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Paul Pierson: «El Partido Republicano ha socavado la democracia para sostener la plutocracia»

Sostenía el reconocido jurista Louis Brandeis, antiguo miembro de la Corte Suprema de Estados Unidos, que hay que elegir entre tener «democracia o tener la riqueza concentrada en manos de unos pocos, pero no podemos tener ambas cosas» porque, como profundizan dos de los politólogos más reconocidos de EE. UU., los profesores Paul Pierson (Berkeley) y Jacob Hacker (Yale), la extrema desigualdad distorsiona el  equilibrio del poder económico decantando la balanza hacia las elites económicas, que lo que dificulta hallar un terreno común con los ciudadanos ordinarios y abre la puerta a sacrificar la democracia para salvaguardar sus intereses.

Let Them Eat Tweets. How the Right Rules in an Age of Extreme Inequality (W. W. Norton & Company, 2020), escrito al alimón por Pierson y Hacker, es un libro de imprescindible lectura por que aporta  al lector, en un lenguaje claro, las herramientas intelectuales para comprender que Donald Trump no es más que un síntoma de la culminación de la alianza entre el Partido Republicano y los plutócratas descrita por el Financial Times como la «edad de oro de la oligarquía».

Hernán Garcés. – Inspirándose en el trabajo de su colega el politólogo Daniel Ziblatt, profesor de Harvard, ustedes explican que el porvenir de la democracia, en muchos aspectos, depende de cómo el partido conservador afronta un particular dilema.¿En qué consiste el dilema?

Paul Pierson. – Daniel Ziblatt estaba trabajando sobre la política en Europa a finales del siglo XIX y principios del XX, en particular, la de Alemania y Gran Bretaña, y tratando de comprender por qué a veces se consigue un camino estable hacia la democracia y otras no. Él considera que el destino de la democracia radica, en gran medida, en si se desarrolla un partido conservador que sea capaz de jugar el juego democrático y que quiera hacerlo. La razón por la cual [la democracia] está en el aire se debe a que los partidos conservadores – y aquí empieza el dilema – tienden a estar alineados con las elites económicas existentes; y en un contexto de alta desigualdad, como existía en la sociedades de finales del siglo XIX y principios del XX, donde los ciudadanos ordinarios están obteniendo y ampliando el derecho al voto, lo más probable es que los partidos de izquierda ofrezcan a estos votantes más opciones estrictamente económicas porque no están tan vinculados a las elites económicas. Entonces el dilema para un partido conservador es qué hacer al respecto. Sostiene Ziblatt, y estamos de acuerdo, que el verdadero dilema no es tan simple porque la primera cosa que probablemente van a hacer no es realmente un dilema: es una respuesta lógica a este conjunto de condiciones. Lo más probable es que traten de introducir otros temas más relevantes a la política; otras divisiones potenciales en la sociedad además de las que dividen a los que tienen de los que no tienen. Disponen de un abanico de posibilidades como por ejemplo: la religión, el nacionalismo, la inmigración, las divisiones regionales, la raza, etc. Ziblatt considera que así va a ocurrir; entonces la pregunta es la siguiente: ¿lo harán de una forma compatible con una política bastante estable y democrática? En primer lugar, normalmente, van a tener que moderarse en cuestiones económicas porque no van a poder mejorar la oferta de la izquierda. Necesitan ofrecer cosas a la clase trabajadora, a los ciudadanos de clase media, y, entre otros aspectos, sostener el estado de bienestar. En segundo lugar, ¿pueden aportar los temas alternativos antes mencionados a la política de una forma moderada, sin crear la crispación y división que este tipo de asuntos puede generar?

Para Ziblatt el caso británico, a finales del siglo XIX y principios del XX, es realmente interesante porque los tories no eran perfectos pero manejaron la situación bastante bien. Se debe a que controlaban las organizaciones que intentaban fomentar que la gente se movilice como, por ejemplo, la Iglesia, el Imperio, la Reina, etc.; de modo que pueden controlar las organizaciones para que no se vuelvan más o menos demasiado vehementes y, potencialmente, desgarren la sociedad. En Alemania esto no ocurrió: los grupos que estaban generando indignación se volvieron más y más influyentes y no estaban controlados por un partido. Eventualmente tomaron el control del principal partido conservador, la situación se intensificó y se quedó fuera de control.

H. G. – Sostienen que el dilema conservador no es un problema que surja en un momento particular sino más bien que es inherente a la política democrática cuando hay una desigualdad extrema.

