Política Global

ONU presenta el nuevo plan para atender las necesidades de los refugiados saharauis

“No me disgustarás con la guerra. Se dice que aniquila a los débiles, pero la paz hace lo mismo”. Bertolt Brecht.

Refugiados en territorios argelinos desde más de 40 años, los saharauis continúan estacionados en medio del desierto. El silencio mediático y la ausencia de un proyecto concreto que resuelva esta situación los bloquea en un limbo sin fin al cual la comunidad internacional sigue indiferente.

“Usted, cuando le quitan a su casa, va luchar con uñas, pies, porque no puedes dejar a nadie que le quite a su casa, y aún menos su tierra, es una condición de existencia. Porque si no existes no eres nadie”, nos compartía hace unos años Mohamed Fadel Henia, director del Hospital Central de Rabouni, en los campamentos de refugiados en el sur de Tindouf adonde los saharauis se encuentran aparcados por la comunidad internacional desde más de 45 años. “¿Que quiere el pueblo saharaui? Un referéndum, cualquier solución pacifica que respete a nuestro pueblo y a los acuerdos hechos antes las Naciones Unidas hace demasiados años. Porque, al contrario, no nos quedaremos con las manos cruzadas”.

El territorio del Sahara Occidental es clave desde el punto de vista geoestratégico: rico en fosfatos, hierro, petróleo y gas. Esto atrae desde años a empresas de 39 países diferentes que explotan esos recursos, aunque la resolución 1803 (XVII) de Naciones Unidas afirma que “la violación de los derechos soberanos de los pueblos y naciones sobre su riqueza y recursos naturales es contraria al espíritu y los principios de las Naciones Unidas y obstaculiza el desarrollo de la cooperación internacional para la preservación de la paz”, y talvez es por eso que la situación todavía no se resuelve.

De hecho, en los campos de refugiados de Tinduf, la población saharaui se enfrenta a condiciones de vida cada vez más difíciles, exacerbadas por las presiones del cambio climático y los crecientes precios de los productos alimenticios esenciales. Esta situación duradera, que persiste desde 1975, presenta enormes dificultades para los actores humanitarios que se esfuerzan por mantener la asistencia al nivel necesario para abordar las necesidades de los refugiados saharauis. Este desafío adquiere una importancia aún mayor en el contexto de un panorama global marcado por una ayuda humanitaria cada vez menor en medio de una multitud de crisis.




A pesar de los esfuerzos diligentes, los esfuerzos humanitarios destinados a ayudar a los refugiados saharauis siguen careciendo constantemente de financiación suficiente. En consecuencia, el 90% de la población saharaui que reside en los campamentos de Tinduf padece inseguridad alimentaria o es vulnerable a la inseguridad alimentaria, lo que provoca un grave deterioro nutricional, especialmente entre los más vulnerables, en particular los niños, donde uno de cada diez niños sufre desnutrición aguda grave. Estos campos albergan a refugiados cuyo sustento depende en gran medida de la ayuda humanitaria internacional, que constituye las tres cuartas partes de su suministro de alimentos. En este contexto, el llamado a la solidaridad internacional es imperativo para proteger a estos refugiados y mitigar las devastadoras repercusiones de las fluctuaciones en la asistencia humanitaria.

Las agencias de las Naciones Unidas (ACNUR, PMA, UNICEF y OMS) han realizado esfuerzos sustanciales en el diseño de un plan para mejorar la eficacia de las acciones humanitarias para satisfacer las necesidades de la población saharaui en los campamentos de Tinduf, garantizando que nadie se quede atrás. A través de una alianza que abarca a los veintiocho actores humanitarios sobre el terreno, el documento del Plan de Respuesta a los Refugiados Saharauis (SRRP) delinea la totalidad de las necesidades de los 173.600 saharauis que residen en los campamentos para el período 2024-2025, estimando la financiación en $214 millones de dólares.

Estos recursos están destinados a garantizar la estabilidad alimentaria y abordar las necesidades nutricionales dentro de los campamentos, mejorar el acceso a la educación, garantizar un suministro confiable de agua, ofrecer servicios de protección (incluido el estado civil y las necesidades específicas) y promover condiciones higiénicas y sanitarias para mejorar y promover la salud. Además, se han adoptado medidas para diversificar las actividades de subsistencia para mitigar los efectos adversos de la volatilidad de la ayuda humanitaria y aliviar el impacto de las fluctuaciones de precios en los mercados mundiales de alimentos.

Se espera que este plan de respuesta 2024-2025 pueda garantizar una respuesta humanitaria eficaz, a pesar del olvido mediatico y de la mayoria de la comunidad internacional frente a este conflicto.



Elena Rusca

Periodista, corresponsal en Ginebra

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