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En torno a los paradigmas de la vejez en tiempos de pandemia del coronavirus

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“Si por aislar a una persona se la empuja a que desarrolle un cuadro depresivo, y que le bajen sus defensas, entonces el remedio puede ser peor que la enfermedad”: Dr. Eugenio Semino, Defensor de la Tercera Edad de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina), director de GerontoVida y presidente de la Sociedad Iberoamericana de Gerontología y Geriatría (SIGG…

 

 

 

En tiempos de pandemia del coronavirus COVID-19 —que ha ocasionado severos e impensados estragos a la Humanidad—, resulta pertinente recurrir a la voz de los especialistas, científicos, geriatras, gerontólogos, hombres de ciencia…

 

El Dr. Eugenio Semino, Defensor de la Tercera Edad de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina), director de GerontoVida y presidente de la Sociedad Iberoamericana de Gerontología y Geriatría (SIGG), pone las cosas en su lugar al analizar aquí en profundidad la actual realidad que se vive internacionalmente tras la mortal irrupción del coronavirus. Por desgracia, la población más vulnerable es la tercera edad, grupo humano donde se han registrado dramáticas estadísticas de seres indefensos —hombres y mujeres—, quienes se debaten dolorosamente entre la vida y la muerte.

 

Doctor Semino

No obstante, el Dr. Eugenio Semino con los pergaminos de su experiencia, nos alerta e informa convenientemente para entender y sobrellevar este dramático episodio sanitario que conmueve al mundo entero. A continuación, el cuestionario periodístico desarrollado por el Dr. Semino:




 

—Dr. ¿Cuál es la labor estratégica de los geriatras en tiempos de pandemia del coronavirus?
—En primer lugar, hay que tener en cuenta que esta pandemia surgió de una manera imprevista, sin dar tiempo a una reacción coordinada de los Estados y las autoridades. Se han visto y se ven medidas contradictorias y confusión con respecto a los modos de encarar el problema. No había protocolos previos para esta pandemia. En este contexto, podríamos decir que lo primero que geriatras y gerontólogos deben hacer es procurar no ser parte de la confusión general. Estar informados de primera mano, acudiendo a las fuentes de información fidedignas y autorizadas, para saber cómo plantarse ante la situación, ver qué se puede y qué no; analizar y prever cuáles son las dificultades que van a surgir en el territorio real cuando ciertas medidas se apliquen. Del mismo modo que hay epidemiólogos asesorando sobre las medidas a tomar y economistas analizando las estrategias para que la cuarentena no se convierta en una catástrofe económica, quienes trabajamos en temáticas relacionadas con la tercera edad, siendo que éste es el sector más afectado por el virus, podemos jugar un papel importante a la hora de interpretar los acontecimientos y evitar pasos en falso por parte de los Estados. Por ejemplo, en la ciudad de Buenos Aires (Argentina), hace un par de semanas se intentó implementar un permiso de salida para mayores de 70 años. La medida generó tal rechazo que el gobierno de la ciudad tuvo que dar marcha atrás después de varios días de indignación, pérdida de imagen y hasta un fallo judicial en contra. Una simple consulta previa con profesionales del área, por parte del gobierno, hubiera ahorrado todo ese dolor de cabeza.

 

—¿Por qué las personas de la tercera edad son las más afectadas por el coronavirus?
—No solamente son afectados los adultos mayores, sino también las personas que tienen enfermedades respiratorias previas. La diferencia con los adultos mayores es que éstos constituyen un sector de la sociedad más identificable simbólicamente. La gente se imagina al viejo que hay que proteger, no hay una imagen para el asmático que sea tan fácil de pensar.

