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A 50 años del golpe militar en Chile

Este 11 de septiembre de 2023 se cumplen 50 años desde el golpe militar ocurrido en Chile en 1973. Los efectos de este acontecimiento en nuestro país son semejantes a los provocados por una “bomba atómica”, ya que hasta la fecha sus consecuencias continúan evidentes. Chile ha quedado marcado por los eventos del 11 de septiembre, lo cual ha generado lucha por la “memoria colectiva nacional”. Esto se debe a que la Junta Militar liderada por el general Augusto Pinochet, optó por emplear todos sus recursos contra el gobierno de la Unidad Popular con la finalidad de refundar la nación. Para los elementos militares y civiles con inclinaciones de derecha, no existía motivo alguno para regresar al antiguo sistema de partidos políticos, al cual consideraban como la principal causa del “caos” y “desorden” en el país desde su perspectiva. Las fuerzas de extrema derecha derrotaron violentamente a las fuerzas de izquierda desde el ámbito estatal, transformando completamente el país en lo que podría considerarse una “revolución conservadora autoritaria”, tal como sostiene el historiador chileno Luis Corvalán Márquez. Cabe destacar que las fuerzas de extrema derecha en Chile fueron revolucionarias porque modificaron violentamente todo el sistema existente para dar paso al Chile actual. Como resultado, las fuerzas de derecha en Chile obtuvieron la victoria al establecer un nuevo orden e implementar un sistema de libre mercado basado en la protección de las empresas privadas orientadas al comercio exterior. Además, siguen cosechando triunfos ya que la Convención Constitucional para redactar una nueva Constitución finalmente fracasó y aún seguimos utilizando la Constitución de 1980 impuesta durante la dictadura civil-militar.

En relación con el contexto previo al golpe, se pueden identificar una serie de cuestiones que llevaron al fracaso del proyecto político de la Unidad Popular en Chile. Entre ellos destacan la excesiva politización y los errores cometidos por el propio gobierno. El proyecto de Industrialización por Sustitución de Importaciones, que constituía la base del modelo económico, estaba agotado desde los años cincuenta, debilitando así su viabilidad. Además, surgió una tensión por la llamada “doble revolución” propuesta por el historiador Peter Winn, que involucraba una revolución desde “arriba” (el gobierno) y desde “abajo” (los trabajadores y residentes), lo que generó conflictos internos (Véase Peter Winn, Weavers of revolution. The Yarur workers and Chile’s road to socialism. Estados Unidos: Oxford University Press).

Además, hubo una intensa campaña de descalificación política de los medios de comunicación afines al gobierno y a la oposición, caracterizada por insultos y burlas hacia los enemigos políticos. La intervención estadounidense para derrocar al presidente Allende también tuvo un impacto en el fracaso del proyecto. Asimismo, las tensiones internas dentro de los partidos de izquierda que conformaban la Unidad Popular contribuyeron a su fracaso.

En relación con la utopía de la “vía chilena al socialismo”, se puede argumentar que se basó en una visión simplificada de la “toma de poder”. Michel Foucault, en su obra Microfísica del Poder, demostró que el poder está disperso y que lo que se logra es una cuota de poder. El gran problema de la Unidad Popular y del presidente Salvador Allende fue no comprender que el poder está disperso y que generar cambios a través del Estado es extremadamente difícil debido a su naturaleza conservadora.

Hoy en día, las izquierdas siguen divididas y sus discrepancias públicas terminan beneficiando a las fuerzas de derecha. A diferencia de la época de la Unidad Popular, las izquierdas actuales carecen de un horizonte claro de expectativas que apunte a metas universales. Se centran más en políticas de identidad que, como sostiene el politólogo Alfredo Joignant, tienen dificultades para ser escalables. Un proyecto político identitario de izquierdas difícilmente tendrá sentido para un trabajador de la construcción, un campesino en Ñuble o un pescador en La Herradura, Coquimbo.




