
Cuentagotas
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A causa del desprecio por la naturaleza, el cuentagotas se convertirá en el artilugio del futuro. Beber agua sin el apoyo de este aparato, sería impensado. Si usted concurre a un restorán y se quiere servir una cazuela, le preguntarán de cuantas gotas de agua la desea. No se sorprenda por el arribo de la modernidad, donde más bien parece regresión. Entonces, cualquier guiso en el cual se utilice el agua, como prioridad, tendrá un valor adicional. Un IVA líquido. A cambio, usted se puede servir un bistec a lo pobre o un trozo de pescado frito. Ni hablar del vino, jugo o cerveza para acompañar su merienda. Noticias que, a nuestro pesar y espíritu quisquilloso, se convierten en tragedias. No es de sorprender que cada guiso, anunciado en el menú, indique la cantidad de agua.
¿Quién iba a suponer que el modesto utensilio, llamado cuentagotas, llegaría a ser un objeto de tanto valor? Sentimental, necesario, histórico o no, en una época donde las pasiones se han agitado. Este aparato, cuya antigüedad ignoro, lo conocemos desde niños, pues nos daban jarabe con él, nos ponían gotas en los oídos, yodo en las heridas o en las amígdalas. Incluido el repulsivo aceite de bacalao. Por años se mantuvo replegado al botiquín, y de súbito, emergió del ostracismo. ¡Albricias! Aunque podría ser tildado una exageración, su utilidad está asegurada en el futuro. No significa que deberíamos andar con un cuentagotas en el bolsillo o en la oreja, como demostración de sabiduría.
He pensado que la familia Borgia, donde hubo Papas, príncipes y dignatarios poderosos, andaba cada uno de sus miembros con un cuentagotas en el bolsillo. Época de envenenar al rival al menor descuido, le echaban una gotita de veneno en la copa. Nadie iba a observar aquella sutil maniobra de eliminación. De ahí, surgió el arte de la simulación y quién sabe si las clases de ética son de aquellos tiempos. Ahora se usa una pistola, cuchillo y nadie reclama. Desde esa época del Renacimiento, el cuentagotas se convirtió en un objeto socorrido, casi de veneración. Se necesitaron siglos de historia, para que volviese a ser utilizado en nuestra vida cotidiana, aunque no nos vamos a referir a todas las instancias. Permítanme cierto pudor, a la hora del recuerdo.
Así, el legendario cuentagotas, artilugio desplazado por los juguetes sexuales, el alcohol y la droga en nuestra época sandunguera, retoma su prestigio. Aunque tardío. ¿Cómo resistirse a escribir un cuento, sobre semejante ingenio? ¿O un poema? Quizá fueron alquimistas de la Edad Media que los empezaron a utilizar, obsesionados por crear el oro. Época, donde surge la invención de la imprenta, el preservativo, el cinturón de castidad, mientras en el concilio de Trento se empezaba a discutir el sexo de los ángeles.
Este objeto tan sencillo y elemental como una cuchara sopera, ha sobrevivido a siglos dentro de nuestra cultura. Quizá nunca ha dejado de utilizarse y su existencia se prolongue hasta el día del Juicio Final. Por algo, han surgido frases relacionadas con el cuentagotas. “Vivir con un cuentagotas de recurso”. “Tener una pensión, la cual se recibe gota a gota”. Y como regalo a nuestros leales lectores, les envío esta palabreja hallada de casualidad en el diccionario. “Estilicidio”, cuyo significado es el siguiente: “Acto de caer gota a gota un líquido”. Nada de suicidio ni estilo fallido. Una demostración más de la belleza de nuestro lenguaje, el cual a diario se resiste a la contaminación del inglés. Entonces, queridos parroquianos, no se quejen, despotriquen, ni se ofendan si les advierten que, en el futuro, sus ingresos serán ajustados bajo las sabias normas del estilicidio. Por algo se habla del fallecimiento de la UF, cuyo funeral debe anunciarse en estos días.
Walter Garib





