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Unctad: las políticas industriales verdes son clave para que los países en desarrollo se adapten a los choques de un clima cambiante

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El año 2021 ha sido otro año de fenómenos climáticos extremos; olas de calor más intensas, ciclones tropicales cada vez más potentes, sequías prolongadas y un aumento del nivel del mar son inevitables con el aumento de las temperaturas globales, lo que trae consigo daños económicos y sufrimiento humano cada vez mayores.

En muchos países en desarrollo, las vulnerabilidades a las perturbaciones económicas y climáticas se refuerzan mutuamente, encerrando a los países en una trampa de ecodesarrollo de perturbación permanente, precariedad económica y lento crecimiento de la productividad. Cuanto mayor sea el aumento de las temperaturas globales, mayor será el daño para los países del Sur (Figura).

 

 

Figura: Pérdidas de PIB por región generadas por el calentamiento global, mediados de siglo 21

 

Publicado hoy, la segunda parte del Informe sobre el Comercio y el Desarrollo 2021 de la UNCTAD aboga por un enfoque transformador de la adaptación al cambio climático con programas de inversión pública a gran escala para adaptarse a las amenazas futuras y actuales, y políticas industriales verdes para impulsar el crecimiento y la creación de empleo.




La Secretaria General de la UNCTAD, Rebeca Grynspan, afirma: «El Informe demuestra que una acción suficiente para adaptarse al desafío climático requerirá un enfoque transformado que sea proactivo y estratégico y no simplemente retroactivo. Pero los gobiernos de los países en desarrollo necesitan de los espacios fiscal y de políticas económicas adecuados para movilizar la inversión pública a gran escala para hacer frente a las futuras amenazas climáticas, garantizando al mismo tiempo que estas inversiones complementen los objetivos de desarrollo»

La adaptación al cambio climático: algo más que un negocio arriesgado

La mayor parte del debate sobre el clima se ha centrado en la mitigación, dejando a la adaptación en un segundo plano. Esto está resultando muy cortoplacista y cada vez más costoso, sobre todo para el mundo en desarrollo, donde las perturbaciones climáticas están dañando las perspectivas de crecimiento y obligando a los gobiernos a desviar los escasos recursos desde las inversiones productivas.

En todos los niveles de desarrollo, se ha aconsejado reforzar la resistencia a las crisis mejorando las técnicas de recopilación de datos y evaluación de riesgos para proteger mejor los activos existentes y proporcionando apoyo financiero temporal cuando las crisis se materializan.

Pero el Informe sostiene que la adaptación no es tanto una cuestión de gestión de riesgo como de planificación del desarrollo. Las medidas de gestión del riesgo pueden proporcionar una resistencia parcial a los peligros climáticos actuales, pero estas intervenciones sirven para preservar las estructuras que dejan a los países en desarrollo en un estado de vulnerabilidad permanente y desplazan las opciones más orientadas al futuro.

Según Richard Kozul-Wright, director de la División de Globalización y Estrategias de Desarrollo de la UNCTAD, y autor principal del informe, «la adaptación al clima y el desarrollo están inextricablemente conectados y los esfuerzos de políticas para abordar la adaptación deben reconocerlo para tener un impacto sostenible y significativo». La única solución duradera, sugiere, «es establecer economías más resistentes mediante un proceso de transformación estructural y reduciendo la dependencia de los países en desarrollo de un pequeño número de actividades sensibles al clima».

Reequipamiento del Estado desarrollista

El Informe propone un Estado desarrollista «reequipado», facultado para aplicar políticas industriales verdes y adaptado a las circunstancias económicas locales, como el mejor camino a seguir. Las actividades relacionadas con la producción de energía renovable y la economía circular pueden, según el informe, funcionar a baja escala, abriendo oportunidades de negocio para las pequeñas empresas y las zonas rurales, ayudar a diversificar las estructuras de producción económica y reducir la dependencia de muchos países de la producción de una estrecha gama de productos básicos. Esto podría, a su vez, ampliar la base fiscal y fomentar la movilización de recursos internos como fuente de financiación del desarrollo.

Sin embargo, será necesario reforzar la movilización de recursos nacionales, entre otras cosas, mediante bancos centrales más activos, bancos públicos especializados y políticas fiscales estratégicas.

Dada la naturaleza sistémica de los retos de la adaptación y la necesidad de garantizar unos resultados más equitativos, el Estado desarrollista debe convertirse en regulador y coordinador de la financiación verde privada e ir mucho más allá de ser un simple vehículo de eliminación de riesgos.

Dado que los bancos centrales de todo el mundo pudieron ayudar a los gobiernos directamente durante la pandemia del COVID-19, el informe considera cómo el período de recuperación posterior a la pandemia podría ofrecer una oportunidad para seguir este mismo camino en apoyo de las inversiones relacionadas con el clima.

Sin embargo, la magnitud de las necesidades de adaptación y el hecho de que los que más sufren son los menos responsables de la causa del problema y los que menos pueden pagar por ellas, significa que las economías avanzadas tendrán que aumentar sus compromisos para la financiación de la adaptación (ver el UNCTAD/PRESS/PR/2021/038).

Un enfoque de la adaptación al cambio climático basado en el desarrollo

Salir de la trampa del ecodesarrollo implica que el reto de la adaptación al clima en el mundo en desarrollo debe enfocarse desde una perspectiva de desarrollo, incluyendo las siguientes características clave:

  • Abandonar la austeridad como marco de política económica por defecto para gestionar la demanda agregada, pasando a las políticas favorables a la inversión.
  • Inversión pública a gran escala para la creación de una economía diversificada con bajas emisiones de carbono, impulsada por fuentes de energía renovables y tecnologías verdes, y en la que las actividades económicas dentro de los sectores y entre ellos estén interconectadas a través de vínculos eficientes en el uso de recursos.
  • Adopción de una política industrial verde que identifique de forma proactiva los ámbitos en los que se encuentran las limitaciones más importantes para la inversión en adaptación al clima; canalización de la inversión pública y privada hacia estas actividades; y control de que estas inversiones se gestionen de forma que se creen empleos dignos y se aumente la productividad y la seguridad climática a largo plazo.
  • Adoptar una política agrícola verde, que proteja a los pequeños productores, proporcione vínculos hacia atrás y hacia delante con la industrialización verde, proteja el medio ambiente y agrande la seguridad alimentaria a través del aumento de la productividad agrícola y la seguridad de los ingresos.
  • Utilizar la producción de energía renovable y la economía circular para diversificar y reducir la dependencia de los productos básicos. La producción de energía renovable puede funcionar económicamente a baja escala, abriendo oportunidades de negocio para las pequeñas empresas y las zonas rurales.

 

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