
Occidente vs. Sur Global: una disputa entre élites que pagan los trabajadores
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Mientras académicos y analistas dividen el mundo entre «Occidente» y «Sur Global», lo que se oculta tras ese relato es una lucha entre las clases dominantes de las grandes potencias. Las sanciones, aranceles y guerras no son meras estrategias geopolíticas: son mecanismos para que las élites económicas mantengan su poder, mientras los pueblos del mundo —del norte y del sur— pagan el costo con su trabajo, su estabilidad y, cada vez más, su seguridad.
Académicos, analistas y periodistas utilizan los términos “Occidente” y “Sur Global” para referirse a dos conjuntos de países hoy antagónicos. Con el término “Sur Global” se refieren al grupo de países que defienden intereses comerciales, económicos y de manera creciente su soberanía política en medio de la disputa por la hegemonía mundial entre las principales potencias del mundo actual: los EEUU por un lado y China y Rusia por el otro. El grupo que se le opone, al que llaman “Occidente”, se identifica con EEUU aunque por variadas razones, algunas de ellas claramente impuestas. Todo el resto de los países del mundo se van alineando en esta disputa. En su definición priman fundamentalmente lo económico y geoestratégico además de aspectos políticos e ideológicos.
Inicialmente el Sur Global se fue diferenciando por la defensa de un comercio mundial libre tal como definido por la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sus principales miembros son también el nudo central de los BRICS, de todos conocido. Defienden las mismas opciones comerciales y de manera creciente aceptan la propuesta de “desdolarización encabezada por los BRICS, tal vez la mayor amenaza a la hegemonía estadounidense.
Los países pequeños que miran estas iniciativas y sus ventajas y desventajas con interés, se van alineando tímida o decididamente en uno u otro bando. Aquellos con antiguos lazos con la potencia norteamericana intentan negociar lo mejor posible las condiciones de dichos aranceles – en algunos casos bastante elevados – sin poner en discusión su pertenencia a la esfera de influencia de EEUU. Países como Japón, Corea del Sur, Australia, Canadá o Chile o el conjunto de la Unión Europea son ejemplo de esto entre muchos otros.
Aquellos países miembros de los BRICS en alguna de sus categorías (miembros fundadores y asociados) y otros que ven allí la manera de escapar a las sanciones por la vía de redefinir el destino de sus exportaciones, han escogido el Sur Global. Pero claro, nada de esto es explícito. Todos los países pequeños conscientes de su debilidad manifiestan públicamente su deseo de no alinearse en ninguno de estos grupos. Pero en los hechos lo van haciendo. Son forzados a hacerlo. La razón la conocemos ahora. La alineación viene entre otras porque EEUU va forzando la parada y exige ahora que los países del mundo deben realizar el comercio internacional en dólares de su país y no comprar petróleo ni gas a Rusia. Una actitud claramente imperial cuya consecuencia directa es la división del mundo entre “ellos” y “nosotros”. Tal es el estado del tan cacareado mercado libre por los defensores de “Occidente” del sistema capitalista. Los dictados de la OMC valen tanto como aquellos de la ONU.
Para EEUU hoy los aranceles sirven o hipotéticamente servirán tanto para recuperar su economía y para mantener su papel preponderante en el comercio mundial. Tal es su objetivo declarado. Esto es, sus propios errores – los de sus multinacionales fundamentalmente – pretenden que la cuenta la pague el resto del mundo. Ni más ni menos.