A pesar de lo anterior, las fuerzas de izquierda realizaron una importante autocrítica desde el exilio por su forma de actuar durante la Unidad Popular. Destacan en este sentido las contribuciones de Tomás Moulian y Manuel Antonio Garretón, así como la llamada “renovación socialista” liderada desde el extranjero por Carlos Altamirano, lo cual incluso llevó a la escisión del Partido Socialista en 1979. En los años siguientes, el debate continuó hasta que en gran parte de la izquierda se impuso la idea de que la única forma de gobernar y lograr cambios era estableciendo un acuerdo amplio y sólido con la Democracia Cristiana. Esto quedó sellado luego de múltiples reuniones entre Patricio Aylwin y Clodomiro Almeyda en el Anexo Cárcel Capuchinos en 1988, donde Almeyda se encontraba preso después de ingresar clandestinamente a Chile. Estas reuniones fueron parte fundamental de lo que dio vida a la Concertación de Partidos por la Democracia.

Mientras ocurría esa autocrítica intelectual de la izquierda, en la derecha nunca se llevó a cabo un ejercicio similar. Lo más cercano fueron las declaraciones citadas de Piñera en 2013, aunque tuvieron poco impacto en su sector. Para este sector, ellos habían derrotado al “marxismo” y establecido un régimen de “libertad”. Este argumento continúa aún en sectores considerables de algunos actores de las derechas como Carlos Larraín, Luis Larraín, Juan Antonio Coloma, Andrés Chadwick, Iván Moreira, Luis Silva, José Antonio Kast, etcétera.

Además, las derechas chilenas no estaban preocupadas por su “historia”, ya que habían triunfado en 1973. Sin embargo, después de 2014, con la publicación del libro La derecha en la Crisis del Bicentenario del filósofo Hugo Herrera, que destacaba la crisis de discurso de la derecha, extremadamente economicista y sin complejidad, recién entonces las derechas comienzan a darse cuenta de que necesitan ocuparse de otros aspectos que habían abandonado (cultura, discurso político más elaborado, menos económico). Para esto, recurren a sus tradiciones de pensamiento y tradiciones ideológicas para reconfigurarse discursivamente.

Cabe señalar que la dictadura civil-militar fue terrorífica. Nada puede justificar el horror que cometió la junta militar, las fuerzas de seguridad y los civiles al avalar y justificar la muerte sistemática de chilenos, a pesar del “contexto” de la Unidad Popular. Para cumplir con los objetivos refundacionales, la dictadura silenció, asesinó y torturó a todos los opositores, incluso a personas que en un principio apoyaron el golpe militar (como el General Gustavo Leigh, entre otros). Sobre estos temas, las atrocidades realizadas por los organismos de seguridad están muy documentadas y no es necesario explicarlas en esta columna. Lo importante de todo esto es que el país sigue dividido desde 1973 en adelante, porque el peso de la memoria sigue presente en aquellos sectores que se vieron afectados y que participaron en esos acontecimientos. De hecho, hay sectores que aún claman por justicia y otros que incluso niegan la violencia sexual sufrida por las detenidas durante la dictadura, como lo afirmó recientemente la diputada de la República en representación del distrito N° 22 de la región de La Araucanía, Gloria Naveillán. En este sentido, las cifras de la Encuesta CERC-MORI muestran que un 36% de los encuestados cree que los militares tenían razón al llevar a cabo el golpe de Estado.

Con respecto a lo anteriormente expuesto, resulta destacable constatar que las fuerzas de centroderecha, en particular Evópoli, las cuales están destinadas a convertirse en una fuerza de centro dentro del espectro de las ideologías de derecha, optan por guardar silencio en relación con el aniversario de los 50 años del golpe de Estado. En este sentido, las tesis planteadas por la socióloga francesa Stephanie Alenda en su obra Anatomía de la derecha, las cuales abogan por la existencia de una derecha de tendencia centrista, liberal y democrática, se ven puestas en entredicho no solo en esta conmemoración de tan significativa fecha, sino también en lo que respecta a la justificación de la violencia policial durante el denominado “estallido social” y al apoyo incondicional a la opción “Rechazo”. Todas las corrientes de la derecha, en este sentido, han defendido el golpe militar haciendo alusión al “contexto”, como si este pudiera ser un argumento válido para justificar las atrocidades cometidas durante el régimen dictatorial. Mantengo la postura de que Chile requiere de una derecha liberal y democrática, incluso tomando como referencia el modelo francés propuesto por Alenda en su sistema político, a fin de poder concebir una nueva visión para Chile desde perspectivas diversas.

