
Dauno Tótoro (PTR): “Necesitamos una voz anticapitalista en el Parlamento que no renuncie a su programa”
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En un escenario político marcado por el desgaste del proceso constitucional y la polarización electoral, la candidatura de Dauno Tótoro (PTR) en el distrito 10 aparece como una de las pocas apuestas anticapitalistas en Chile. Militante de la izquierda revolucionaria, dirigente ligado a La Izquierda Diario y al mundo sindical, Tótoro busca llevar al Parlamento una voz distinta de la izquierda institucional, que —según advierte— ha terminado subordinada al neoliberalismo.
“Este sistema capitalista no puede reformarse: debe ser cambiado de raíz”, afirma en esta conversación con El Clarín, donde traza un balance del 18 de octubre, cuestiona los pactos de la izquierda tradicional, critica el rol del Banco Central y defiende una perspectiva internacionalista frente al genocidio del pueblo palestino.
En la siguiente entrevista, Dauno Tótoro expone por qué considera que hoy más que nunca es necesaria una alternativa anticapitalista que represente a los trabajadores, los pueblos originarios y los sectores populares frente a un modelo que, dice, sigue garantizando privilegios a una minoría a costa de la mayoría.
A seis años del 18 de octubre, ¿qué balance haces de esa revuelta popular? ¿Fue derrotada o sus causas siguen vivas en la política chilena actual?
El balance del estallido social es claro: la movilización popular logró cambiar la historia de Chile. Hay un antes y un después del 18 de octubre, lo que demuestra la fuerza y la capacidad que tienen los sectores populares, los trabajadores y la juventud cuando se organizan y se movilizan.
Si bien la revuelta fue desviada a través del Acuerdo por la Paz, del proceso constitucional y sus resultados posteriores, las demandas de octubre siguen totalmente vigentes y, sobre todo, irresueltas. Las pensiones continúan siendo de miseria, los salarios no alcanzan a fin de mes, la salud pública sigue en crisis y persiste una brutal impunidad respecto a los casos de represión durante la revuelta.
Octubre demostró que el camino es la organización popular desde abajo y la movilización. Creemos que hoy la tarea es avanzar en la coordinación y el fortalecimiento de esas organizaciones para que puedan abrir una alternativa real de cambio.
La derecha y parte de la centroizquierda aseguran que “el tema constitucional está cerrado”. Desde la izquierda anticapitalista, ¿qué lectura haces de ese cierre y qué alternativas existen?
Respecto al tema constitucional, creemos que esa frase refleja, en realidad, el fracaso de ambos proyectos: tanto el impulsado por el PC y el Frente Amplio como el encabezado por la derecha y la extrema derecha. En conjunto, lo que se demostró fue la derrota del desvío constitucional, de esa intentona de establecer una nueva Carta Magna a través de organismos totalmente sometidos a los poderes constituidos, lo que inevitablemente limitaba los anhelos populares que siguen vigentes e irresueltos.
El hecho de que ambos proyectos fueran rechazados no significa que la Constitución actual sea legítima. Por el contrario, sigue siendo una Constitución nacida en dictadura y diseñada como entramado institucional para sostener el Chile capitalista y neoliberal de los últimos 30 años. Frente a ello, seguimos luchando y organizándonos, porque este orden se sostiene en la ganancia de unos pocos mientras las grandes mayorías continúan viviendo en la precariedad.
¿Qué diferencias centrales ves entre la propuesta de Unidad por Chile y la candidatura anticapitalista que tú encabezas en el distrito 10?
En primer lugar, respecto a las diferencias con Unidad por Chile, creemos que el camino no puede ser la alianza con partidos neoliberales que han administrado el Chile capitalista durante décadas, como el Partido Socialista, el PPD o la Democracia Cristiana. Estos partidos han sido pilares del modelo neoliberal, un modelo basado en el saqueo de los bienes naturales, la devastación ambiental, la precariedad laboral y la fragmentación de las organizaciones de trabajadores. Ese camino solo ha traído derrotas y desencanto. Lo vimos con el gobierno de Boric, que terminó desmoralizando a su propia base social al renunciar a su programa de campaña para complacer a los sectores más conservadores y neoliberales, como el PPD o incluso la DC. Un ejemplo claro fue cuando Jeannette Jara renunció a la demanda del aborto, mostrando hasta dónde se subordinan ante esos sectores.