 

MÉDICOS Y EPIDEMIÓLOGOS TIENEN LA PALABRA

 

—¿Qué medidas efectivas deberían adoptarse para contrarrestar sus efectos en este grupo humano?
—Las medidas son las que se están aplicando hasta el momento para evitar el contagio. Y son los médicos y epidemiólogos que asesoran a los gobiernos los que van diciendo lo que hay que hacer. A nosotros nos corresponde, en ese tema, plegarnos a las recomendaciones que se dan. Sin embargo, hay que pensar también que todas esas recomendaciones están pensadas en relación al coronavirus solamente. Pero todos sabemos que los problemas que pueden tener los adultos mayores van más allá de esta pandemia. Entonces, ahí hay un aporte que nosotros que trabajamos en el tema podemos hacer, y creo que debemos hacer. Y que consiste en reconstruir la mirada compleja sobre la situación de los adultos mayores. Las mismas medidas que se toman para evitar el contagio tienen consecuencias; el caso del aislamiento es el más evidente. A nosotros nos corresponde detectar esas cosas, hacerlas saber, trabajar con ellas. Si por aislar a una persona se la empuja a que desarrolle un cuadro depresivo, y que le bajen las defensas, entonces el remedio puede ser peor que la enfermedad.

 

—¿Qué nación del mundo cree usted ha sabido enfrentar esta pandemia, en beneficio directo de la tercera edad?
—Por lo que se puede ver, hasta el momento, hay que tener en cuenta que el contexto cambia día a día. Es Alemania el país que mejor ha logrado enfrentar el problema. Retomando el ejemplo de la primera pregunta, el mismo día que el gobierno de Buenos Aires propuso el permiso de salida, la líder alemana Ángela Merkel declaró que no sería ético proponer un aislamiento focalizado para los adultos mayores. De todas formas, es importante remarcarlo, la situación es muy compleja y cambiante, y todavía no estamos en el tramo final, por lo cual todo lo que uno ve ahora y analiza, especialmente sobre las realidades de otros países, no es más que provisorio y parcial.

 

—¿Cómo observa usted el panorama actual de la realidad geriátrica en Latinoamérica?
—Con respecto a otras épocas, me parece que estamos en un momento de cierta desconexión entre los profesionales de los distintos países. Para entender esto hay que hacer un poco de historia. El sector tuvo un fuerte desarrollo a fines de los ‘80 a partir del impulso generado por la Asamblea General del Envejecimiento de 1982. Se fue generando la gerontologización de la geriatría, llegando a un punto cúlmine hacia principios de los ‘90, con un fuerte impulso a partir del 92 por el Pacto de Cartagena de Indias, donde se generó la RIICOTEC (Red Intergubernamental Iberoamericana de Cooperación Ténica). A su vez, en el año 95, se conformó la RIAM (Red Interinstitucional de Adultos Mayores) que se conjugó con lo anterior. Y estas entidades generan un fuerte intercambio entre las sociedades de geriatría del continente latinoamericano y de España a través del COMLAT (Comité Latinoamericano y del Caribe). En esas redes de intercambios participaron profesionales de los distintos países. De Chile, Rosita Maté y el Dr. Rubén Marín, destacados profesionales de la geriatría; en el área de la gerontología, el Lic Jorge Cabello; en el área de adultos mayores participaron representantes de la Universidad Católica de Chile y, fundamentalmente, representantes de la Casa de Ñuñoa, de Santiago de Chile, que venían de un historial de lucha por la defensa de los Derechos Humanos durante la dictadura. También participó la Universidad de Bío Bío, a través de Nelson García Arracedo, movimiento de adultos mayores que al día de hoy sigue teniendo gran presencia social. En Argentina, por el área de geriatría estuvieron la Dra. Firpo y Dr. Pupi. Y por el área de gerontología, los Dres. Roberto Barca, Leopoldo Salvareza y yo mismo. Por Cuba, el Dr. Prieto Ramos; por Brasil, Yurisa De Souza y Anita Liberalezo. Y así, en los diversos países.


Ese empuje que se había generado de ambos movimientos, llevó a una fuerte participación en la asamblea de Lisboa del año 2000, en la Asamblea de los Países Latinoamericanos, Portugal y España, cuando inclusive asumió en nombre de las naciones latinoamericanas el Dr. Enrique Vega como representante de Cuba, el área de adultos mayores de la OPS (Organización Panamericana de la Salud).


Pero después, hacia mediados del 2000, este movimiento asociativo fue decayendo para mantenerse durante algunos años más en estado vegetativo y formal que en acciones concretas. Sobre todo, por los cambios políticos registrados en los países latinoamericanos y en España. Hoy se limitan cada uno a acciones en sus propios países.


