Columnistas

Una Corfo para la pequeña agricultura

Chile debe saldar la deuda con la pequeña agricultura. Por décadas el país ha dado la espalda a los campesinos social, económica y culturalmente. Pese a todo, quienes quedan en los campos, desafiando las amenazas estructurales que ponen en riesgo su existencia misma, siguen ofreciendo productos sanos y de calidad en los pequeños mercados locales.

En Santa Juana tenemos un diagnóstico meridianamente claro de la situación de nuestra agricultura campesina: escasez de agua, migración a las urbes – hace 19 años el 60 por ciento de la población comunal vivía en los campos, hoy queda un 30 por ciento- cierre de escuelas rurales, pérdida de la diversidad; falta de recursos para la producción y comercialización agrícola, y de financiamiento para programas de capacitación y muchos otros factores que se deben abordar.

El futuro de ese segmento cultural, social, productivo, llamado campesinado tan importante para la identidad de Chile, será auspicioso sólo si el Estado tiene el coraje de favorecer su desarrollo e impedir su desaparición, apostando por el fomento a la pequeña agricultura, tal como lo hiciese en su momento el visionario Presidente Pedro Aguirre Cerda, con el radicalismo que lo caracterizaba, cuando tomó la decisión trascendente de fomentar la industria nacional mediante la creación de ese instrumento esencial llamado Corfo.

No sólo estamos pensando en Santa Juana sino en esa cantidad de comunas con similares características en las que sobrevive el campesinado.

Este momento constituyente es una oportunidad para esos olvidados compatriotas de la ruralidad, que pueden transformarse en los futuros sujetos de una imprescindible soberanía alimentaria a la que nos obliga el cambio climático. Los actores políticos en general y, muy especialmente, las y los constituyentes deben hacerse eco de este desafío histórico y dar la cara al campesinado, que tiene potencialmente en sus manos la salud alimentaria de Chile.




La gran empresa agrícola y forestal ha sido financiada suficientemente por el Estado convirtiéndose en un poderoso sector exportador y, como se ha dicho, exportador también de agua. Los apoyos financieros a las pequeñas empresas y a los sectores vulnerables están dispersos en muchas instituciones y alimentan una extensa burocracia. Una Corfo para la pequeña agricultura concentraría recursos en la salvación de una población rural que hace Patria sacrificadamente. Estemos a la altura del tiempo que vivimos y demostremos efectivamente que Chile cambió.

Por Ana Albornoz Cuevas

 



El Clarín de Chile

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