En suma, la conmemoración de los cincuenta años del golpe militar en Chile adquiere en septiembre una intensidad inusual, principalmente debido a la falta de cierre en las responsabilidades individuales y colectivas relacionadas con el golpe militar y la subsiguiente dictadura. En la actualidad, se observa la existencia de visiones de extrema derecha y derecha radical en Chile. Estas corrientes políticas están llevando a cabo una cruzada moral contra el gobierno de centroizquierda de Gabriel Boric y los valores que representa, con el propósito de movilizar a la opinión pública y deslegitimarlo. Por tanto, resulta poco probable que las derechas alteren su perspectiva que considera el 11 de septiembre como una “gesta heroica”.

En última instancia, se evidencia una división entre las élites políticas en relación a este tema, y se proyecta que esta divergencia persistirá en el futuro. Este desafío trae consigo una significativa dificultad, dado que una élite fragmentada encuentra obstáculos para articular un proyecto nacional que involucre la reestructuración de nuevas lógicas de coordinación. En la actualidad, las urgencias del país exigen, sin lugar a dudas, la imperativa necesidad de alcanzar la reconciliación, la verdad y la justicia para enfrentar de manera adecuada el complejo y complicado siglo XXI que se vislumbra.

 

Fabián Bustamante Olguín

Doctor en Sociología, Universidad Alberto Hurtado

Académico e investigador del Instituto de Ciencias Religiosas y Filosofía, Universidad Católica del Norte, Coquimbo

 



El Clarín de Chile

Ver comentarios

  • El sociólogo que comenta le dedica media línea de su artículo: "La intervención estadounidense para derrocar al presidente Allende también tuvo un impacto en el fracaso del proyecto.". Quienes organizaban bajar Allende desde 1964 o antes, que financiaron todos los partidos de Derecha, PDC sobretodo para impedir al menos la neutralidad de estos; los que pagaron a los camioneros y comerciantes, a Patria y Libertad para acciones terroristas y asesinatos; a generales traidores pagados por la CIA para organizar la conjura; quienes estrangularon nuestro comercio exterior. Todo eso a este serio cientista le parece solamente que "también tuvo un impacto". Que juicio tan poco serio para alguien que se pretende cientista.
    Declara además que la experiencia de la UP fue derrotada. La Via chilena al Socialismo era para el solo una "utopía". Señala que fracasó el proyecto económico de Substitución de Importaciones. La creación de un sector estratégico de Economía Social y la nacionalización de nuestros recursos naturales tenía otras prioridades y objetivos. Nada que ver con Substitución de Importaciones . Se trataba de obtener "nuestra segunda independencia" como decía Allende, incluída una revolución informática. Tampoco dice una palabra del bloqueo económico que EEUU y otros países de "Occidente" aplicaron contra Chile, negando el crédito que cualquier país pobre y endeudado como Chile necesitaba con urgencia. Y que provocó todo lo que se sabe. Ningún crítico de Derecha sobre este proceso hace referencia como un factor importante en quebrar la economía de un país al crédito externo que fue cortado a fondo a Chile. "Hacer chillar la economía" como decía Nixon.
    Estos sociólogos de la Derecha poco o nada contribuyen para explicar sin prejuicios ideológicos el Golpe de Estado. No se es buen cientista social y político cuando los aspectos fundamentales de un proceso son soslayados. Particularmente el contexto internacional como fué el caso de la UP, conviertiendo aspectos secundarios en fundamentales. Todo, para hacerlos coincidir con unas conclusiones que ya están en la cabeza de pseudo investigador. Espero alguien del ramo de la Sociologia con un poco más de objetividad desmienta cientificamente toda una gama de analistas que han surgido estos dias para re-escribir a su manera la Historia de Chile. Exigencia de la ideologia dominante.

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