“Al no faltarle nada, la derecha se queja de todo”. Dionisio Albarrán

Walter Garib

En el siglo pasado, don Ricardo Lagos apuntó con el dedo índice a la cámara en un programa de TV. En aquella histórica oportunidad, acusó a Pinochet de dictador. Entraba una ráfaga de aire limpio y esperanzador sobre Chile. No le importó ser apresado por la dictadura. Detrás de él, existían poderosos países que lo apoyaban y la ofensiva se había estudiado por expertos en el tema.

 

Augusto Pinochet, mediocre dictador y por añadidura, ladrón y servil a la oligarquía criolla, se descompuso. Sintió haber sido abandonado por sus patrones. Don Ricardo crecía, convertido en adalid, y después de años, el país lo premió, al elegirlo presidente. Homenaje a su osadía. Su gobierno, resultó ser de dulce y agraz y pudiendo realizar adecuadas transformaciones, en beneficio de la mayoría, se desperfiló, mientras se le entumecía el dedo índice.

 

Al quedar a medio camino y en orfandad, se convirtió en un presidente atrapado por la Constitución de Pinochet-Guzmán. Así, no dañaba los intereses de los dueños de Chile. Bogar en contra de la corriente, en un país donde manda una derecha saqueadora, que sabe remozarse y vestir hábitos de santidad, es tarea ímproba. Don Ricardo dispuso de una relativa tranquilidad social y apoyo de un pueblo, aburrido de ser abusado.




 

Sucedía a dos presidentes demócrata cristianos, los señores Patricio Aylwin Azocar y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, impuestos por la oligarquía “progresista”, empeñada en salvar sus intereses y continuar ahora, saqueando en democracia. El diseño ideal, elaborado por la banca internacional. Don Ricardo llegó al gobierno a decir “basta” de sujeción a una minoría glotona, jamás satisfecha. Se enredó en los vericuetos de la política y su administración se desdibujó, al extraviar la mística.

 

En estos días, ha demostrado su locuacidad, opinando sobre la nueva Constitución, la cual será votada el 4 de septiembre. Su lucidez política de antaño, cuando era férreo opositor a la dictadura, ha dado paso a la ambigüedad. ¿Cuál sería el intríngulis de semejante postura? En un momento crucial, le entregó su apoyo a Gabriel Boric y despejó una incógnita. Meritoria actitud, en el justo minuto. Ayudó a salvar los muebles de una devastadora inundación. La derecha, aparecía fortalecida y su candidato, José Antonio Kast, miembro de una derecha fascista, que se hace llamar republicana, se perfilaba como virtual ganador.

 

Todo este análisis se realiza, para advertir a quienes mantienen posiciones dubitativas. La actitud de don Ricardo, fortalece a quienes votarán por el rechazo a la nueva Constitución. Por algo, han aparecido los amarillos, y ahora los réprobos, agrupación donde militan conocidos renegados. Provenientes de distintas canteras políticas y corrientes filosóficas, alegan que votarán por el rechazo a la nueva constitución. A esta mazamorra, no se le conoce dirección, quien la financia y patrocina y si después del 4 de septiembre, va a continuar viva.

 

También los amarillos, fieles a su doctrina cambullonera, llaman a votar por el rechazo a la nueva Constitución. Alegan y dan sus razones al manifestar: “Rechazaremos juntos para levantarnos y empezar de nuevo. Vamos por una nueva y buena Constitución”. Dicen no ser de la derecha, aunque ocultan que el apoyo financiero proviene de ahí. ¿O de una potencia extranjera o de alienígenos? Nadie trabaja de balde, en un mundo globalizado, oprimido por el capitalismo salvaje.

Cualquiera de sólo observar por un instante a estos amarillos, descubrirá su condición de monaguillos y bufones al servicio de la oligarquía. También de quien gobernó Chile en dos períodos, y en su segunda debacle, casi destruye al país. Esta pandilla, cofradía o contubernio, tiene gastos de administración, arriendos, pago del agua y la luz —aunque es de ellos— cancelación de honorarios a las secretarias y suches, que hacen el aseo.

Don Ricardo Lagos, enredado en mañas vinculadas a la senectud, ha decidido viajar rumbo al olvido, desde donde jamás se regresa.

 

Por Walter Garib

 

 

 



El Clarín de Chile

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    • El dedo de Ricardo corazón de cabrón, apuntó al Sol y como Icaro, fué derretido, abandonado en su caída (su último intento no sobrepasó el 2% de adhesion) y ahora usado como estropajo contra el deseo del pueblo de Chile; no hay estatuas para los cobardes, pero si para los asesinos como Arturo Alessandri.

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