
Alberto Aggio: balance de cuatro décadas de democracia en Brasil
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Autor del libro “La construcción de la democracia en Brasil 1985-2025: cambios, metamorfosis, transformismos” estima que los 40 años de democracia en Brasil y pronto en Chile “son una buena efeméride para hacer un balance justo de la democracia chilena y el caso brasileño puede aportar una experiencia comparada”.
De paso por Sao Paulo, pudimos conversar extensamente con el intelectual gramsciano conocido por su amplia obra sobre la democracia brasileña y con un profundo nexo con nuestra historia política reciente. Brasil y Chile han sido objetos de estudios permanentes y preocupación académica. Este fue el tenor de la conversación sostenida tanto en cafés y restaurantes de la avenida Paulista como en su residencia personal.
Alberto, ¿de qué trata tu libro recién publicado “A Construção da democracia no Brasil 1985-2025: mudanças, metamorfoses, transformismos”?
Este es un libro de historia política y de historia del tiempo presente que abarca el período entre 1985 (fin de la dictadura) y 2025 (tercer mandato de Lula da Silva). Es un libro sobre el período más longevo de la historia de la democracia brasileña. Es una historia del tiempo presente, un tiempo todavía que nos impacta, una historia con sus dificultades específicas.
Esta historia comienza con una tragedia: la agonía y muerte de Tancredo Neves, después de ser elegido en el Colegio Electoral, lo que significó una derrota política de la dictadura y la apertura de un nuevo período, que se conoció como Nueva República.
El Brasil actual, ¿continua bajo la égida de la época de la Nueva República?
El período de 1985 a 2025 forma un conjunto unido por un todo:
- La conquista de la democracia y el avance de la democratización, con la liberalización y la alternancia en el poder.
- No hay regreso al status quo anterior.
- Se trata de un período virtuoso y de cambios. Citemos algunos:
Constitución de 1988, elecciones ininterrumpidas en todos los niveles, normalidad democrática, libertad de ir y venir, de pensamiento, control de la inflación, aggiornamento de Brasil a la globalización, privatización de áreas en el que el Estado cumple ya su papel y en las que hay capital privado para implementar, del Sistema Único de Salud, de universidades que cubren públicos en todos los estados de la federación, ampliación de la oferta de enseñanza privada superior, políticas públicas, de lo social (Bolsa Escola, Bolsa Família…).
Pero también significa hablar de corrupción, de una sociedad desgarrada, del aumento de la violencia; avance del neopentecostalismo sobre la vida política; una resolución militar de manera insuficiente e incompleta, que hizo que los militares pasaran a pensar como un estado dentro del estado. Por otro lado, la pobreza y la desigualdad permanecen como problemas fundamentales, a pesar de las iniciativas de los gobiernos democráticos.