La aplicación de sanciones por su parte, un arma siempre utilizada desde hace largo tiempo por las grandes potencias es también un instrumento utilizado en la lucha política. La reciente sanción a Brasil por parte de Trump decidiendo aplicarle un 50% de aranceles a la importación de productos brasileros al mercado estadounidense lo demuestran claramente. El punto en cuestión es el juicio del gobierno de Planalto contra Jair Bolsonaro por golpista y otros cuantos crímenes adicionales. Donald Trump, amigo de Bolsonaro, no tiene empacho en aplicar dicho arancel/sanción indicando no muy veladamente que la razón de ello es la defensa de su amigo golpista, lo que implicaría que si dicha pena fuese levantada de alguna manera, también lo serían los aranceles. Con razón el Presidente Lula habla de chantaje político, que desde ya ha rechazado enérgicamente. Además de un ataque a la soberanía brasilera. Igualmente son de orden político y no comercial las amenazas de sanciones a países que compren petróleo a Rusia. El caso más destacado por la importancia del país visado es aquella de India. Grande compradora de petróleo y gas ruso es amenazada con sanciones adicionales por EEUU. Digamos de paso que tanto Brasil como India se han levantado contra esta verdadera agresión económica en defensa de su soberanía. A ellos se suman otros que plantan cara de diferentes maneras a la acción norteamericana como Canadá, México o Japón. Otros como la Unión Europea, teniendo herramientas en mano para disputar una mejor negociación, ha aceptado en toda la línea la imposición norteamericana, confirmando que son desde la Segunda Guerra mundial una región subordinada al interés de estos. Además de los aranceles aplicados están obligados a comprar productos, equipos militares y realizar inversiones en suelo de EEUU por casi dos billones de dólares en 3 años. Los actuales líderes de la UE se declaran muy satisfechos por este “acuerdo”.
Hay otro aspecto que queremos destacar. Y no es apenas una cuestión de semántica.
Las denominaciones “Occidente” y “Sur Global” esconden a nuestro juicio la verdad de las fuerzas en pugna. La utilización de la geografía la historia y la cultura se utilizan en este disfraz.
Así por ejemplo en el “Sur Global” están China, Rusia e India por ejemplo, todos países del hemisferio Norte entre varios otros. Del mismo modo ni Japón, Australia, Corea del Sur, Marruecos o Argentina son parte del Occidente que tradicionalmente conocíamos. Su centro histórico eran los países europeos con Alemania, Reino Unido y Francia a la cabeza seguidos por la mayoría de los países que forman la Unión Europea (UE).
Las fuerzas verdaderamente en pugna son fundamentalmente las clases dominantes de las grandes potencias. Por el lado que se llama hoy Occidente están aquellas de EEUU, Alemania, Francia y Reino Unido. Y en China y Rusia por parte del “Sur Global”. Es en esos países donde se concentra la mayor cantidad y riqueza de compañías multinacionales y corporaciones (que aunque parecidas no son la misma cosa). Desde las grandes tecnológicas, petroleras, farmacéuticas, agrícolas, automotrices hasta aquellas del complejo militar-industrial. Y sobre ellas las todopoderosas gestoras de fondos de inversión en estrecha concomitancia con los grandes bancos. Los burgueses propietarios de estas empresas son ese 1% más rico que la mitad del mundo. En esta lucha de las fracciones nacionales de la gran burguesía mundial se defienden no solo los intereses económicos de las grandes multinacionales y corporaciones de dichos países. Y como ocurre en el capitalismo, los intereses de las grandes empresas se confunden (falsamente) con los respectivos intereses nacionales simbolizados en los conceptos de Patria o Nación. Todos recordarán aquello de “lo que es bueno para la General Motors es bueno para EEUU”. Casi como decir que lo que es bueno para SQM es bueno para Chile. Los últimos gobiernos chilenos parecen concordar con esta propuesta.
Las fracciones de las clases dominantes de las grandes potencias son los verdaderos Occidente y Sur Global en lucha actual. La denominación utilizada de estos dos grupos solo esconde esta realidad. Porque los trabajadores del mundo, esa inmensa mayoría que sufre la explotación para permitir la vida regalada de los más ricos, no quiere saber de guerra alguna ni de conflictos ni de aranceles. Mucho menos que en la escalada de esta lucha se amenace con la extinción del Planeta con el arma nuclear. Arma que hoy Rusia y EEUU se muestran en un desfile de fuerza los respectivos misiles atómicos de que disponen, el todo acompañado de amenazas hechas por sus más destacados políticos ilustrando el nivel de tensión alcanzado. Y la falta de sentido de responsabilidad de sus autores que es preciso rechazar decididamente.
