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Kast y el ecologismo: una cruzada medieval contra la ciencia y el clima

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En pleno 2025, cuando el mundo enfrenta olas de calor sin precedentes, incendios que arrasan continentes, huracanes devastadores y sequías que ponen en jaque la seguridad alimentaria, José Antonio Kast propone un programa que parece escrito en la Edad Media. Su visión del ecologismo no es la de una corriente política o un debate científico, sino la caricatura de una conspiración que mezcla religión, control de la natalidad y un supuesto complot contra el cristianismo.

En el documento de su candidatura, el ecologismo es descrito como un “sistema cerrado de pensamiento” que busca subvertir el orden natural y vaciar de contenido la fe cristiana. Según Kast, detrás de la defensa ambiental se esconde un “nuevo orden mundial” que intenta colonizar conciencias y reemplazar la religión por una ética universal sustentada en el “desarrollo sostenible”. En otras palabras, el candidato no solo rechaza la evidencia científica sobre el cambio climático, sino que la transforma en una batalla teológica.

Una regresión teocrática

La propuesta es clara: reducir el ecologismo a un dogma ideológico utilizado por la izquierda progresista, para luego enfrentarlo con una cruzada moral. Lo que debería ser un debate sobre políticas públicas, transición energética o protección de ecosistemas, Kast lo convierte en una guerra contra la modernidad. Se trata de un retroceso a tiempos de teocracia, donde el poder político se legitima apelando a verdades religiosas inmutables y donde la ciencia se ve como amenaza al orden divino.

Este tipo de pensamiento no es inocuo: al negar la crisis climática y demonizar el ambientalismo, bloquea cualquier política de mitigación. En Chile —un país que ya sufre desertificación, colapso hídrico en varias regiones y eventos climáticos extremos— significa condenar a la población a la inacción en nombre de una batalla cultural anacrónica.




Negar la crisis, reforzar el poder

El discurso de Kast no se limita al rechazo de la evidencia científica. Presenta al ecologismo como un intento de “control de la natalidad” y “eugenesia”, apelando al miedo y a la conspiración para desacreditar políticas de salud reproductiva, equidad de género y justicia ambiental. Esta retórica conecta con el fundamentalismo religioso internacional que busca frenar el avance de derechos sociales bajo la excusa de defender la “naturaleza” y la “tradición”.

Lo más preocupante es que esta visión no solo ataca a las organizaciones ecologistas, sino también a cualquier intento de cooperación internacional frente al cambio climático. Kast ridiculiza iniciativas como la Carta de la Tierra o la Ética Planetaria, indispensables en un contexto global donde ningún país puede enfrentar por sí solo una crisis ambiental de escala planetaria.

El costo de la negación

Mientras tanto, la realidad golpea con dureza. Chile vive la peor crisis hídrica de su historia reciente; la minería, la agroindustria y el modelo extractivista siguen agotando recursos naturales; comunidades enteras sufren los efectos de incendios forestales cada vez más destructivos. En este escenario, negar el cambio climático o demonizar el ecologismo no solo es irresponsable: es criminal.

El programa de Kast revela un proyecto político que se opone frontalmente a la ciencia, al consenso internacional y a la urgencia de proteger la vida en el planeta. Lo hace en nombre de una cruzada ideológica que pretende reinstalar la religión como árbitro del debate público y que convierte a los desastres ambientales en un asunto secundario frente a la “defensa del orden natural”.

Simón del Valle

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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