Esperamos revitalizar el movimiento el 2021 cuando se realice el Congreso Mundial de Gerontología y Geriatría en Buenos Aires. Y esperamos —quienes estamos en el Comité Organizador— tener una fuerte presencia como bloque latinoamericano para convalidar con el resto de los colegas del mundo la necesidad de revitalizar nuestras acciones, en lo que esperemos sea el proceso post pandemia.

 

OPORTUNAS MEDIDAS DE AISLAMIENTO

 

—¿Algún país latinoamericano que esté en la vía correcta, según su observación, respecto del actual impacto del coronavirus?
—En gran medida parece ser que los países que aplicaron las medidas de aislamiento a tiempo son los que están yendo por el camino correcto. Mientras que quienes desestimaron el problema o reaccionaron tardíamente, están enfrentándose a consecuencias nefastas de sus decisiones. Más allá de eso, es importante tener en cuenta que América Latina no es Europa. La paralización de la economía por un tiempo indeterminado en nuestros países va a acarrear consecuencias mucho más graves que en los países desarrollados. En Argentina, por ejemplo, ya estábamos en una crisis gigantesca antes de la pandemia. Esto repercute directamente en la realidad de los adultos mayores, muchos de los cuales no pueden vivir de una jubilación porque no la tienen o porque es insuficiente. Millones de adultos mayores en nuestros países necesitan trabajar para vivir. Por lo cual, a la hora de evaluar el desempeño de cada gobierno en esta crisis hay que incorporar esa variable. Difícil decir ahora quién lo hace mejor y quién lo hace peor. Pero, sin duda, al final terminarán siendo los mejores aquéllos que logren un equilibrio entre la necesidad de frenar la pandemia y la de evitar la catástrofe económica.

 

—¿Cuáles considera usted que son los mayores conflictos que enfrentan las personas al llegar a la tercera edad?
—Hay distintos tipos de marginación que se dan cuando las personas empiezan a pertenecer a lo que se considera tercera edad. Sin embargo, son conflictos que tienen que ver más con la sociedad que con el envejecimiento en sí. Hay que tener en cuenta que una persona que llega a los 60 o 70 años ya pasó por las crisis etarias del resto de las etapas de la vida. Los conflictos interiores son más fuertes a los 40 o a los 50 o durante la adolescencia. La persona de más de 60 ya tiene herramientas que le permiten encarar las cosas de otro modo. El problema es más bien el resto de la sociedad, que en muchos casos no sabe muy bien qué hacer con los viejos.


Otro tema es cuando surge la dependencia, es decir, cuando una persona necesita de asistencia para realizar las tareas de su vida cotidiana. Ahí, de un lado se da el conflicto para la persona de aceptar ser dependiente después de toda una vida de autonomía; y del otro lado, de los familiares o del entorno, está también el conflicto que implica aceptar la situación y encontrarle la solución. Pero también hay que señalar que el gran conflicto es de la sociedad. La dependencia nunca es un tema menor, pero es mucho menos traumático y hasta puede ser llevadero, en una sociedad que está preparada para funcionar teniendo en cuenta a este tipo de personas.


Por otra parte, hay que tener en cuenta que estamos en un momento de cambio de paradigma con respecto a lo que es la vejez. Es un fenómeno mundial que es complejo de analizar pero que, sin lugar a dudas, en los próximos años se va a ver cada vez más. El envejecimiento poblacional es un fenómeno que hay que interpretar porque va a ser uno de los elementos que va a transformar las sociedades en las próximas décadas. Y los conflictos del sector, seguramente, van a ir mutando.

 

CRUDA REALIDAD DE RESIDENCIAS GERIÁTRICAS

 

—¿Son una óptima opción las residencias geriátricas?
—La realidad es heterogénea, no es posible decir que haya una óptima opción puesto que en cada caso se trata de individuos con una historia particular y combinaciones de variables que los hacen únicos. Las residencias son una opción, sin lugar a dudas. Estamos en una etapa de cambios sociales gigantescos, por lo cual las residencias que hoy conocemos también van a ir cambiando. Hay países en los que se realizan distintos tipos de experiencias al respecto. Me parece que uno de los grandes temas que atraviesa a los geriátricos es el mismo que señalaba en la pregunta anterior. Si las residencias son lugares integrados a la sociedad o si son espacios marginados.

