“Las revoluciones no se hacen con leyes”
Carlos Marx.
El día 26 de abril del presente año, la ciudadanía chilena debió haber asistido al “plebiscito de entrada” para decidir si aprobaba o rechazaba la propuesta de modificar la Constitución Política de 1980 como también, en el mismo acto, decidir si lo haría a través de una Convención Constitucional mixta o una Asamblea Constituyente. Sin embargo, la llegada de un “invitado de piedra”, el COVID-19, a comienzos de marzo, postergó dicho plebiscito para el próximo mes de octubre del presente año. Es decir, al año justo de haberse iniciado la mayor y más importante rebelión popular y ciudadana del presente siglo. Rebelión, por cierto, también está suspendida por la indeseable visita.
La insurrección social y política de O-19 había abierto una coyuntura constitucional, la cual fue instalada por el poder constituido, en un acuerdo fraguado entre el gobierno de S. Piñera y la clase política (partidos políticos) parlamentaria con el objeto de frenar y controlar la rebelión popular. Pues, tanto el gobierno, el sistema político y la sociedad neoliberal se encontraban desbordados por la acción revolucionaria de los “condenados por el neoliberalismo”.
Cabe señalar que esta rebelión, la mayor que había experimentado hasta entonces cualquiera sociedad neoliberal regional o mundial, no era solo contra el gobierno de Piñera, ni contra la clase política corrupta y sus partidos, ni en protesta del abuso de los poderosos, o contra la desigualdad, sino que era, esencialmente, una rebelión anticapitalista, impulsada y protagonizada por los sectores sociales postergados y olvidados por el neoliberalismo. Su activa y violenta presencia en las calles y ciudades, como ha sido habitual aterró a los poderosos del país. Invocaron, primero a los militares, y cuando estos fueron derrotados y obligados a regresar a sus cuarteles, por la desobediencia ciudadanía popular, la elite dirigente decidió impulsar una salida política: invocar al poder constituyente ciudadano.
Efectivamente, el 15 de noviembre, cuando se acordó, iniciar una “cambio constitucional” sacrificando con dolor y angustia para los sectores dominantes, de la constitución política de 1980, el conflicto político fue reducido a la cuestión constitucional. Y, en cierta forma, el poder constituido comenzó a manejar los hilos conductores de dicho proceso. Con ello la política institucional tomaba aliento y lograba zafar de la rebelión social y política. Y, esta perdió el carácter revolucionario y, sobre todo, anticapitalista. Y, los sectores más conservadores y reformista, vieron en la salida constituyente, una vía política de evitar la revolución. No solo la revolución social anticapitalista es temida por los poderosos sino también por las capas medias.
En consecuencia, la cuestión constitucional se puso a la orden del día. Al poco tiempo, emergieron, en la formación social chilena, tres poderes constituyentes. Los cuales iniciaron la disputa por el control del cambio y del proceso constitucional. Estos tres poderes constituyentes son los siguientes:
Este poder político y social, había sido y era ejercido por los actores centrales de la rebelión y estaban practicando y haciendo la «política» desde octubre de 2019; eran los que se había apropiado de los espacios públicos, los que habían conquistado esos espacios y rebautizado con nombres que hablan de su proyecto social anticapitalista, anticolonial, liberador y emancipador.
Este proyecto se había estado construyendo en los márgenes de la sociedad neoliberal durante los últimos años. La política popular, al contrario de la «política estéril», propia de los sectores neoliberales como también liberales, de la política institucional, es fecunda, pues, construye futuro, no busca administrar la política neoliberal, como lo hacen y lo plantean sus adversarios. Los neoliberales y liberales, que si bien, expresan un poder constituyente, este es un poder conservador a lo más reformista. Ellos, entre sí, pueden ser aliados políticos como lo son. Pues su adversario principal es el poder constituyente popular y revolucionario.
Hasta el 16 de marzo, cuando la invasión del COVID-19, detuvo el proceso político, estos tres poderes estaban en conflicto. Todo se ha suspendido para octubre de 2020, sí, salimos vivos tanto de las decisiones del gobierno corrupto de Piñera como de las consecuencias del COVID-19.
Esta conjunción hace que el presente como el futuro inmediato de la sociedad chilena popular sea muy peligroso e incierto para su vida. Por eso, cuando se salga de la pandemia, tal vez, volvamos retomar lo que se estaba discutiendo en marzo 2020. Lo más probable que la lucha social y política entre los tres poderes constituyentes, que hemos señalado, se vuelva más álgida y profunda.
La lección histórica y política que nos está dejando la pandemia es que debemos buscar la superación de la sociedad neoliberal. Por lo tanto, debemos poner en marcha un proceso revolucionario holístico, el cual pueda destituir y destruir la estructura de poder actual y construir una nueva sociedad en donde la redacción de la nueva constitución sea el resultado final de ese proceso.
Esa la tarea del poder constituyente revolucionario popular. Pues, del neoliberal o del liberal, solo podemos esperar la continuidad del capitalismo con nuevas normas y reglas institucionales, con una nueva estructura jurídica-política, una nueva forma de Estado capitalista. En este solo se van regular de manera distinta, las formas de explotación y devastación de la vida y de la naturaleza que realiza el capital.
Juan Carlos Gómez Leyton
Dr. en Ciencias Sociales y Política
Santiago Centro, 25 de abril 2020
JCGL/jcgl,
Como profesor que me desempeñé en escuelas vulnerables golpeadas por la pobreza, agredido por la…
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La historia del "convidado de piedra" , covid19 , no tiene final anunciado y puede ser simplemente atroz.Post virus , si.....
no se ven interlocutores viables para la acción revolucionaria y la presión puede resolverse en un auto golpe cívico-militar
como ya estaba sucediendo.Tal vez un movimiento horizontal donde .por ej. las municipalidades nombran representantes a una asamblea organizadora del proceso que propondrá reglas y propósitos a la ciudadanía para ,de allí , saltar a la nueva constitución que contenga los parámertros sociales cuestionados......la toma de las plazas Dignidad no llevarán a buen puerto.
Sin duda ,hay personas muy calificadas para proponer pasos post pandemia para el problema político social del país y hay tiempo,por ahora , para pensar en esto.