crédito: https://cidadania23.org.br
Los últimos 40 años de la vida política brasileña merecen ser valorados de manera justa, por sus conquistas, por sus logros y procesos inconclusos. La implantación de la «Nueva República» trae para el conjunto de la sociedad la libertad política integral, también para asociaciones y movimientos políticos. Sin embargo, a pesar del avance de la participación política, de una relación nueva, más confiable y productiva entre el Estado y los ciudadanos, ese consenso hace que en el período presente haya también grandes déficits en la cohesión social, en la democratización de la política y en la eliminación incluso de la disminución de las desigualdades. Así, la mejor forma de referirse a este periodo es verlo de manera crítica, incluso para hacer justicia a la lucha que se libró y para valorar los momentos clave en los que se superan las dificultades que bloquean el camino de su construcción.
En definitiva, se trata de un intento de la construcción de la democracia en Brasil como un proceso inacabado, permeado por luchas imposibles e incompletas, que conlleva, también, una supuesta crítica sobre los actores principales políticos y las elecciones que definieron la trayectoria de Brasil recientemente.
En ese contexto, ¿qué rol juega el Partido de los Trabajadores del presidente Lula en la profundización y crisis de la democracia brasileña?
En nuestra construcción democrática, el criterio de interpretación de la teoría de la revolución pasó a dar avances, pero siempre a la sombra de tensiones políticas y sociales, además, de bloqueos que continúan y que son complejos de superar para el país.
En este contexto, el PT se encargó de resignificar la polarización ‘ versus gobierno’ y, a partir de eso, consolidar su idea de identidad con los ‘de abajo’. La elevación y la permanencia del PT como una fuerza política central en Brasil, consiguió reconfigurarse y solidificarse no solo por la defensa de causas ideológicas, sino también por la adopción de una » economía del afecto», que unió a las clases a través del sentimiento de pertenencia. Esta cultura política fue fundamental para el éxito electoral del partido y para su influencia en las disputas políticas del país.
¿Cuáles son los principales temas abordados en tu texto?
La transición que resultó en la superación del régimen dictatorial de 1964 no se dio por un proceso revolucionario, insurreccional o incluso de ruptura. Se configuró como una versión dispersa de una política del régimen y de su proyecto de autorreforma. Fue impulsado por la sociedad civil organizada, con amplia participación popular, desde mediados de los años 70 hasta la victoria en el Colegio Electoral, en 1985. El proceso de transición traspasó los límites de la «liberalización» del régimen y culminó con la conquista de un gobierno de transición, con José Sarney en la Presidencia. Con él vino la Constituyente y la Nueva Constitución, en 1988, y las elecciones directas para presidente en 1989. La transición a la democracia en Brasil no puede ser vista como una transición conservadora.
Con Fernando Henrique Cardoso (FHC), la democracia se encuentra con una perspectiva de reforma del Estado. Este encuentro fue resultado de la superación de la hiperinflación con el éxito del Plan Real. Elegido presidente de la República en 1994 y 1998, sus dos gobiernos introdujeron elementos de renovación institucional y funcionales del Estado, definidos como «modernizadores», un impulso fuerte a las privatizaciones y una vigorosa integración al proceso de globalización en curso.
La tenaz resistencia a las reformas modernizadoras de FHC por parte del PT puede entenderse como una de las posibilidades de las pérdidas para la izquierda brasileña. El resultado fue que la izquierda brasileña no se ha presentado con un «socialdemócrata», lo que también habría permitido su actualización al mundo globalizado, bajo el impacto de grandes transformaciones. Como consecuencia, la izquierda brasileña dejó de asumir una función de dirección en la «revolución pasiva» de la era de la globalización, con petistas y peessedebistas (la socialdemocracia brasileña) que hacen frente en una polarización estéril que ha significado enormes costos para el país, lo que permite que la derecha más extremista levantara cabeza y pasara a disputar el centro del poder, como tuvimos oportunidad de observarlo con Bolsonaro.
En suma, se trata de un libro de intervención intelectual y política que busca entender la historia política reciente de Brasil, avances y retrocesos, valorando las victorias conquistadas al tiempo mismo que se reconocen los desafíos que persisten aún.
A la izquierda petista no le interesa el tema de la hegemonía cultural al estilo gramsciano, no entiende que el tiempo de la revolución pasó, ellos solo están interesados en al triunfo electoral del partido y eso ya no es suficiente para lograr transformaciones más profundas. El objetivo del PT es gobernar el Brasil y punto, en lo que resulta ser una visión muy reduccionista de la política de izquierda. Una visión leninista clásica de la toma del poder y no la hegemonía civil gramsciana donde la nueva derecha, o la derecha extremista ha andado más cerca.
Alberto, o sea ¿tú indicas que la nueva derecha brasileña que representa Bolsonaro es más gramsciana que la izquierda?
No es exactamente eso, sino más bien que la nueva derecha toma elementos de Gramsci sobre la hegemonía cultural –por ejemplo, este binomio de la libertad individual y el progreso personal– y los vuelca socialmente en su favor. Nunca en la historia de nuestra democracia los institutos de pensamiento extremo habían sido tan significativos y habían tenido tanto financiamiento.

Alberto, sabemos que están haciendo un esfuerzo significativo para que tu libro se publique en Chile en español, ¿por qué crees tú que sería significativo para los chilenos leer tu texto?
Al igual que nosotros ustedes están próximos a cumplir 40 años de democracia, tiempo para hacer un balance en retrospectiva de lo logrado y de los desafíos pendientes. En ese sentido realizar un ejercicio retrospectivo ecuánime sobre lo obrado por los gobiernos democráticos puede resultar una gran tarea para aunar voluntades en torno a los retos actuales de la democracia, más aún, teniendo en perspectiva que la centroizquierda chilena ya ha elegido a su candidata a la primera vuelta en las elecciones de este año donde, lo más probable es que sea vea las caras con un movimiento de derecha con ribetes extremistas. Ambas democracias, con las diferencias del caso, han seguido rutas similares luego de gobierno autoritarios. Los 40 años son una buena efeméride para hacer un balance justo de la democracia chilena y el caso brasileño puede aportar una experiencia comparada.
Edison Ortiz
Fuente: El Regionalista






Hugo Murialdo says:
Interesante la entrevista y las categorías que expone Alberto Aggio. Sin embargo, es importante destacar que no se puede comparar la transición brasileña con la chilena, esto, por una razón de mucho peso, pues, como bien explica el intelectual gramsciano:
» El proceso de transición traspasó los límites de la «liberalización» del régimen y culminó con la conquista de un gobierno de transición, con José Sarney en la Presidencia. Con él vino la Constituyente y la Nueva Constitución, en 1988, y las elecciones directas para presidente en 1989. La transición a la democracia en Brasil no puede ser vista como una transición conservadora». En Chile no hubo «Constituyente» ni menos «Nueva Constitución. Por eso sostengo que no ha habido «post dictadura», sino sólo un tardopinochetismo.