 

—¿Abandono o comodidad del núcleo familiar, al dejar a los abuelitos en residencias geriátricas?
—Una vez más, no querría reducir la complejidad de los casos que se dan apelando a una dicotomía tan simple. Cuando una persona necesita asistencia permanente es muy difícil que la familia pueda hacerse cargo. Hay veces que no te da el tiempo, o que no te da la cabeza para hacerlo. Hay que ver también las capacidades que tiene cada núcleo familiar, las historias de vida que hay detrás.

 

—¿Se puede ser feliz durante los años de la tercera edad?
—Tanto como en cualquier otra edad de la vida.

 

—¿Quiénes tienden a deprimirse con mayor facilidad: las damas o los varones de la tercera edad?
—El movimiento asociativo de adultos mayores cuenta con una presencia femenina de un 80 por ciento. Es decir, que en su amplia mayoría son las mujeres las que se integran en las distintas actividades. Los hombres, en cambio, se enganchan más en actividades que tengan que ver con lo lúdico. Esto tiene que ver un poco con lo que señalaba anteriormente, con respecto al paradigma de la vejez. Hoy todavía vemos que a los hombres los afecta más la pérdida de su rol como trabajadores y proveedores del hogar, al no poder cumplir más con esas funciones que fueron las que definieron a la persona durante toda su vida adulta. La nueva situación se les hace más difícil. Las mujeres, en cambio, lo viven como una oportunidad para realizar actividades que habían postergado durante la crianza de los hijos y la mantención del hogar. Sin embargo, ese es justamente el paradigma que se va a ir transformando en los próximos años a raíz de los cambios que se vienen dando en los roles sociales. En este sentido, el momento actual es muy interesante porque tenemos la posibilidad de captar mientras ocurren las transformaciones sociales.

 

¿IDEAL DE VIDA EN LA TERCERA EDAD?

 

—¿Cuál es el ideal de vida al llegar, inevitablemente, una persona a la tercera edad?
—Es algo que se lo tendrá que preguntar cada persona en la medida que vaya llegando a esa edad, si es que se lo quiere preguntar. Es imposible establecer un ideal homogéneo.

 

—¿Pueden ser una “bomba de tiempo” las residencias geriátricas?
—En el contexto actual las residencias geriátricas son el primer lugar sobre el cual el Estado tiene que poner su atención, brindando el apoyo y encontrando las soluciones que sean necesarias. Una reacción tardía o ineficiente puede ser fatal. Pero, en todo caso, hay que señalar que la bomba de tiempo que en nuestros países suele estallar es la negligencia de las autoridades gubernamentales.

 

—¿Cuáles son los mayores riesgos de las residencias geriátricas clandestinas?
—Los riesgos materiales son los mismos que tienen las residencias legalmente habilitadas. El problema que agrega la clandestinidad es que dificulta el acceso a la ayuda a la asistencia estatal. Alguien que tiene un geriátrico clandestino difícilmente va a recurrir a las autoridades, que podrían clausurarlo para coordinar acciones. En esos casos son las autoridades mismas las que tienen que dar el primer paso, ofreciendo garantías a las residencias clandestinas para poder trabajar en conjunto.

 

—Finalmente, ¿qué recomendaciones le haría usted a esta población latinoamericana altamente vulnerable al coronavirus Covid-19?
—En estos casos, lo que corresponde hacer es seguir las directivas que van planteando los gobiernos, sin perder el juicio crítico. Sabemos que esta crisis va a pasar como pasaron tantas otras. Los de nuestra generación, quienes tenemos entre 60 y 70 años en este momento, vivimos en nuestra niñez la epidemia de poliomielitis, o sea que tenemos cierto registro histórico de estas cosas. En el momento de la crisis parece que esto es eterno, que siempre se va a vivir así, encerrado y sin poder saludar a los demás. Pero va a pasar, no hay que perder de vista ese hecho. Puede que no vaya a ser rápido ni repentino, pero va a pasar. Y la vida va a seguir con lo suyo…

 

Francisco Leal Díaz

 



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