P. P. – Esto es un poco simplista pero creo que el principio básico se mantiene a lo largo de la historia y en un buen número de países. Cuanto más desigual es la sociedad más difícil se hace este desafío para los partidos conservadores. Sugerimos que esto es cierto por tres razones. La primera razón es que a medida que los ingresos y la riqueza se concentran en la franja más alta también lo hace el poder de estos grupos; ganan más poder en la sociedad y están cada vez más inclinados a impulsar medidas que no son populares en el conjunto del país. La segunda razón es que cuanto más desigualdad hay mayor será la brecha entre los intereses de los ricos y los intereses de todos los demás. Creo que eso es algo que se puede ver con mucha claridad hoy en día en EE.UU. en asuntos como la reforma del sistema de salud, por ejemplo, donde el Partido Republicano ha respaldado bajo Trump políticas que habrían sido perjudiciales para la salud de todos los estadounidenses, como es retirar el seguro médico de 20 millones de estadounidenses con el fin de recortar impuestos que permitían una pequeña porción de la distribución de la renta. Por lo tanto, cuanto mayor es la desigualdad más difícil es encontrar un terreno común entre los ciudadanos de a pie y los ricos. Finalmente, debido a las razones anteriores, cuanta más desigualdad hay más los ricos desconfían de la democracia y se inquietan de que la democracia produzca resultados que no responde a sus intereses. Este ha sido un problema clásico desde el nacimiento de la democracia: ¿qué ocurre en la relación entre los que tienen y no tienen cuando estos últimos tienen acceso al voto? Este problema se profundiza en un contexto de riqueza y extrema desigualdad donde la democracia se convierte, potencialmente, en algo muy temido.

H. G. – En Let Them Eat Tweets ustedes argumentan que en los últimos 40 años en EE. UU. ha habido una explosión de desigualdad sin parangón en otras democracias modernas, y que la consecuencia es que se ha producido un profundo cambio en el equilibrio del poder económico.

P. P. – Este es uno de los aspectos que creemos que es importante comprender porque pensamos que lo que está sucediendo en EE. UU. es bastante diferente de lo que está sucediendo en una serie de países europeos. Existen similitudes: un crecimiento del populismo de derechas, una sensación por parte de la clase trabajadora blanca de estar amenazada, una transformación racial o étnica, hostilidad a la inmigración o partes del país que se sienten abandonadas respecto a las elites urbanas. Este tipo de dinámicas son comunes en una serie de países pero en EE. UU está sucediendo en el contexto de un cambio realmente trascendental en la distribución de las recompensas económicas. Piketty y Saez demuestran que ha habido un cierto crecimiento de la desigualdad en muchos países. Sin embargo EE. UU. es un caso extremadamente atípico en términos de crecimiento de la cuota del uno por ciento superior y, en particular, el décimo superior del uno por ciento y la centésima parte superior del uno por ciento. El aumento de la plutocracia es mucho más pronunciado en EE.UU. que en el resto de los países. El Reino Unido, por el motor de su centro financiero, es la comparación más cercana pero sigue habiendo una gran diferencia. EE.UU es un caso extremo.

 

Por consiguiente se ha producido un cambio en el equilibrio del poder económico. Por una parte, el poder de los ricos y las grandes corporaciones está creciendo y su nivel de organización política ha crecido dramáticamente. Por otra parte, los sindicatos en EE.UU. han colapsado. Aunque siempre fueron muy débiles desde una perspectiva internacional, han pasado de representar aproximadamente un tercio de los trabajadores en la década de 1970 a estar por debajo del 10 %.

H. G. – Martin Wolf, comentarista económico principal del Financial Times, ha descrito el plan fiscal aprobado por el Partido Republicano en 2017 como un «plan construido para plutócratas (…) dedicado a los intereses materiales del 0,1%». Como señalaba Bush Jr. bromeando en una cena con millonarios para recaudar fondos, «algunos os llaman la élite; yo os llamo la base».

