Pensar es también pensar los límites. Se trata en este caso, de los límites de nuestras decisiones y accionar, de las figuraciones de nuestros razonamientos, de las  políticas que se aprueban y de las que no. El dejar hacer en favor de la “mano invisible” del mercado y del capital tiene consecuencias. Y múltiples.

 

Las más están ya ante nuestros ojos y se resumen en una crisis  que muchos investigadores  califican de pluridimensional, sistémica y no coyuntural:  crisis medioambiental; crisis energética; crisis alimentaria; crisis migratoria; crisis  bélica; crisis económica;  y claro, crisis de los derechos humanos¡

Los banqueros y las elites políticas saben ya de las catástrofes sociales, pero, como bien dice F. Hinkelammert, no ven, pese a ello,  la más mínima razón para limitar el negocio que se está haciendo con la miseria de las poblaciones  y de la naturaleza.  De allí entonces las constantes crisis de los derechos humanos y el intento permanente de las elites por darles una lectura distorsionada. Para cualquier vistazo  medianamente serio y  crítico sobre el estado actual del mundo,  sería difícil negar estas realidades. Esta negación cotidiana es la que ejercen los medios de comunicación, hoy casi todos en manos de sociedades de capital.  Hemos ido derribando límites, y tenemos hoy que afrontar nuevos que no preveíamos hace poco. El humano se percibe e imagina como un ser infinito,  pero  olvida que existe en medio de un mundo  finito, empezando por él mismo, aunque quiera ignorarlo inventando nuevas tecnologías.  ( J. Riechmann, Carlos Taibo, Miguel Angel Adame, Lester R.Brown , H.Jonas, entre muchos otros).

Tenemos tareas entonces, todos y todas. Si no ejercitamos un pensar cuestionador que pueda también hacerse cargo de los limites, es decir, de las consecuencias reales o   eventuales que trae ir más allá y sobrepasarlos, estaremos siempre empujando hacia la barbarie. El problema es que   la  adopción impuesta y a-crítica de la ideología neoliberalista  trae consigo el fin  del pensamiento. Esto es, el fin del filosofar. Por eso nuestra crisis nacional es, también, una crisis filosófica y ético-política.

Y esto lo presenciamos hoy con la “discusión” ( que, a decir verdad, es cualquier cosa menos discusión) en torno a leyes  que  den poderes especiales al  accionar policial de Carabineros, y, ahora, de las FFAA; propuestas, esas leyes, como una “solución ” a  los problemas de delincuencia y crimen organizado.  Pero, como hoy en día la política ha perdido su esencialidad propia, todo se hace vía los medios e imágenes que tienen que ser algo espectacular,  con palabras altisonantes y consignistas, con harta farándula y matinales,  para impresionar y emocionar al ciudadano y a la en decadencia “opinión pública”.  Cuidado ciudadanía, es bueno no olvidar. Es útil ejercer el conocimiento y la memoria histórica. Ya hemos conocido a otros que en el pasado se creyeron líderes y fuhrer,    iluminados por mitos y mistificaciones,  promoviendo  “soluciones finales”. Lo razonable y racional hubiese sido, al mismo tiempo que se ven modos de dotar de mejores medios para combatir delincuencia y narcotráfico, asegurar una reforma de Carabineros.




 

Ha poco se ha conmemorado el asesinato de los jóvenes Vergara Toledo y de la joven Paulina Aguirre Tobar …al mismo tiempo, el cruel y cobarde degollamiento de tres profesionales (Parada, Guerrero, Nattino).  ¿Los autores? Miembros de Carabineros. Lamentablemente, no tenemos solo esos hechos. Más cerca de nosotros, recordar el caso Catrillanca en el sur; los más de 400 que perdieron uno o dos de sus ojos por accionar de Carabineros en la revuelta de octubre de 2019, amén de otros hechos violatorios de normativas de derechos humanos.  Todos ellos consignados no sólo por el INDH, sino también por organismos internacionales. Por si todo ello fuese aun poco, hay que mencionar los hechos de corrupción al interior de la propia Institución. Se habla de un desfalco del Alto mando de unos 26 mil millones de pesos ¡ Pero,  no es suficiente. No hace mucho fue removido el Jefe de la Asesoría Zonal de Inteligencia de la mal llamada “macrozona sur” por sospechas de implicación en pagos de la industria del robo de madera.  }

¿ Qué quiere la derecha y el neopinochetismo con esto ¿  ¿Traer aquí un nuevo Far West? ¿Que se  propaguen bandas delicuenciales bien armadas que entren en batalla cotidiana con las policías a balazo limpio, para generar más miedo y caos?