Desde nuestra perspectiva, este sistema capitalista no puede reformarse: debe ser cambiado de raíz. Luchamos por un gobierno de las y los trabajadores, basado en sus organismos de autoorganización, porque creemos que solo así se pueden garantizar de manera permanente conquistas sociales como salud, educación, pensiones, vivienda y muchas otras. Por eso afirmamos que el camino no pasa por reformas institucionales ni por la negociación parlamentaria desde arriba, ya sea con la ex Concertación o con la derecha. El camino real es la movilización popular, que debemos impulsar desde todas las tribunas, tanto parlamentarias como extraparlamentarias.

Vienes de un mundo muy ligado a los trabajadores y a La Izquierda Diario. ¿Cómo evalúas hoy las condiciones laborales y qué propuestas tiene el PTR frente a la crisis y al desempleo?
Respecto al trabajo y la precariedad, lo que vemos hoy es una crisis de la cual casi no se habla. La prensa tradicional insiste en instalar la idea de una “crisis de seguridad” o de “crecimiento económico”, y la agenda que marcan la derecha y la política tradicional —a la cual también termina cediendo el oficialismo— es completamente ajena a la realidad de la mayoría trabajadora.
Esa mayoría vive otra crisis: la crisis del trabajo y del desempleo. Por eso decimos que es necesario dar vuelta las prioridades y poner al centro las demandas populares, las de las y los trabajadores. Entre esas demandas planteamos medidas fundamentales para enfrentar la precariedad laboral. Por ejemplo, un salario mínimo equivalente a $840.000, basándonos en los estudios de la Fundación Sol, que muestran que ese es el ingreso necesario para cubrir las necesidades básicas de una familia.
También creemos que es urgente avanzar hacia una reducción de la jornada laboral a 30 horas semanales, lo que permitiría repartir las horas de trabajo entre ocupados y desempleados, enfrentando así los altos niveles de cesantía. Y, junto con eso, impulsar transformaciones profundas en la estructura laboral de Chile, poniendo en el centro la capacidad de decisión y organización de los propios trabajadores y trabajadoras.
Esto implica fortalecer la organización sindical a través de la negociación colectiva por rama, una herramienta clave para que los sindicatos puedan disputar de manera real contra el poder de los grandes empresarios
El caso de Julia Chuñil y la situación mapuche muestran la violencia estructural hacia defensores ambientales e indígenas. ¿Qué haría un diputado anticapitalista frente a esa realidad?
Respecto al caso de Julia Chuñil, lo que se ha demostrado es, por un lado, la violencia del Estado en todas sus formas. Una fiscalía que no ha investigado de manera seria al principal sospechoso —como señalan la familia y distintas organizaciones que los apoyan—, Juan Carlos Morstadt, y que incluso aparece vinculado en un audio donde se habla de que habrían quemado a Julia Chuñil. En vez de avanzar en esa línea, la fiscalía, según denuncian los familiares, ha intentado permanentemente montar causas en contra de los hijos de Julia, recurriendo a testigos protegidos o sin rostro, un mecanismo histórico del Estado chileno para criminalizar y perseguir a las comunidades mapuche.
Por otro lado, creemos que la desaparición de Julia Chuñil es resultado directo de una política represiva y autoritaria transversal, que han aplicado tanto la derecha como la ex Concertación y también el gobierno de Boric. Este último mantiene el triste récord de sostener el estado de excepción constitucional más largo desde el fin de la dictadura, lo que se traduce en un ataque directo contra comunidades y organizaciones mapuche. Además, ha encarcelado a dirigentes históricos de esas organizaciones autonomistas, lo que es absolutamente inaceptable.