Otro aspecto a destacar es el objetivo económico de los aranceles. Sus beneficiarios y quienes los pagan. La clase dominante en EEUU ha entendido que el camino de resolver su profunda crisis económica, además de social y política pasa por reconstruir el tejido industrial de EEUU como uno entre otros objetivos prioritarios. Para esto se trata de hacer que el resto del mundo pague esta recuperación y de paso fortalezca la máquina de guerra estadounidense, hoy en muy baja forma. No solo por lo obsoleto de muchas armas y equipos que la guerra de Ucrania ha demostrado que pertenecen al pasado. Sino que también porque los inventarios de equipo militar están en mínimo producto de las guerras actuales de EEUU en Ucrania y el Medio Oriente. Los aranceles y sanciones en el fondo van a buscar dinero al bolsillo de de las empresas importadoras, las que los traspasan directamente a sus consumidores. O sea en la gran mayoría de los casos, a los trabajadores. Y a los trabajadores de EEUU de todas maneras. Igualmente sufren las empresas exportadoras. Por ejemplo la industria del calzado brasilero exportado a EEUU sufrirá bajas en sus ventas. Los despidos serán la defensa habitual de estas empresas. Algo habitual en el Capitalismo. Pueden perder los trabajadores. Los dueños del capital nunca. Los productores de vino español sufrirán otro tanto (lo que a su vez abre mejores posibilidades a los grandes productores de vino chileno). Cualquiera sea el mecanismo económico con el que nos expliquen los expertos en como todo esto ocurre, lo concreto es que al final de la linea son los trabajadores del mundo entero los que pagarán la hipotética recuperación de la economía de EEUU. Y en consecuencia con esto, el enriquecimiento de los señores de la guerra, los bancos, las farmacéuticas, etc. etc. Y todo esto para ya no recordar que los mayores ingresos registrados por el Tesoro de EEUU tiene un destinatario claro: sus empresas por la vía de excepciones tributarias largamente anunciadas por Trump y de millonarios estímulos al proceso de re-industrialización. Los trabajadores estadounidenses estarán al margen de este regalo.
El despojo con el que persigue Washington a los trabajadores del mundo se hace a la luz del día sin cualquier pudor. Al estilo de la ultra-derecha en cualquier parte del mundo. Está por verse cuanto de esto se concretizará en favor del gigante americano y su corporaciones. Y será muy importante también ver como este proceso generará alianzas hoy desconocidas y cambios en la multipolaridad que vivimos.
Creemos como algo altamente probable que la situación estructural que vive EEUU a todo nivel, así como lo difícil – por no decir imposible – que sería la tan ansiada recuperación de la hegemonía mundial que se le escapa entre los dedos, no tendrá los efectos deseados. Esto porque el objetivo de re-industrialización perseguido ocurre en medio de otros procesos muy poco halagüeños. La derrota militar en Ucrania donde EEUU ha gastado una fortuna sin éxito alguno, la crítica situación que vive su peón sionista en el Medio Oriente, derrotado también militarmente en tanto potencia regional dominante, el importantísimo ascenso de los BRICS como un gran oponente en el comercio mundial y en alineamientos geoestratégicos, la progresiva y bastante visible hoy “desdolarización” en los intercambios internacionales, así como los enormes problemas con su deuda externa y los intereses a pagar por el servicio de esta deuda, son todos procesos que atentan y complican el objetivo propuesto.
De allí que a nivel político vemos una dirigencia en la Casa Blanca que pareciera no tener un objetivo estratégico claro y un plan para llevarlo a cabo. Dicho derechamente, pareciera que no saben lo que deben hacer para salir del atolladero. Los acontecimientos producto de la decisión de aplicar tasas arancelarias a todo el mundo, “amigos” incluidos, su retroceso, sus cambios diarios en valores y países y fechas de aplicación, van demostrando que al ir calculando el efecto que estas medidas producen, existe la sospecha – así queremos suponer – de que la cosa puede salir mal para el propio EEUU. Por todas las razones imaginables. Desde descubrir que a algunos países les importa poco los aranceles aplicados en cuanto recurren a procura de otros mercados para sus productos, hasta provocar alianzas políticas no deseadas como la más importante de China, Rusia e Irán que ya es un hecho, algo que los estrategas del Pentágono han querido siempre evitar.
El ejemplo de la expulsión de emigrantes es otro ejemplo del no tener claro que hacer. A los grandilocuentes anuncios de Trump de que expulsarían de EEUU “a millones de emigrantes ilegales”, sucede que todo está terminando en unos pocos miles de expulsados teatralmente. Han descubierto en la Casa Blanca que con las expulsiones masivas sufrirán enormemente los sectores agrícola y textil entre otros. Y entonces han dado marcha atrás.