P. P. – Los comentaristas estadounidenses no discuten este tema y es, en parte, la razón que nos ha motivado a escribir este libro. Se ha prestado mucha atención a las divisiones raciales, al aumento del populismo de derechas o el resentimiento racial pero no a que los plutócratas han sido los grandes ganadores de las políticas que se han llevado a cabo como, por ejemplo, la reforma del plan de salud que he mencionado antes o que el 80 % de los beneficios permanentes del recorte de impuestos de dos billones de dólares son para el 1% superior de la población americana. ¿Cómo se hace esto en democracia? Las políticas son tan extremas que cuando haces un grupo focal con votantes republicanos y describes las políticas republicanas, sus planes de salud y sus planes de impuestos, simplemente se niegan a creer que es verdad. No pueden creer que su partido, su presidente, su gobierno pueda querer hacer este tipo de cosas, pero es la realidad. Han puesto a cargo de la Agencia de Protección Ambiental a un lobista del carbón y luego a uno de la energía. Los jueces que están nombrando en la Corte Suprema no son meros conservadores sociales sino conservadores económicos extremistas que tienen el potencial poder de anular la Affordable Care Act, que desposeería de seguro médico a 20 millones de personas de la noche a la mañana, y hacer muchas otras cosas que son muy favorables para las corporaciones y los ricos, pero no para el ciudadano ordinario. En EE. UU se presta mucha atención a las decisiones que estos magistrados extremadamente conservadores pueden tomar sobre las armas y el aborto. No estoy diciendo que estos temas no sean importantes pero la gente tiene que reconocer que las personas que promueven y financian las nominaciones de estos magistrados, en su mayoría, no están interesados en absoluto en estos temas. Lo que verdaderamente les preocupa es que las grandes corporaciones pudieran ser reguladas y la autoridad del gobierno federal intervenir en la economía.

Citamos en el libro al billonario Charles Koch [uno de los hombres más ricos de EE. UU.] que en 2018 comenta entusiasmado la política de Donald Trump y el Partido Republicano por haber «hecho más progresos en estos últimos cinco años que en los cincuenta anteriores». Lo mismo Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado y un fuerte aliado de los plutócratas: considera que «fue el mejor año de los conservadores en los 30 años desde que estoy aquí [el Senado]…el mejor año en todos los frentes».

H. G. – En el mismo artículo Martin Wolf se preguntaba «¿cómo gana y se mantiene en  el poder en una democracia de sufragio universal un partido político dedicado a los intereses materiales del 0,1% más alto de la distribución de ingresos?». En su libro ustedes explican la estrategia del Partido Republicano para movilizar a sus votantes. 

P. P. – En nuestro libro hemos incluido un gráfico donde mostramos los resultados de las encuestas sobres las principales leyes debatidas en los últimos 30 años, y entre éstas figuran dos que son extremadamente impopulares que hemos calificado de unicornios. Uno esperaría que los políticos trataran de aprobar leyes que fuesen populares y en su mayoría lo hacen. Sin embargo, las dos grandes iniciativas que los republicanos consideraron al principio de la administración Trump son dos unicornios: los recortes de impuestos y la reforma del sistema sanitario. Son medidas extremadamente impopulares y, básicamente, necesitas que la gente piense en otras cosas de forma prolongada. Ojo, como indicamos en el libro, no estamos hablando de una sencilla trama de villanos à la James Bond escondidos en la cueva de un volcán remoto sino de una serie de medidas de los diferentes grupos del partido que evolucionan a lo largo del tiempo luchando por tratar de averiguar cómo tener éxito. En esta lucha algunas ideas e iniciativas de estos grupos cobran fuerza. Básicamente lo que necesitas es encontrar grupos de apoyo (surrogate groups) que te ayuden a captar la atención de la gente, a tus votantes potenciales, en su dimensión social; a saber: la identidad blanca, la fe evangélica, los derechos a armas o cosas por el estilo. Los grandes grupos del partido que mencionamos son la Asociación Nacional del Rifle, una organización muy poderosa y extremista, que realmente trató de hacer creer a la gente que la policía estaba a punto de derribar su puerta, quitarles las armas y convertir a EE. UU. en un estado totalitario, o que se quedarían indefensos cuando los criminales llegaran a su puerta; los evangélicos y la derecha cristiana también forman parte de esta coalición y, finalmente, el último grupo muy importante son los medios de comunicación de derecha. La aparición de estos medios no es que no exista en otros países pero no con el mismo tipo de influencia, poder y extremismo que tiene en los EE.UU. Empezaron con programas radio, después Fox News y luego medios sociales que se han afiliado al proyecto que ha capturado alrededor de un tercio de la audiencia del país y que, constantemente, envían un mensaje, que la gente tiene que temer a los del otro lado. Han generado una política de identidades tan intensa que los impuestos, el sistema de salud y la seguridad laboral tienden a pasar a un segundo plano.