Desde una candidatura anticapitalista, lo primero es denunciar firmemente estos hechos de represión y ponernos del lado de las víctimas del Estado y de las comunidades mapuche. Impulsar la unidad entre el pueblo mapuche, los trabajadores y los sectores populares chilenos, para levantar una política común contra la militarización del Wallmapu. Eso implica terminar con los estados de excepción, avanzar en la restitución de las tierras ancestrales —tal como históricamente lo han exigido las comunidades— y garantizar verdad y justicia en el caso de Julia Chuñil, con castigo a los responsables políticos, materiales e intelectuales de este crimen, que no puede quedar en la impunidad.
Desde Chile, ¿cómo se debe responder frente al genocidio de Israel contra el pueblo palestino? ¿Qué rol puede tener una candidatura de izquierda en este escenario global?
Lo que se está viviendo en la Franja de Gaza es realmente brutal: un genocidio que, según las cifras más conservadoras, ya ha cobrado la vida de más de 70 mil palestinos, entre ellos más de 20 mil niños asesinados por la violencia genocida del Estado sionista de Israel. Frente a esta situación no podemos permanecer indiferentes.
Como diputadas y diputados anticapitalistas, lo mínimo que propondríamos es impulsar un proyecto de ruptura total de relaciones económicas, militares y diplomáticas con el Estado genocida de Israel. Pero no nos quedamos ahí: es fundamental poner nuestras tribunas electorales y parlamentarias al servicio de la más amplia solidaridad, vinculando la causa palestina con las luchas que hoy se dan en Chile, como la de Julia Chuñil y el pueblo mapuche. Porque es a través de la movilización y la unidad de las luchas como se pueden imponer demandas tan básicas como esta ruptura de relaciones.
También es urgente solidarizar con los activistas de la Flotilla de la Libertad que hoy permanecen secuestrados por el Estado sionista. Entre ellos está nuestro compañero Bruno Gilga, parte de la red internacional de La Izquierda Diario y vocero del barco que zarpó desde Brasil. Su prisión no es un hecho aislado: forma parte de la criminalización sistemática contra quienes se atreven a levantar la voz en solidaridad con Palestina.
Por eso creemos que no basta con declaraciones de buena crianza, como las que hizo Boric en la ONU. Eso puede ser un piso mínimo, pero es totalmente insuficiente. Tampoco alcanza con exigir el juicio de Netanyahu: es necesario luchar por una ruptura total de relaciones de todo tipo con el proyecto colonial sionista en su conjunto, y ponernos a la cabeza de una solidaridad activa e internacionalista con el pueblo palestino.
El Banco Central atribuye el desempleo a reformas laborales como el salario mínimo y la jornada de 40 horas. ¿Cuál es tu lectura de ese discurso y del modelo económico chileno en general?
Respecto a la crisis capitalista, hay que decir con claridad que el discurso del Banco Central y de la política tradicional que lo respalda —atribuyendo el desempleo a reformas laborales como el salario mínimo o la jornada de 40 horas— es completamente sesgado. El propio Banco Central, en ese informe, reconoce que no puede comprobar al 100% que exista tal relación.
El desempleo no es un fenómeno “natural”: es producto de decisiones políticas y económicas de los grandes empresarios, quienes descargan los costos de sus ajustes sobre los trabajadores y trabajadoras. Hemos visto ejemplos claros, como los más de 600 despidos en Correos de Chile o los despidos en Cencosud, mientras esas mismas empresas reportan ganancias históricas. Enel es otro caso evidente: una empresa que se desentiende de los cortes de luz y cobra tarifas abusivas, al mismo tiempo que obtiene utilidades millonarias.
Es inaceptable que, en un contexto de carestía que golpea a las familias trabajadoras, se siga permitiendo que las grandes empresas obtengan beneficios récord mientras se despide y precariza al mundo del trabajo. Lo que se necesita es dar vuelta esa lógica: poner al centro no las ganancias empresariales, sino las necesidades urgentes de la clase trabajadora y sus familias.
Esto implica medidas concretas: un salario mínimo de $840 mil, como plantean los estudios de Fundación Sol; la prohibición del despido por “necesidades de la empresa”, que es una herramienta antisindical y profundamente lesiva para los trabajadores; y un fortalecimiento real de la organización sindical desde abajo, con negociación por rama para equilibrar la relación de fuerzas frente a los grandes empresarios.
