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Pepe Auth encabeza hoy el sepelio de la oposición

El rey ha muerto, ¡viva el rey! La izquierda ha muerto… ¡viva la izquierda! ¿Cuál izquierda? ¿La que tiene mercachifles en el Congreso Nacional?

 

Oposición requiescat in pace. Es la frase que mejor viene al caso, aunque también podría quedarle como anillo al dedo el título de la obra de García Márquez “Crónica de una muerte anunciada”.  En honor a la verdad, esta oposición mostraba severos síntomas de autopsia ya en el comienzo del primer gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014).

 

Si se me permite hacer un símil, puedo recurrir a una vieja película sobre el far-west titulada “El hombre que mató a Liberty Valance”, en la que muchos creyeron que el victimario había sido James Stewart, pero finalmente se supo que el disparo lo había efectuado John Wayne. Algo similar ocurre con la ‘muerte de la actual oposición’. ¿Quién la mató?

 

Ya, pues, ¿quién mató a la oposición? ¿Fuenteovejuna? ¿Auth? ¿Alinco? ¿Rosas? ¿Velásquez? ¿Sabag? ¿Walker? Ni ellos ni Fuenteovejuna son los principales imputados, pues sobran antecedentes para declarar que esa muerte es producto de un acuerdo de mercachifles, algo tan banal como la ley de la oferta y la demanda campeando a sus anchas por oficinas, pasillos y hemiciclo del horroroso edificio donde funciona el Poder Legislativo.

 

Un acuerdo de mercachifles que desembocó en suicidio, pero suicidio de la peor especie, pues si hubiese sido algo parecido a un harakiri muchos chilenos podrían barruntar que la espada abrió surcos en defensa de la dignidad atropellada, basureado y prostituida, o actuó para lavar la honra de quien cometió serias ofensas contra el país y su gente. Pero, en este caso no se trata de un harakiri, pues no se puede defender lo que no se tiene (la honra).




 

Pepe Auth, según algunos analistas, se encargó de rematar a una oposición agonizante. El tiro de gracia, le llaman por ahí. Lo delicado del asunto es que al parecer apretó el gatillo con mucho gusto, casi con placer, provocando la satisfacción en varios de sus pares de las cofradías políticas, como Jorge Burgos, Mariana Aylwin, Andrés Zaldívar, Frei Ruiz.-Tagle, Gutenberg Martínez, Ignacio Walker, el ‘guatón’ Correa, Ottone, Farcas, Rossi, Harboe, Lagos Weber, Escalona, en fin, la lista puede ser demasiado larga.

 

Tal vez, Pepe Auth privilegió, por sobre su responsabilidad política, el bienestar laboral de sus dos hijas, Celine y Yeni Auth, quienes trabajan en la Municipalidad de Maipú y en el Ministerio de Energía, respectivamente. El aceite fenicio todo lo embadurna… y es aromático. No es por nada, pero siempre me ha parecido que física y moralmente Pepe Auth tiene un parecido –un ‘aire’, diría mi abuela-  al abogado Aldo Duque. Su cercanía laboral y mediática con especímenes como Gonzalo de la Carrera, ‘Checho’ Hirane y Sergio Melnick (en radio Agricultura), aumenta mis sospechas.

 

Sea como sea, una vez más, la oposición ha dado vergüenza. Lo ocurrido en la votación final para intentar acusar constitucionalmente a la ministra Marcela Cubillos, fue un claro reconocimiento a la inexistencia de unidad y a la defensa de asuntos que en muchos casos distan bastante del interés mayoritario de sus propios electores. En estricto apego a la realidad, votar a favor de la ministra Cubillos significó también votar a favor de la segregación en educación, de la comercialización de la educación, y del empobrecimiento de esa educación al aprobar –en los hechos concretos- la eliminación de las asignaturas de Filosofía, Historia y Educación Física en algunos tramos de la malla curricular de la enseñanza media.  

 

Que algunos democristianos hayan decidido sacarse la careta, es algo que se agradece. Queda claro que esa tienda partidista obedece obsesivamente a la “teoría del péndulo” que hace ya una punta de años esbozó Julio Durán Neumann, un radical que voló raudamente hacia las trincheras ultraderechistas en la época de la Unidad Popular. La comentada ‘teoría del péndulo’ se refiere a las volteretas en política, especialmente aquellas efectuadas por  partidos que aseguran estar ubicados en el centro del espectro.

 

El PDC ha querido apropiarse ad eternum de esa posición, y del ‘péndulo’, como bien muestra su propia historia de sediciones y contubernios en el pasado cercano al participar activamente –junto a la derecha- en la desestabilización de la democracia entre 1970 y 1973, así como producido el golpe de estado varios demócratas cristianos delataron a personas de izquierda entregando sus nombres a los agentes del estado dictatorial.

 

Por ello, que algunos de sus parlamentarios hayan decidido ahora salvar a la ministra Cubillos no tiene mucho de extraño, menos si se recuerda que ya ‘perdonaron’ a la derecha la acusación constitucional que esta aplicó a una connotada dirigente DC, Yasna Provoste, en ese entonces también ministra de Educación.

 

En cuanto a los dirigentes socialistas y pepedeístas, la situación no es halagüeña tampoco. Ambas tiendas han venido apoyando sin ambages el sistema neoliberal desde el día siguiente del triunfo del NO en el plebiscito de 1988. El abandono de sus principios, valores y raíces ha sido cuestión rutinaria en los últimos años, lo que gatilló la formación de nuevos referentes y el desprecio de una buena parte del electorado izquierdista por los partidos que conformaron la Concertación y luego la Nueva Mayoría. “Mayordomos”, se les llamó. Obsecuentes empleados de los patrones derechistas. Siguen siéndolo.

 

Por eso, lo acaecido en el Congreso durante la votación de la acusación constitucional contra la ministra Marcela Cubillos, ratificó que para la verdadera izquierda (la que no es ‘oficial’ pero sí es mayoritaria en el sector) resulta imperioso regresar a los “tres tercios” de la política chilena, aunque para ello se requiere contar con una izquierda en serio, de verdad, unida y sin alianzas con quienes traicionaron y se vendieron al aceite fenicio del  mundillo empresarial derechista.

 

Pepe Auth no mató a la izquierda oficial mayordomil ni a la mercachiflera oposición a este gobierno piñerista… simplemente se le señala como aquel que les dio el tiro de gracia para terminar con una agonía que ya molesta. Lo grave es que lo hizo creyendo que era quien de verdad  terminaba con la vida de Liberty Valance. Y eso sí lo convierte política y moralmente en asesino, aunque en la dura realidad sólo sea quien encabeza el sepelio…tanto el de ambas facciones como el propio (políticamente hablando, por cierto).   

 

 

 



El Clarín de Chile

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