Como florentino de adopción, conocí la frase Che c’entra il culo con  le quarant’ore? Esto es: ¿Qué tiene que ver el culo con las cuarenta horas?

 

Está claro que las 40 horas son aquéllas de la exposición del Santísimo en espera de la Pascua de Resurrección.

 

La historia que se cuenta es la siguiente: en medio en la muchedumbre, una feligresa sintió que le agarraban las nalgas. Al darse vuelta, se encontró con un tipo que le dijo: «Las 40 horas». Esto es: «Es culpa del tumulto». Y ella lo increpó: «¿Qué tiene que ver el culo con las 40 horas?».

 

La expresión se utiliza para indicar un  hecho que no tiene nada que ver con otro. Y se me vino a la mente cuando oí decir que el proyecto de las 40 horas laborales era nefasto, porque podría incluso “impedir que Chile participe en la Copa América».

 

La verdad es que reacciones destempladas de este tipo no tienen nada de nuevo ni en el Congreso chileno ni en los detentores del poder.




 

Baste recordar que «la Ley de Divorcio» iba a provocar el abandono de las pobres mujeres y que una parlamentaria y un parlamentario – que votaron contra el proyecto – se aprovecharon después de la ley para divorciarse cada uno de su propio cónyuge para casarse entre ellos y así duplicar sus ingresos mensuales. 

 

Por otro lado, el reconocimiento de los hijos nacidos fuera del matrimonio iba a  redundar en que las pobres viudas iban a ser despojadas de su herencia por los “bastardos” engendrados por su marido. Y la píldora del día después iba a provocar un incremento de los abortos.

 

Pero eso no es nada.

 

Cuando el gobierno de Balmaceda se empeñó en extender el ferrocarril al Sur (que después destruyeron la dictadura cívico-militar y la Concertación), los latifundistas pusieron el grito en el cielo, porque los inquilinos iban a encontrar trabajo fuera del régimen feudal en que vivían e iban a desertar de los campos. Pero uno de los argumentos que esgrimieron fue la siguiente funesta retahíla de causa y efecto: el ruido de las locomotoras iba a asustar a las vacas; las vacas iban a dejar de dar leche; los niños no tendrían leche para tomar; y – por lo tanto – Chile iba a tener una infancia desnutrida.

 

Sin comentarios.

 

Realmente, ¡el culo no tiene nada que ver con las 40 horas!

 

 

 

José Blanco Jiménez

Periodista Universidad de Chile



El Clarín de Chile

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