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Inflación de 0,9% en julio golpea fuerte: la realidad que confirma lo que la calle ya sabía

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El dato sorprendió a los analistas, pero no a las familias que día a día enfrentan la carestía. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) subió un 0,9% en julio, su mayor alza desde enero y muy por encima del 0,6% o 0,7% que preveían las proyecciones. El contraste con junio —cuando el IPC marcó una caída de -0,4%, la más baja en un año y medio— es tan marcado que muchos, como el columnista Hugo Alcayaga, ven en este salto la confirmación de que el dato anterior no reflejaba la realidad.

La inflación acumulada en lo que va de 2025 llega al 2,8%, y a 4,3% en doce meses, alejándose de la meta de 3% del Banco Central. Un revés también para la autoridad monetaria, que en su último Informe de Política Monetaria había corregido a la baja su proyección anual.

En julio, doce de las trece divisiones de la canasta del IPC subieron. Destacaron vivienda y servicios básicos —con el precio de la electricidad aumentando más de un 7%— y alimentos y bebidas no alcohólicas, que se encarecieron en promedio un 0,9%. Dos rubros que golpean de lleno el presupuesto de los hogares más pobres.

Lo que se siente en la calle

Mientras las cifras se discuten en oficinas, en ferias y supermercados no hay sorpresa: la percepción es que todo sigue subiendo. Alcayaga lo advertía en junio, cuando calificó la baja de ese mes como “una risotada en la cara de los pobres”. Para él, el modelo neoliberal y el mercado desregulado permiten que servicios esenciales y alimentos básicos aumenten sin control, aun cuando las mediciones oficiales digan lo contrario.




Esta desconfianza no es anecdótica. La Asociación Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras Clasistas (AIT) recuerda que la crisis económica se siente en varios frentes: la tasa de desempleo llegó al 8,9% en el trimestre abril-junio, con más de 900 mil personas sin empleo formal, y un 26% de ocupación informal, es decir, unos 2,5 millones de personas sin contrato, sin seguridad social y sin derechos laborales básicos.

En las mujeres, la situación es aún peor: el desempleo femenino alcanza el 9,9% y la informalidad el 27,6%. La AIT denuncia que se trata de “condiciones patriarcales” en el mercado laboral que agravan la pobreza y la desigualdad.

Inflación y desigualdad

En un país donde el 80% de la población no logra llegar a fin de mes, un alza de casi un punto en el IPC no es solo una cifra: es la diferencia entre comer carne o no, entre pagar la luz o atrasarse en el arriendo. Los salarios, sin reajuste real, cubren dos o tres semanas de gastos. La deuda familiar se multiplica, atrapando a tres de cada cuatro hogares.

La electricidad, la carne, el pan y los arriendos forman parte de una lista que crece mes a mes, mientras la política pública se muestra incapaz de contener los efectos. El resultado es un escenario de precariedad extendida, donde la desigualdad no es un efecto colateral, sino el núcleo del problema.

Una advertencia que se cumplió

Alcayaga cerraba su análisis de junio recordando que, en 2019, el alza de 30 pesos en el transporte público encendió un estallido social. Hoy, con una inflación que erosiona el bolsillo día a día, el malestar no tiene aún una expresión masiva, pero su acumulación es evidente.

La cifra de julio no es un accidente estadístico: es el reflejo de una economía que funciona para unos pocos y deja al resto contando monedas. En esa brecha entre las proyecciones optimistas y la vida real, se juega buena parte del futuro político y social del país.

Simón del Valle



Periodista

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