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Sobre la violencia: el pensamiento de un ilustre demócrata cristiano

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El problema de la violencia es ético y moral dado que el uso de la fuerza será justo o injusto, moral o inmoral, según las circunstancias. La no violencia no es obligatoria como norma. Lo que es obligatorio es el uso de medios lícitos de la defensa y promoción de los derechos personales o nacionales.

Gandhi está en el cielo, pero no tengo duda alguna que Lincoln también lo está, aunque no vaciló en enfrentar la guerra civil para asegurar la unidad de Estados Unidos y la libertad de los esclavos al precio de 500 mil muertos.

Sostener que si las víctimas de la injusticia optan por medios pacíficos «terminarán por conturbar el corazón del opresor» es una noble visión, pero totalmente a-histórica en la compleja sociedad moderna. Las decisiones del Fondo Monetario, de los bancos, de las transnacionales, son la principal causa del hambre de millones de seres humanos y del envilecimiento de pueblos enteros, en escala mil veces mayor que los patrones de carne y hueso. Los pueblos son explotados por entes jurídicos que no tienen alma, ni rostro humano, ni sistema nervioso, ni necesitan dormir.

Con la misma noble intención se asevera que solemnemente «la violencia no construye nada». Desgraciadamente la historia universal —y la nuestra, comenzando por nuestra independencia— invalidó ese juicio. Soy católico y comparto la convicción de que es mejor preferenciar los medios pacíficos a los medios violentos; pero, en pocas palabras, el problema de la violencia nació con el hombre y nos acompañará lo que dure la raza humana. 




 

Radomiro Tomic, Revista Análisis del 25 de febrero al 3 de marzo de 1986

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