
¿A qué le teme Boric? La tibieza del Presidente frente a la ultraderecha en un foro para defender la democracia
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En el encuentro “Democracia Siempre”, realizado ayer en Santiago con la presencia de líderes como Lula da Silva, Gustavo Petro, Yamandú Orsi y Pedro Sánchez, las alarmas sobre el avance global de la ultraderecha sonaron fuerte y sin eufemismos. Todos, excepto uno: Gabriel Boric.
Mientras Lula denunció el comportamiento “nazi-fascista” de la extrema derecha y Pedro Sánchez alertó sobre la “internacional reaccionaria” que amenaza la democracia en todo el mundo, el presidente chileno eligió un tono casi académico, despojando a la ultraderecha local de su carga ideológica y presentándola como una tendencia más dentro del sistema político.
“Yo no me creo ni mejor ni peor que la derecha o la ultraderecha. Creo que somos diferentes”, afirmó Boric, en una frase que sorprendió tanto a sus aliados como a sus críticos.
Un tono disonante en un foro urgente
La diferencia de tono con el resto de los líderes fue imposible de ignorar. Lula habló de conquistas sociales “en jaque” por los radicalismos; Petro, de una “verdadera guerra” donde los algoritmos reemplazan a los tanques; y Sánchez, de un esfuerzo global coordinado para destruir la democracia. En cambio, Boric optó por defender la gestión de su Gobierno —aumento del salario mínimo, royalty minero, reforma de pensiones— como ejemplos de su diferencia con la derecha y la ultraderecha, pero sin calificarlas como amenazas a la democracia.
¿A qué le teme el presidente chileno? ¿Por qué convocar un foro para la defensa de la democracia si, al momento de hablar, evita nombrar al enemigo?
¿Tibieza o cálculo político?
El contraste con Lula y Petro deja la sensación de un Boric atrapado entre dos aguas. Por un lado, un electorado progresista que espera firmeza frente a la radicalización de la derecha chilena —representada por José Antonio Kast y Johannes Kaiser— y, por otro, la necesidad de gobernar en minoría, donde cualquier exceso verbal puede ser usado en su contra.
Pero la tibieza tiene un costo. En un contexto donde la ultraderecha chilena no solo crece en encuestas sino que además normaliza discursos de odio, relativiza las violaciones a los derechos humanos y ataca frontalmente a la izquierda, ¿puede un presidente progresista darse el lujo de la equidistancia?
El peligro de no nombrar al adversario
La frase de Boric —“yo no me creo ni mejor ni peor que la derecha o la ultraderecha”— puede interpretarse como un gesto de respeto republicano. Pero en un foro destinado a emitir un llamado urgente para defender la democracia, suena más a concesión que a liderazgo.
Si la ultraderecha “controla algoritmos, siembra odio y promueve una verdadera guerra” como dijo Petro, ¿por qué Boric no puede siquiera calificarla como antidemocrática?
El historiador Enzo Traverso advierte que las nuevas extremas derechas no son solo partidos más conservadores, sino proyectos políticos que buscan destruir los consensos democráticos construidos en el siglo XX. El no reconocimiento de esa amenaza es, en sí mismo, una forma de debilitamiento.
¿Un error estratégico?
Al no alzar la voz con la misma claridad que Lula o Petro, Boric corre el riesgo de aparecer como un líder incapaz de asumir la gravedad del momento histórico. Y aunque la moderación puede ser útil para tender puentes en tiempos de crispación, la historia enseña que la neutralidad frente a quienes desprecian la democracia suele ser interpretada como debilidad.
El foro Democracia Siempre pudo ser una plataforma para reafirmar un liderazgo regional progresista, pero Boric prefirió no confrontar a los Kast y Kaiser de Chile. En cambio, pareció hablarle a un electorado centrista que ya lo abandonó en las encuestas.
La pregunta central
¿A qué le teme Boric? ¿A la derecha, a la ultraderecha, o al conflicto que genera nombrarlas? ¿Por qué convocar a líderes internacionales para discutir la defensa de la democracia si no se atreve a plantear con la misma fuerza las amenazas en su propio país?
Mientras la ultraderecha avanza en Chile con discursos cada vez más agresivos y con planes claros para refundar las instituciones, la tibieza presidencial podría ser vista como una concesión que solo fortalece a quienes quieren arrasarla.
Simón del Valle
Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín






Patricio Serendero says:
Yo no me creo mejor? Falso este individuo. El cree que mostrándose sin ideología, a pesar de tener una, le da un caracter distinto. En verdad todo eso es para esconder que el es un derechista, que no se cree mejor que el resto