
Kaiser y la normalización de la pesadilla fascista: “No digan que no lo vieron venir”
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Con la entonación de una estrofa eliminada por razones que cualquier democracia decente habría considerado evidentes, Johannes Kaiser cerró su campaña presidencial en Providencia. Lo acompañaron banderas, discursos grandilocuentes y un silencio ominoso: el de la política chilena, incapaz de ponerle freno a una candidatura que ofrece, sin eufemismos ni filtros, una restauración autoritaria disfrazada de sinceridad libertaria.
Porque no se trata de un candidato polémico. Kaiser no es “rupturista”, ni “disruptivo”, ni “antisistema”. Es algo más antiguo y más peligroso: un restaurador. Un predicador de la violencia como método y de la impunidad como promesa. Dijo, con voz firme, que si llega a La Moneda, indultará a Miguel Krassnoff —un hombre condenado a más de mil años por delitos de lesa humanidad, responsable directo de torturas, desapariciones y asesinatos durante la dictadura militar. Eso no es “valentía política”. Eso es terrorismo de Estado con retroactivo administrativo.
Y no se detuvo ahí. El mismo escenario sirvió para subir al excarabinero Claudio Crespo, formalizado por dejar ciego a Gustavo Gatica en pleno estallido social. Crespo, en la narrativa de Kaiser, no es un criminal. Es un mártir. El victimario convertido en símbolo. La justicia reinterpretada como persecución. El Estado de Derecho triturado en vivo, entre aplausos.
Kaiser no niega el Golpe de Estado de 1973. Lo reinterpreta. Dice que, de repetirse las condiciones, lo volvería a apoyar. Ofrece no solo impunidad hacia el pasado, sino garantías hacia el futuro: nuevos golpes, nuevos silencios, nuevas listas negras. Promete eliminar tratados internacionales que —según él— “limitan la soberanía del Congreso chileno”. Como si los derechos humanos fueran una concesión extranjera, y no una conquista civilizatoria.
Sobre migración, su postura es la más cruda expresión del odio convertido en política pública: promete expulsiones masivas desde “el primer día” y ha sugerido incluso el uso del Cecot salvadoreño —una prisión de máxima seguridad diseñada para contener maras— como posible destino para los migrantes con antecedentes. Como si Chile necesitara importar cárceles y no humanidad.
Y sin embargo, ahí está. No en los márgenes del sistema, sino en el centro del escenario mediático. ¿Por qué? Porque Chile ha dejado de discutir ideas y ha empezado a consumir emociones. Porque el dolor social no fue canalizado por la política tradicional y porque el estallido de 2019, lejos de generar una nueva conversación democrática, abrió la puerta para que los peores discursos reaparecieran con ropaje nuevo.
Kaiser no habría sido posible sin la complicidad de los medios que convirtieron la indignación en espectáculo. Sin la política de centro que creyó que ceder ante la derecha era una estrategia y no una rendición. Sin una izquierda que a veces parece más interesada en corregir discursos que en disputar poder real. Sin una ciudadanía golpeada por la inseguridad, la desigualdad y el abandono, que busca respuestas rápidas, aunque vengan con la factura de la historia encima.
Lo que se juega este domingo no es un gobierno. Es la arquitectura de la convivencia democrática. El fascismo de Kaiser no necesita ganar para dañar: le basta con correr los límites, relativizar lo inaceptable, reinstalar la nostalgia del miedo como política de Estado.
Y no es cierto que no lo vimos venir. Lo hemos visto todos los días. En las redes sociales convertidas en trincheras. En los noticieros que repiten discursos de odio como si fueran parte del pluralismo. En los debates donde se discute cuántos militares se necesitan en las calles, pero no cuántos profesores se necesitan en las aulas.
Lo hemos visto. Y si no hacemos nada, lo veremos gobernar.
Félix Montano
Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín






Felipe Portales says:
¡Y porque la total derechización de nuestra «centro-izquierda» ha corrido a nuestro país a la extrema derecha mundial! Como muy bien lo señalaron públicamente el recordado Ricarte Soto y José Maza, Chile se ha convertido en «la Corea del Norte del capitalismo»…