respectivamente, el restablecimiento y el fortalecimiento de sus relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). ¿Cómo se leen estos anuncios?

Los últimos éxitos de la causa saharaui en América Latina forman parte de una nueva configuración en la región, marcada por el apoyo popular a los programas presentados por las coaliciones y movimientos progresistas de amplio espectro político. Paradójicamente, esta transformación cíclica del panorama político latinoamericano es percibida por Marruecos como el producto de una «ola roja» socialista-comunista, que no conviene a sus intereses, demostrando su desprecio y falta de respeto por la soberanía de los pueblos y su legítimo derecho a elegir el modo de gobierno que más les convenga.
Esta dinámica positiva refleja también el arraigo histórico de la causa saharaui en América Latina y la eficacia de la estrategia de despliegue de la diplomacia saharaui hacia los países latinoamericanos y caribeños, especialmente aquellos de tradición legalista y que reconocen la legitimidad de la lucha del pueblo saharaui, basada en su propia trayectoria histórica como antiguas colonias españolas.

En cuanto al reafirmado apoyo de Perú y Bolivia a la causa saharaui, no lo veo como un hecho extraño, sino como una vuelta a los fundamentos y como un hecho estructural en las tradiciones diplomáticas de ambos países. Sus respectivos dirigentes se han limitado a rehabilitar y reforzar una política de Estado que se había desviado de su trayectoria normal, para satisfacer intereses particulares y ajenos.

Es el caso de Bolivia, cuyo presidente Luis Arce fue elegido democráticamente en octubre de 2020, se limitó a corregir una inoportuna y desafortunada decisión tomada por un gobierno de facto dirigido por Jeanine Añez Chávez que, al igual que el opositor venezolano Juan Guaidó, buscaba desesperadamente el reconocimiento internacional, aunque ello supusiera romper con décadas de política de apoyo incondicional a la causa saharaui.

Observó, además, que en el comunicado adoptado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia el 16 de septiembre de 2021, no se menciona el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, sino su fortalecimiento, como una forma de echar al baúl del olvido la decisión adoptada durante el breve paréntesis del gobierno de facto de Jeanine Añez Chávez.




En cuanto a Perú, la elección del presidente Pedro Castillo, hombre del pueblo y demócrata convencido, permitió reanudar las relaciones diplomáticas con este país, que había reconocido a la RASD en 1984. Relaciones que se habían interrumpido en 1996 durante la época del expresidente Alberto Fujimori.

¿Cree que esta sucesión de reconocimientos de la RASD en América Latina cambiará el equilibrio de poder entre las partes del conflicto, Marruecos y la RASD, así como sus influencias en la región?

En mi opinión, estos reconocimientos contribuirán en gran medida e incluso tendrá un efecto ejemplarizante en otros países de la región que se animarían a seguir el mismo camino. No debemos subestimar el largo capital de simpatía y de solidaridad del que goza la causa saharaui en América Latina.

Lo más importante es que estos acontecimientos se combinan y refuerzan otros desarrollos positivos en favor de la causa saharaui.

Mencionaré en primer lugar los recientes nombramientos realizados por el secretario general de la ONU sobre el tema, nombrando al ruso Alexander Ivanko como nuevo Representante Especial para el Sáhara Occidental y jefe de la Misión de la ONU para la organización del Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO), y del Señor Staffan de Mistura como el enviado personal del secretario general de la ONU para el Sáhara Occidental.

Estos nombramientos contradicen las declaraciones negacionistas del representante permanente de Marruecos ante la ONU, quien, durante un seminario caribeño del Comité Especial de Descolonización (Comité de los 24) organizado a finales de agosto de 2021 en Dominica, concluyó de forma perentoria y con su estilo provocador que la descolonización del Sáhara Occidental estaba «definitivamente cerrada».

Además, estos nombramientos ponen fin a las evasivas de Marruecos y a sus trucos de prestidigitación que no engañan a nadie, cómo utilizar la apertura de «consulados fantasmas» en los territorios ocupados del Aaiún y de Dajla como parte de su política de “fait accompli” (hecho consumado) destinada a mantener el statu quo de este conflicto que dura ya más de 46 años.

A esta sucesión de reveses hay que añadir la bofetada recibida recientemente por Marruecos cuando las Naciones Unidas y la Unión Africana, habiendo comprendido la trampa tendida por Rabat al querer implicarlas en la observación de las elecciones del 8 de septiembre (incluyendo los territorios saharauis ocupados), se han negado sabiamente y con razón a enviar observadores para no avalar con su presencia la ocupación del territorio saharaui.

Marruecos también ha tenido que enfrentarse al hecho de que los llamados «Acuerdos de Abrahams», concluidos apresuradamente en diciembre de 2020 a la iniciativa de una administración estadounidense al final de su mandato, no han producido los efectos que reclamaba en términos de reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Tampoco han materializado ningún avance en la solución de la cuestión palestina y de los territorios árabes ocupados por Israel. Por el contrario, Marruecos se ha encontrado con un aliado incómodo y poco amistoso en Oriente Medio, cuyo calamitoso balance en términos de violaciones del derecho internacional y de los derechos humanos se asocia ahora a su imagen y afecta a su credibilidad como presidente del «Comité Al-Quds».

Por último, hay muchas posibilidades de que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea confirme, el 29 de septiembre, la validez de dos sentencias adoptadas el 10 de diciembre de 2015 y el 21 de diciembre de 2016, que concluyeron que los acuerdos agrícolas y pesqueros celebrados entre Marruecos y la UE son inaplicables al Sáhara Occidental, porque es un territorio separado y distinto de Marruecos, sobre el que este último tiene el estatus de potencia ocupante. Con ello, la próxima sentencia pondrá sin duda en tela de juicio el defectuoso acuerdo entre la Comisión Europea y Marruecos para eludir las sentencias de este tribunal, sustituyendo la noción de «consentimiento del pueblo saharaui», establecida en la sentencia de 2016, por la de «consulta a las poblaciones saharauis», lo que reduce significativamente su alcance y fuerza.

¿En su opinión, cree que Chile podría reconocer algún día a la RASD?

Esta es una pregunta hipotética a la que es difícil responder con sí o no. Por supuesto, es una decisión soberana que sólo pueden tomar las autoridades chilenas.

Sin embargo, observo que ha habido varios intentos en el pasado por parte del parlamento chileno y de representantes de organizaciones de la sociedad civil solicitando el reconocimiento de la RASD y el apoyo a la lucha del pueblo saharaui por su autodeterminación, especialmente desde los inicios de los gobiernos de transición democrática en adelante.

Espero que esta situación cambie con el advenimiento de un nuevo liderazgo y con la adopción de una nueva constitución que pueda dar un giro más operativo a los principios fundamentales que están en la base de la reivindicación del pueblo saharaui, a saber, el derecho de los pueblos a la autodeterminación y la soberanía permanente de los pueblos sobre sus riquezas y recursos naturales.

Por Arturo Alejandro Muñoz
InforsurGlobal



El Clarín de Chile

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