En medio de una creciente controversia y denuncias de graves irregularidades, la diputada Claudia Mix ha lanzado un llamado contundente: el Alto Mando de la Policía de Investigaciones (PDI) debería renunciar. Esta exigencia no es caprichosa ni sin fundamentos. Detrás de ella yace una serie de acusaciones que ponen en entredicho la integridad y la ética de quienes lideran esta importante institución.
Uno de los nombres en el ojo del huracán es el del renunciado director Sergio Muñoz. Mix señala que lo mínimo aceptable hubiese sido que el presidente Gabriel Boric le pidiera la renuncia. Pero el problema no se limita únicamente a Muñoz. Un importante hallazgo pone en tela de juicio la moralidad de todo el Alto Mando de la PDI.
El Prefecto General Claudio González Hofstetter, segundo en jerarquía y subrogante en la dirección, ha sido implicado en causas que rozan la lesa humanidad. Una denuncia revela que durante su tiempo como estudiante en la Escuela de Investigaciones, participó en prácticas de tortura. ¿El método? Nada menos que la aplicación de corriente eléctrica utilizando un instrumento conocido como «la lora» sobre uno de sus propios compañeros.
Este hecho no solo es indignante por sí mismo, sino que arroja una sombra oscura sobre toda la institución. ¿Cómo es posible que alguien con este tipo de antecedentes pueda ocupar una posición de liderazgo en la PDI? ¿Qué clase de mensaje envía esto a la sociedad? Estas preguntas exigen respuestas, y la única solución adecuada parece ser que el Alto Mando de la PDI dé un paso al costado.
La diputada Mix ha sido clara en su llamado: necesitamos una Policía de Investigaciones que cumpla con un alto estándar ético. La confianza pública en la institución está en juego, y no podemos permitir que los responsables de presuntas violaciones de derechos humanos y conductas inmorales permanezcan en sus cargos.
Es hora de que las autoridades tomen medidas contundentes y transparentes. La justicia, la ética y el respeto por los derechos humanos no pueden ser comprometidos bajo ninguna circunstancia. La renuncia del Alto Mando de la PDI es un paso crucial hacia la reconstrucción de la confianza perdida y el restablecimiento de la integridad en nuestras instituciones de seguridad.
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