
La descomposición de una candidatura
Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 57 segundos
El naufragio de Evelyn Matthei como carta presidencial de la derecha tradicional ya no es solo una sospecha ni una especulación de pasillo. Se ha vuelto una crisis abierta y pública que carcome la credibilidad de Chile Vamos y amenaza con redefinir las coordenadas del bloque opositor. Las últimas encuestas han confirmado su caída sostenida —detrás de Franco Parisi y muy lejos de Jeannette Jara y José Antonio Kast— mientras su figura se desdibuja entre errores no forzados, titubeos comunicacionales y un frente interno cada vez más dividido.
Este viernes la grieta se hizo oficial. En la Cámara de Diputados, varios representantes de Chile Vamos comenzaron a sugerir, con mayor o menor sutileza, la necesidad de apoyar a José Antonio Kast como candidato único del sector. Andrés Celis (RN), Miguel Mellado (RN) y Jorge Alessandri (UDI) abrieron la puerta a esa posibilidad, apelando a la «realidad de las encuestas», al «mal rumbo de la campaña» y, lo más llamativo, a la necesidad de asegurar escaños parlamentarios para sus propios partidos.
La explicación es brutalmente clara: si Matthei se hunde, arrastra consigo a muchos que buscan reelegirse o entrar al Congreso. La lealtad tiene un límite, y ese límite lo define la viabilidad electoral. En ese escenario, la figura de Kast —aunque polarizante, insoportable, antipática y antagónica para amplios sectores— aparece como tabla de salvación para una derecha desesperada.
Pero mientras en la Cámara se agita el desbande, en el Senado se intenta salvar la dignidad institucional. Rafael Prohens, jefe de la bancada de Renovación Nacional, se apuró en declarar un “respaldo firme y sin ambigüedades” a Matthei, en un comunicado que suena más a control de daños que a convicción. La insistencia en que “no hay, ni habrá, ninguna doble lectura” sobre la candidatura no hace sino confirmar que la doble lectura existe. Y circula.
La prensa conservadora y derechizada también ha comenzado a empujar la puerta de salida. La Tercera, siempre atento a los movimientos del empresariado y las élites políticas, ha ofrecido tribuna generosa a quienes plantean que Matthei debe “dar un paso al costado por el bien del sector”. La misma tesis que inspiró hace semanas una inserción en El Mercurio, firmada por nombres históricos de la derecha, donde se clamaba por “unidad ante el peligro del comunismo”.
El contexto no deja lugar a dudas: el crecimiento sostenido de Jeannette Jara, el respaldo transversal que ha conseguido desde el Partido Comunista hasta la Democracia Cristiana, y su discurso de estabilidad con reformas, han encendido todas las alarmas del bloque conservador. En ese escenario, la derecha no tiene margen para dividirse entre dos candidaturas fuertes. Solo una puede sobrevivir.
El dilema, sin embargo, es ético y político. Porque si Matthei es desplazada por una operación encabezada por Kast, lo que se está consolidando es la derechización total del bloque opositor, con un Partido Republicano a la cabeza que no solo reivindica la dictadura y todo tipo de autoritarismos, sesgos y mentiras, sino que despliega una guerra sucia comunicacional contra sus propios aliados. El silencio de Kast ante los ataques digitales sufridos por Matthei —videos que la ridiculizan o cuestionan su salud mental— es tan ruidoso como su estrategia: dejarla caer sin ensuciarse.
Lo que se juega en estas semanas no es solo el nombre del candidato de derecha. Es el tipo de derecha que enfrentará el país en noviembre. Y el resultado de esa batalla interna no solo definirá la elección presidencial: marcará también la línea ideológica del próximo ciclo político en Chile.
Simón del Valle






jaime norambuena says:
Lo que es claro y verdadero es que F. Kast es un capitalista
maderero en La Araucania, y con un cercano antepasado
militar de Hitler que era del partido nazi.
Kast se diferencia poco de Kaiser, pero lo oculta con un
cinismo «elegante». Su verdadera ambicion esta muy
cercana a Pinochet a quien es muy seguro que admira.
Volver al pasado seria un gran error y casi una catastrofe.
antonio pizarro says:
Y sin embargo la constitución seguía allí