Sin embargo, a pesar de que sabemos de la existencia de ese tipo de hechos, no sólo en Carabineros, el “fantasma portaliano” (R. Karmy) sigue vivo en buena parte de nuestra cultura política pública, instituciones armadas  y se hace presente desde los Matinales al Parlamento.   En medio de la creación y manipulación de un clima emocional ad hoc, se despachan entonces a toda velocidad un tipo de leyes como la Nain-Retamal que   no ayudarán a resolver nuestros principales problemas. Al contrario. Están destinadas, detrás de la histeria   hipócrita por el crimen organizado y de manera inconfesada (como muchas veces ha procedido el poder oligárquico en el país) , a disminuir o entrabar el ejercicio de  nuestros derechos ciudadanos; dentro de los cuales, se encuentra el derecho a disentir; protestar, salir a la calle a manifestarse,  expresar  desacuerdos, organizarse,  hacer huelga y similares. Vamos apuntalando así la  sumisión y el vasallaje; la indiferencia y una imposible soberanía.

¿ Qué quiere la derecha y el neopinochetismo con esto ¿  ¿Traer aquí un nuevo Far West? ¿Que se  propaguen bandas delicuenciales bien armadas que entren en batalla cotidiana con las policías a balazo limpio, para generar más miedo y caos?   De una reflexión seria que vaya a la raíz de la delincuencia, el crimen organizado o el narcotráfico, poco o nada. El verdadero problema de la sociedad chilena, que arrastramos de hace más de treinta años, es la desigualdad. Una  desigualdad que se conforma como injusticia entre nosotros.  Y que es bifronte: refiere tanto a la distribución y acceso a recursos, derechos, bienes sociales fundamentales (salud, alimento, educación, pensiones, vivienda, medio ambiente, seguridad), es decir, condiciones de posibilidad de una vida digna, como al espacio de reconocimiento, de consideración, respeto y aprecio de cada uno (autonomía) y de su faceta colectivo/comunitaria, en cuento a las formas de ver, sentir y vivir en el mundo, a su dinámica de construcción de pertinencia identitaria.

 

No es de extrañar.  La derecha chilena y su autoritarismo siempre han tenido como  “ argumento” el que los asuntos de orden y seguridad se resuelven por la fuerza y mediante la represión. No es algo nuevo en la historia del país, por lo demás. ¿No cree usted, lector y lectora, que más bien  tendríamos que pensar y deliberar de manera radical y crítica en torno a los límites, y reflexionar en cómo ir universalizando los derechos humanos y la justicia social?  ¿O, cree usted, es mejor seguir metiendo la cabeza debajo de la sucia alfombra, ver mucha televisión,  celular,  compu,  y que Dios nos pille confesados…o con un arma en la mano?

 

Cerremos estas notas con algunas palabras certeras de B. Russell:  “El ser humano teme al pensamiento más de lo que teme a cualquier otra cosa del mundo (…) El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible. El pensamiento es despiadado con los privilegios, las instituciones establecidas y las costumbres cómodas (…) Pero si el pensamiento ha de ser posesión de muchos, no el privilegio de unos cuantos, tenemos que habérnosla con el miedo…miedo a que sus creencias entrañables no vayan a resultar ilusiones, miedo a que las instituciones con las que vive no vayan a resultar dañadas, miedo de que ellos mismos no vayan a resultar menos dignos de respeto de lo que habían supuesto”. Por eso para los que mandan y dominan, sigue Russell, “es mejor que los seres humanos sean estúpidos, amorfos y tiránicos, antes de que sus pensamientos sean libres. Puesto que si sus pensamientos fuesen libres, seguramente no pensarían como ellos. Y este desastre debe evitarse a toda costa” nos decía.   ¿Da que pensar,  no le parece?

 

Por Pablo Salvat Bologna

 

 

 

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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