La planta de laminados de Huachipato tuvo que cerrar recientemente sus actividades por cuanto la competencia china la obligó a salir del mercado nacional. Eso trae consecuencias obviamente negativas para los trabajadores. El Arzobispo de Santiago, monseñor Fernando Chomali, ha expresado respecto a esta situación lo siguiente: “se dejó caer la industria del calzado, las textiles y tantas otras. Ahora, la siderurgia de Huachipato. Este proceso solo traerá desdicha y pobreza a miles de familias.” Esas palabras del Arzobispo denotan una clara y positiva postura de defensa de los trabajadores y de crítica al modelo económico imperante.

El cierre parcial de la industria siderúrgica es consecuencia inevitable de los tratados de libre comercio firmados por Chile, en este caso con China. Estamos obligados, por obra y gracia de esos compromisos, a mantener abiertas nuestras fronteras económicas al laminado proveniente de China – y a todos los productos que ese país quiera vendernos –  que al ser más baratos que los producidos en Chile, eliminan a los nuestros del mercado. Aquí no hay compasión. Se trata de una batalla a muerte: el que tenga mayor productividad, o menores costos o mayor apoyo de su gobierno, tendrá menores precios y se quedará con el mercado. El otro tendrá que morir. Esa es la lógica del sistema comercial en que estamos envueltos.

¿Qué gana con eso Chile? La eventual ganancia está dada por el hecho de que así como China puede entrar con sus laminados al mercado chileno, y dejar muertos y heridos económicos a su paso, así también nosotros podemos entrar libremente al mercado chino con nuestros productos agrícolas o mineros, y disfrutar allí de una situación de cómoda competitividad. Estamos sacrificando, con ello, a Huachipato y sus laminados, para favorecer a nuestra agricultura con sus cerezas, y a la minería con su cobre o su litio. En otras palabras, estamos sacrificando la posibilidad de avanzar en el campo de la industrialización, para consolidar nuestra condición de productores y exportadores primarios.

Esto no es una cosa que solo suceda en el campo de la industria siderúrgica, sino que sucede desde hace varias décadas a lo largo y ancho de toda nuestra economía. El Arzobispo Chomali, con manifiesto dolor y desilusión, agrega que “este es un viaje sin retorno que empobrecerá a Chile”. Tiene razón el Arzobispo Chomali en que no hay muchas razones cercanas como para ser muy optimista respecto a un eventual cambio de la situación descrita. Pero el mundo es dinámico y cambiante y no está congelado en las actuales correlaciones de fuerzas y de intereses.

Aun cuando se acuse a los chilenos de que con esos tratados comerciales hemos vendido nuestra alma al diablo, todavía hay algunas posibilidades de corregir las situaciones que hemos generado. Todos los tratados suelen tener listados de excepción, consistentes en conjuntos de mercancías con respecto a las cuales se acuerda que no se aplicará la reducción generalizada de aranceles. También hay cláusulas de salvaguardia, que son situaciones comerciales que permiten a los países tomar medidas de defensa de su economía cuando una situación comercial está causando grave daño a ésta. Además, cada país tiene posibilidades de querellarse contra otro cuando se estime que éste está incurriendo en prácticas comerciales desleales, tales como el dumping o los subsidios, y hay mecanismos institucionalizados para solucionar esas controversias. Por último, siempre hay posibilidades de renegociar lo que se negoció con anterioridad, lo cual solo se puede hacer cuando cada país está dispuesto a ceder en algunas cosas y ganar en otras. Y hay que tener en cuenta que incluso para los países que dominan la escena económica internacional suceden circunstancias políticas, militares o económicas en las cuales se fortalece la necesidad de generar o de fortalecer sus alianzas y de tener actitudes más proclives a las negociaciones con sus nuevos o antiguos socios comerciales.




Pero para aprovechar esas circunstancias hay que tener claras desde el principio las metas que se esperan alcanzar y caminar consecuentemente en esa dirección, conscientes de que se trata de una lucha larga y difícil. Pero un camino, por largo que sea, comienza siempre por un primer paso.

 

Por Sergio Arancibia

 

 

 

 

 



Sergio Arancibia

Economista

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  • Chile comenzó a subordinarse completamente al mercado mundial (y a abandonar toda integración económica regional efectiva) con Pinochet y culminó dicha subordinación con los gobiernos concertacionistas: Suscripción de múltiples TLC bilaterales; rechazo de la invitación a integrarse al Mercosur; mantención de la salida del Pacto Andino; consagración del fin del CIPEC de 1988 y del que Chile fue su principal creador en la década del 60; adhesión al TPP11; reciente suscripción de un tratado Chile- Unión Europea (un enano con un gigante...); etc. etc.

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