Poder y Política

Piñera, un tartufo y golpista en esencia

La derecha chilena siempre huele a golpismo, lo reivindica, considera que es una justa acción consecuencia de la misericordia y de la luz que llega de Dios.

En Chile, por ejemplo, pasados algunos días de la criminalidad del 11 de septiembre, Pinochet y sus amotinados agradeció a Dios, a la Virgen María y a todo el ejército celestial por haber estado en aquella fatídica fecha junto a todos los militares que iniciaban una cacería al hombre que duraría algo más que diecisiete años.

Piñera en aquellos años era estudiante en una universidad norteamericana que celebró con champaña la noticia del quiebre institucional del 11 de septiembre como lo recuerdan sus compañeros de universidad en aquellos años.

Su padre había sido embajador durante el gobierno de Eduardo Frei en Bélgica y pudo haber estado entre los trece demócratas cristianos que firmaron la digna declaración que condenaba el golpe militar. Sucede que luego de haber firmado llamó por teléfono para que fuera borrado. Habría sido el número catorce, pero su convicción golpista como la de sus hijos lo hacen que no esté en aquella foto.

Existe en ellos una condición natural, esa conducta de cobardes, de no dar la cara, de pedir que otros hagan lo que ellos por cobardía no podrán hacer nunca; transitan como unos verdaderos pusilánimes. Pagan pero también les gusta recibir verdes billetes que le aseguran la comodidad y los hacen quedar como los mejores amigos de los norteamericanos.




Desde hace algunos años Venezuela juega con aquel país como si de una muñeca rota se tratara. Piñera y sus adláteres se han ensañado llegando a utilizar a todo un país en una campaña del terror que marcó las últimas elecciones presidenciales. Recurso igual al que el PDC utilizara en la elecciones de 1964 cuando sostenía que estaban por llegar los tanques rusos para quedarse frente a La Moneda o que los hijos serán enviados a la Unión Soviética.

En esta década le tocó el turno a Venezuela. Jamás tendrían los mediocres políticos de la derecha cuestionar a China y al glorioso partido de Mao. Se lo comen verde aunque para los empresarios que hacen negocios con el país de la Gran Muralla el dinero no tiene color, olor ni sabor, sencillamente es bueno y mientras más ingrese sin hacer mucho ruido todo está perfecto.

Es difícil que Piñera no estuviera estado informado de lo que realmente sucedería en Cúcuta, y si no se enteró es sencillamente porque sus aliados Duque el colombiano y esos del Acuerdo de Lima lo ningunearon y quedó sencillamente como maniquí para la mala foto que se tomaron entre ellos.

Con bastante anterioridad la prensa del duopolio derramó tinta a raudales para convertir a Piñera en el nuevo salvador, el tejedor del paracaídas de Guaidó. Toda la prensa chilena, esa que recibe la publicidad del gobierno, preparó el viaje piñeirano a la ciudad colombiana de Cúcuta, desde donde partirían camiones con ayuda humanitaria urgente para el pueblo venezolano. Se debe dejar constancia que el ingreso de Guaidó a Colombia sucedió bajo el amparo de grupos de traficantes, tal como lo denuncia el País de España, diario que no se puede considerar un aliado del chavismo.

Guaidó y su grupo de aliados logró convencer a unos cuantos que la caída de Maduro era asunto de unas semanas, lo que dio paso a los intereses que siempre están detrás de cualquier acontecimiento en cualquier lugar del mundo conde existan posibilidades de estar con el que gobierna para hacer los grandes negocios. Cúcuta no era diferente a otros.

La derecha tiene aspecto eterno de cavernícola como la describiera Vargas Llosa, que no es chavista ni castrista, tampoco un guevarista ni siquiera cercano a Pablo Iglesias del Podemos español.

En el cuadro latinoamericano todas las derechas que nada han aportado al desarrollo del continente, y que administran la profundización de la miseria y la desigualdad de todos los países al sur del Rio Bravo comen en la misma mesa para ver caer  Nicolás Maduro.

Sebastián Piñera está encantado con ser presidente de segundones o adoradores de Trump junto a Iván Duque hijo de Alvaro Uribe a quienes los narcotraficantes y los escuadrones de la muerte lo hicieron presidente de Colombia.

La historia deja siempre las evidencias indiscutidas que al menor incidente o problema político en América Latina llegan los operadores de siempre. En los continuos ataques contra Venezuela, la CIA, inversionistas, agencias de seguridad, mercenarios, grupos económicos ligados al petróleo, han colaborado para convertir a Nicolás Maduro como el enemigo al que hay que derrocar sin importarles los millones de venezolanos que han salido de la pobreza y que son portadores de derechos fundamentales que desde los tiempos de Chávez han alcanzado. Chile no tiene aún una Constitución votada por todos los chilenos y la derecha insiste que una nueva no es necesaria.

Las bautizaron como OPERACIÓN JEDEON, así lo menciona el diario El País de España en su edición del 17/05/2020. Sucede que ahora a los golpes de Estado les colocan nombre.

Toda la información deja constancia que sus inicios son anteriores al día 2 de febrero del 2019 cuando se organizó un concierto de música, financiado por el magnate inglés Richard Branson y que contó con todo un ejército de seguridad liderado por Jordan Goudreau, dueño de un ejército privado llamado comercialmente SILVERCORP, todos veteranos en las guerras de Irak y Afganistán, temporalmente en silencio como la de Siria consecuencia de la pandemia mundial.

Los golpistas intentaron el 3 de mayo tomarse dos playas cercanas a Caracas donde participaron ex militares y mercenarios norteamericanos, siete de los insurrectos murieron.

La profunda voluntad democrática que agita y vocifera la derecha chilena, esos Piñera/Desbordes/Bellolio/Chain/ no dicen nada, guardan esa maloliente imparcialidad que abandona a millones de hombres y mujeres que son blanco de los grandes intereses a los cuales no les interesa que un país sea convertido en botín de guerra. Esa pandilla autodenominada Alianza Pacífico con su silencio justifica que un grupo de golpistas sean conducidos por ex militares reconvertidos en narcotraficantes.

Se llama Cliver Alcalá el militar golpista venezolano. Hace una semana se entregó a Estados Unidos donde será procesado por narcotráfico.

En este complejo cuadro político diplomático en América Latina la derecha chilena esconde la cabeza confirmando como siempre la precariedad ideológica con la que habita. Piñera gusta de las fotos donde estén presentes sus paupérrimas victorias de la que gusta hacer alarde.

A Nicolás Maduro intentaron darle un nuevo intento de golpe militar y fracasó, de la misma forma cuando Guaidó quedó en la mitad de una calle esperando a los militares que lo dejaron abandonado junto a Leopoldo López que terminó escondido en la embajada de España en la que habita actualmente.

Con Venezuela han sido agresivos todos, desde Kast hasta los políticos nuevos que sin conocer la historia le han pagado peaje a la derecha para que condenen al país de Ali Primera.

 

por Pablo Varas

 

 

 

 

 



El Clarín de Chile

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