Y aquí permítasenos un paréntesis. Este fenómeno debería hacer pensar a la ultra-derecha chilena que tiene naturalmente el mismo objetivo de expulsar migrantes a los cuales se acusa de todos los males que nos aquejan. Sucede que los migrantes son necesarios. Siempre lo fueron. ¿O alguien cree que los millones de migrantes que viven y trabajan desde hace décadas en EEUU, Canadá, Francia o Alemania, son apenas el reflejo de falta de controles y barreras por parte de dichos países? ¿No están estos entre los países más ricos del mundo, a pesar de tener tantos migrantes?
Otro ejemplo de estas políticas aplicadas sin mayor análisis de sus consecuencias, es en el plano militar. Las provocaciones militares que hace EEUU un poco por todos los rincones del mundo, se hacen sin parecer tener mucho en cuenta la realidad. El dar un plazo a Rusia para encontrar la paz con Ucrania es el mejor reflejo de no entender la correlación actual de las potencias mundiales. De no entender tampoco que a nivel político y diplomático no se puede mandar a todo el mundo a hacer lo que EEUU decida. El caso de India es paradigmático. Se le exige que no compre más petróleo ruso, algo fundamental para el proyecto de desarrollo indio. Por supuesto India no va a aceptar la “orden” dada. Como tampoco lo hará Brasil. La sorpresa mostrada por los ministros de EEUU frente a estas situaciones es demostrativa que viven en un mundo que ya no existe y que ellos no comprenden ni aceptan. Tal como no aceptan la derrota en Ucrania.
A pesar de sus problemas económicos y de equipo militar, EEUU está hoy metido en conflictos de guerra en Ucrania, Siria e Irán. Y mantiene amenazas a China frente a sus costas, “para defender el libre tránsito del comercio mundial y por razones de seguridad nacional”. Claramente acciones que desconocen la fuerza real hoy del imperio.
En este catastrófico contexto de decadencia generalizada para el gigante americano, la estabilidad mundial está amenazada gravemente como consecuencia directa.
No solo por la amenaza nuclear. Sino también porque todas las instituciones creadas por EEUU desde la Segunda Guerra Mundial y posteriores están en entredicho. La ONU, el FMI, el Banco Mundial, la OMS, la OIEA, etc.
Muchos países no saben si los compromisos, acuerdos y tratados que algunos quisieran hacer con EEUU tendrán algún valor. Porque si hay algo que Trump ha ayudado a destruir completamente es la credibilidad y seriedad de EEUU en sus negocios con el resto del mundo. Algo que se ve a diario y que los propios académicos y analistas norteamericanos destacan. Ya no se puede confiar en la palabra de EEUU. Y como se sabe, la confianza es fundamental en los negocios y en todas las relaciones humanas.
Falta en este alineamiento de “Occidente” y “Sur Global” que sea reactivada la vieja asociación del Grupo de los 77 o de Los Países no Alineados del siglo XX. Estas asociaciones entre países buscaban defender su comercio en el mundo los primeros, y defender su soberanía y autodeterminación los segundos en el contexto de la Guerra Fría. La guerra actual es todo menos fría y exige que cada país pequeño y pobre entienda bien donde están sus verdaderos intereses. Porque los intereses de un pequeño agricultor de Ecuador o Bulgaria no son los mismos que aquellos de la gestora de inversiones BlackRock. O los intereses de un trabajador argelino no son los mismos que los del Presidente del Banco Industrial y Comercial de China – el mayor del mundo hoy -, ni que los intereses de un empleado chileno sean los mismos que aquel de alguno de los ricos empresarios de San Petersburgo, aparentemente la fracción dominante hoy en el Kremlin.
De modo que sepamos como ubicarnos en este frágil y peligroso entorno. Desenmascaremos la idea de que debemos alinearnos con este o aquel. Los intereses de los trabajadores del mundo son otros distintos. Sepamos nuestro lugar para luchar en la medida de nuestras fuerzas para la construcción de un mundo sin violencia ni guerras y donde el respeto de los grandes por los chicos – hoy letra muerta en los principios de la ONU – se hagan realidad.
Patricio Serendero





