El vocablo democracia puede emplearse en cualquier régimen político: la dictadura de Bolsonaro en Brasil, por ejemplo, es aceptada por los Organismos internacionales como una democracia, y aún el país conserva el papel de líder en América Latina; La RDA, antes de la caída del “muro” (1989), también se hacía llamar democracia; en Chile, hasta el mismo dictador chileno, Augusto Pinochet, algunas veces usaba traje de civil y llamaba a su régimen “democracia protegida” o “dictablanda”, y así en otros países, en que basta convocar a elecciones que, en ocasiones es fraudulenta, y se sigue autodenominando democracia.

En estos últimos días Bolsonaro expresó que sólo aceptaría el resultado de las últimas elecciones presidenciales si él ganaba frente Luiz Inácio Lula da Silva; en Perú, estando claro el triunfo del maestro y candidato electo, Pedro Castillo, Keiko Fujimori se niega a aceptar su derrota, (suele ocurrir que Premios Nobeles, como es el caso del escritor Mario Vargas Llosa,  osan defender la tesis del triunfo de la hija del ex dictador, Alberto Fujimori, inventando un fraude electoral, ´Vargas Llosa es un excelente escritor, pero moralmente es un degenerado neoliberal, carente de principios éticos´).

En Colombia, Álvaro Uribe e Iván Duque pudieron haber sido elegidos como Presidentes por mayoría de votos, sin embargo, Colombia está a la cabeza del comercio mercenario, e invade, sin escrúpulo alguno, a países vecinos. Haití, (1804), fue el escenario del triunfo de un ejército de esclavos contra el más famoso y preparado de Europa, las tropas napoleónicas.

Las democracias, cuyos cimientos son los derechos del hombre y de los pueblos, podían convivir con la esclavitud, y grandes héroes, (Washington, Jefferson…), fueron dueños de esclavos, y no experimentaban ninguna contradicción entre “el gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo”, y la práctica de la trata esclavos; en América Latina, la iglesia católica, cuyo mandamiento principal después del amor a Dios es  amar al prójimo, apoyaba la esclavitud de los indígenas, sosteniendo que carecían de alma, y que sólo había que leerles la Biblia, a fin de que fueran más sumisos.

San Pedro Claver y el Padre Bartolomé de las Casas propusieron el reconocimiento de la existencia del alma en el cuerpo de los esclavos. Los esclavistas reemplazaron la mano de obra indígena por la de los negros, traídos forzosamente del África.




Dos noticias de actualidad prueban que en el mundo de hoy aún reina la esclavitud, esta vez, reemplazada por los mercenarios colombianos y norteamericanos, que asesinaron al Presidente de Haití, Jovenel Moïse; en el fondo, actualmente, el comercio de mercenarios , sea individualmente o como ejército, están ocupando la atención del centro de la geopolítica. Turquía también emplea ejércitos mercenarios en Libia y en el norte de Siria.

En Canadá, se ha sabido que escuelas católicas donde se torturaba y mataba a niños indígenas, bajo la justificación de que a través de la educación católica se les expulsara a los demonios que llevaban consigo, pero el fin consistía el exterminio de las tribus del Canadá francés.

La democracia supone el mando de las mayorías y el respeto de las minorías, y no es solamente el derecho a voto, sino la fiscalización permanente entre las instituciones y el mandato popular.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

11/07/2021

 



El Clarín de Chile

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