
Nicolás Ibáñez y el chantaje electoral de la ultraderecha
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En plena temporada electoral, cuando las encuestas muestran un reordenamiento acelerado del mapa político chileno, el empresario Nicolás Ibáñez Scott irrumpe desde Londres —donde reside desde 2023— con un mensaje tan claro como amenazante: sin unidad de la derecha, no habrá financiamiento para el «circo electoral». Lo dice con frialdad, sin titubeos, en una entrevista publicada este domingo en La Tercera, y lo dice como lo que es: un actor político que ha financiado la derecha más dura durante más de una década, desde think tanks libertarios hasta campañas electorales que han defendido abiertamente el legado de Pinochet.
“No va a haber financiamiento para un circo como este”, sentencia Ibáñez en referencia al desorden de la derecha, dividida entre candidaturas, listas parlamentarias y estrategias disímiles. Aunque reside en el Reino Unido —país donde ha inscrito nuevas fundaciones y sociedades—, en estos días se encuentra en Chile. Fue visto en el barrio El Golf asistiendo a la presentación del libro Doom: The Politics of Catastrophe, del historiador conservador británico Niall Ferguson, uno de sus referentes intelectuales. No solo observa, interviene.
Su mensaje es una advertencia directa a los partidos del sector, pero también un respaldo implícito a una sola figura: José Antonio Kast.
Desde Londres (y El Golf), con mensaje a la derecha chilena
La elección presidencial, según Ibáñez, “es algo secundario en este momento”. Lo fundamental, afirma, son las listas parlamentarias, donde se juega la capacidad de gobernabilidad real para los próximos años. Pero tras esa frase hay un mensaje más profundo: si la derecha no logra unificarse, él —y probablemente otros empresarios como él— no pondrán dinero. El financiamiento, entonces, se convierte en herramienta de presión política. Y el tono del mensaje tiene nombre y apellido: José Antonio Kast, el candidato del Partido Republicano que encarna la línea ideológica que Ibáñez ha financiado sistemáticamente.
En esa misma entrevista, Ibáñez sugiere, sin decirlo abiertamente, que Evelyn Matthei debería dar un paso al costado. El «triunfo de la derecha», para él, parece estar condicionado a una sola candidatura. El mismo estilo de exclusión que caracteriza el pensamiento libertario de los think tanks que ha impulsado en Chile, como la Fundación para el Progreso.
Empresario, ideólogo y operador político
Nicolás Ibáñez no es solo un ex dueño de supermercados. Es un actor político clave del ecosistema ultraderechista chileno. Financista principal de la Fundación para el Progreso, que encabeza Axel Kaiser, Ibáñez ha cultivado un espacio de influencia que excede con creces el ámbito empresarial. También ha creado y respaldado organizaciones como AthenaLab —un think tank de seguridad y relaciones internacionales— y Dignidad Chile, una fundación dedicada a la formación de jóvenes líderes de sectores populares bajo una narrativa de «libertad individual».
Todos estos proyectos son parte de su holding filantrópico Grupo Drake, inspirado en los modelos de endowment universitario de Estados Unidos. El grupo también financia iniciativas medioambientales y de apoyo a adultos mayores, pero su foco ha estado en construir una base ideológica de largo plazo para la derecha chilena.
Durante el plebiscito constitucional de 2023, tanto Ibáñez como su hijo fueron los mayores aportantes privados de la opción “A favor”, la propuesta respaldada por Republicanos. Años antes, en las elecciones de 2017, fue el mayor donante individual a campañas de Chile Vamos. Su influencia no es nueva, pero sí cada vez más explícita.
Pinochetismo y estrategia de largo plazo
No es casual que Ibáñez exprese abiertamente su admiración por Augusto Pinochet. En entrevistas anteriores ha declarado su “gratitud” hacia el dictador, sin ambigüedades. Esa filiación ideológica no solo se expresa en palabras, sino también en su respaldo a una derecha que busca eliminar toda traza de lo que el estallido social puso sobre la mesa: desigualdad, abuso y concentración del poder.
Su participación en el debate político no es espontánea. Es calculada. Es parte de una estrategia de largo aliento que busca influir en el diseño institucional del país, no solo mediante elecciones, sino a través de formación de cuadros, financiamiento de ideas, think tanks y presión sobre los partidos. Y su entrevista de hoy no es una opinión suelta, sino un mensaje orquestado: o se alinean con Kast y unifican sus listas parlamentarias, o se quedan sin plata.
Una advertencia para la democracia
Que un empresario pinochetista con residencia en Londres condicione el financiamiento electoral a la conducta de los partidos políticos chilenos es una señal de alerta. Es una expresión cruda de la captura del sistema político por actores económicos con proyectos ideológicos cerrados. Y aunque Ibáñez desprecia a Jeannette Jara —la candidata que hoy lidera algunas encuestas—, sus palabras dicen más sobre la derecha que sobre la izquierda.
El mensaje está dado. La ultraderecha tiene proyecto, plata y estrategia. La pregunta es si la democracia chilena está dispuesta a aceptar que el acceso al poder quede condicionado por el respaldo de un puñado de empresarios que, como Ibáñez, se sienten con el derecho de decidir quién juega y quién no en el tablero político.






Alexandre says:
Los ricos y los fachos defienden sus intereses Nada nuevo.