En definitiva, se trata de cambiar las prioridades del modelo: dejar de proteger las utilidades empresariales y garantizar de verdad las condiciones de vida y trabajo de la mayoría.
El distrito 10 concentra un mosaico social diverso, con comunas populares y sectores de clase media. ¿Cómo piensas representar esas demandas en contraste con los candidatos que provienen de comunas acomodadas?
Nuestra candidatura busca representar de manera clara a los sectores populares del distrito, aquellos que hoy prácticamente no tienen voz: la comuna de La Granja, sectores de San Joaquín, de Macul y del Santiago Centro más precarizado. Lo decimos sin rodeos: nuestras son candidaturas de trabajadores y trabajadoras, que buscan defender los intereses populares.
Y para hacerlo de manera efectiva hay que tocar un punto clave: afectar las ganancias de los grandes empresarios. Esa es la perspectiva de las candidaturas anticapitalistas que levantamos, porque solo así se puede dar una respuesta real a las demandas de las mayorías y no a los privilegios de una minoría.
Muchos ven al Congreso como un espacio cooptado por el orden neoliberal. ¿Qué sentido tiene disputar un escaño ahí desde una candidatura anticapitalista?
Evidentemente, el Congreso es un espacio hostil a las demandas populares y, por lo mismo, también hostil a la izquierda extraparlamentaria y anticapitalista. Sin embargo, creemos que es necesario participar en las elecciones y aprovechar toda tribuna —electoral o parlamentaria— para hacer esa denuncia desde adentro: mostrar cómo el Congreso funciona al servicio de los poderosos.
Pero no solo se trata de denunciar. También buscamos utilizar esas tribunas para fortalecer la lucha extra institucional, para dejar en claro ante las grandes mayorías que existe otra izquierda, una izquierda consecuente, a la izquierda del gobierno de Boric, que no renuncia a su programa y que lucha firmemente por dar vuelta las prioridades. Una izquierda que pone en el centro una agenda favorable a los trabajadores y al pueblo, y no a los grandes empresarios.
¿Qué significa hoy ser anticapitalista en Chile? ¿Cómo explicarías a un votante común por qué vale la pena apostar por esta opción y no por las alternativas tradicionales?
Ser anticapitalista hoy en Chile significa poner en el centro las necesidades de los trabajadores y trabajadoras, no las del gran capital. Creemos que es fundamental que exista una voz anticapitalista en el Parlamento que defienda las demandas populares: el fin de las AFP, un salario mínimo superior a los 840 mil pesos, el derecho a la salud y la educación pública gratuita y de calidad. Una voz que no renuncie a su programa de campaña, que se enfrente decididamente a la derecha y la extrema derecha, y que sin temor denuncie a esos sectores tradicionales coludidos con el gran empresariado, que terminan actuando como sus verdaderos funcionarios dentro del Estado.
La experiencia demuestra que más allá de lo que prometen en campaña, los partidos tradicionales gobiernan para el gran empresariado. Ejemplos sobran: asesores económicos de Kast que han defendido a empresas coludidas, como en el caso de los pollos. Frente a eso, es imprescindible una izquierda anticapitalista que represente de manera consecuente los intereses de la clase trabajadora y no ceda frente a las presiones de los poderosos.
El gobierno actual ha dado múltiples giros y renuncias que han terminado frustrando las esperanzas de quienes confiaron en él, mientras la derecha avanza con fuerza sobre los derechos conquistados. Por eso creemos que es vital que exista una alternativa que defienda sin concesiones las demandas populares, que haga frente a la ofensiva de la derecha y que garantice que los costos de la crisis no sigan siendo pagados por las familias trabajadoras. Necesitamos una voz de las y los trabajadores en el Parlamento, una voz anticapitalista y consecuente.
Paul Walder






Renato Alvarado Vidal says:
>“Este sistema capitalista no puede reformarse: debe ser cambiado de raíz”
Este es el simple motivo por el que debemos dejar de considerar intocable la actual institucionalidad, no sólo no es sagrada…¡es la del rival! ¿o acaso el Poder Judicial no es un buen ejemplo?
¡Fuerza compañero! Le deseo mucho éxito.