H. G. – En Let Them Eat Tweets explican cómo se ha creado un bucle de retroalimentación entre estos grupos de apoyo (surrogate groups) y el Partido Republicano. 

P. P. – En efecto, y es otra razón por la cual es incorrecto pensar que es un complot que se ha tramado bajo el volcán. La mejor fórmula que hemos encontrado para explicarlo es mediante una metáfora: la caja de Pandora. Los que inicialmente impulsaron estos grupos no los pueden controlar más y, por lo tanto, están totalmente fuera de control. Como ha señalado David Frum, redactor de discursos de George Bush Jr, “solíamos pensar que Fox trabajaba para nosotros y luego descubrimos que trabajábamos para Fox”. A este respecto, es algo sorprendente en el desarrollo del Partido Republicano la frecuencia con que sus líderes en el Congreso han sido derrocados. Los dos últimos presidentes del Congreso, Paul Ryan y John Boehner, tuvieron que retirarse disgustados porque no podían controlar el continuo movimiento del partido hacia la derecha. El número tres del partido, Eric Cantor, fue derrotado en primarias por un desconocido aspirante de la derecha que recibió un significativo apoyo de los medios de comunicación que sostenían que Cantor era demasiado débil en materia de inmigración. Este bucle de retroalimentación no ha hecho más que subir de intensidad desde que Donald Trump ha aparecido en escena, porque sabe cómo jugar a esta política de ultraje hasta el final.

H. G. – Ustedes explican cómo el Partido Republicano ha pasado los últimos 25 años averiguando el modo de explotar las fallas del sistema político estadounidense, convirtiéndose progresivamente en una amenaza cada vez mayor para la democracia, y cómo una facción minoritaria ha logrado afianzarse en el poder.

P. P. – Creo que es importante enfatizar que EE. UU. está estructurado de tal forma que uno se puede imaginar un gobierno minoritario o contramayoritario. No solo se trata de que las minorías puedan, a veces, bloquear a las mayorías de actuar sino más bien de que las minorías si están bien colocadas en nuestro antiguo sistema político pueden gobernar. La forma como funciona EE. UU. es que las zonas rurales del país están sistemáticamente sobrerepresentadas, cuando el país se ha vuelto mucho más urbano. Por ejemplo, el estado de Dakota del Norte [762.000 habitantes] está representado por un congresista y dos senadores. Por lo tanto, hay un enorme y creciente desequilibrio que durante mucho tiempo no ha tenido tanta importancia en la política estadounidense, pero ahora la tiene porque los partidos se han alineado en torno a esta división urbana y rural. Los republicanos han perdido el voto popular en todas las elecciones presidenciales, salvo una, desde 1988 y, sin embargo, de los nueves magistrados que componen la Corte Suprema seis [con la próxima nominación] han sido elegidos por presidentes republicanos. La mayoría de ellos fueron votados por senadores que representan a una minoría del país.

Creo que es un desarrollo que asusta y donde se aprecia, de nuevo, el bucle de retroalimentación. Se sienten menos y menos convencidos sobre la posibilidad de que su programa atraiga el respaldo de la mayoría de los estadounidenses. Por consiguiente, tienen un dilema: ajustar lo que estás tratando de hacer o tratar de afianzarte en el poder de tal forma que la mayoría no te pueda tocar. También pueden usar su arraigado poder para que se vuelva más difícil que la gente que se te opone pueda votar. Considero que las luces rojas de peligro están por todas partes. Hungría es un ejemplo de lo que puede suceder cuando el sistema político ha sido tan manipulado [gerrymandered] que un solo partido político lo domina cuando solo cuenta con el apoyo del 40% de la población o algo por el estilo.

H. G. – ¿No cree que los medios de comunicación se han centrado demasiado en Donald Trump y muy poco en las fuerzas más amplias asociadas al Partido Republicano dificultando así que la gente entienda las razones estructurales de la elección de Trump? 

P. P. – Cuando el presidente de EE. UU. se dedica a gritar al jefe del Departamento de Justicia que impute y arreste a su oponente, al último presidente y a la última candidata presidencial del otro partido, es difícil no centrarse en él. Debemos centrarnos en él, pero hay desafíos más amplios que le precedieron y que continuarán incluso si hay un traspaso de poderes pacífico en enero.

 

Por Hernán Garcés

Fuente: Agenda Pública. El País



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