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Militancia ¿sólo cuando me conviene? El caso Frei

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“Si una persona pertenece a un partido político, debiera tener un mínimo de consideración de lo que su partido decide”,  señaló Rodrigo Galilea, presidente de Renovación Nacional, refiriéndose a Carlos Larraín, ex presidente de RN quien no apoyará a la candidata de su partido. Esta afirmación me parece también válida y aplicable al ex Presidente Freí, militante de la DC.
Los procesos electorales en curso ponen siempre en tensión y hacen explícitos los dilemas y encrucijadas a las que nos vemos enfrentados cotidianamente los seres humanos. Los acuerdos adoptados por los órganos regulares de gobierno de los partidos políticos deberían ser siempre respetados, por quienes han adscrito «voluntariamente» a ese colectivo humano. De no ser así que sentido tendría la pertenencia a ese grupo. Cuando uno se incorpora a un partido es porque comulga con aquello que este dice perseguir, y dichos objetivos se van definiendo mediante acuerdos y decisiones adoptados mediante formas previamente definidas. Si alguien milita en una organización política, es porque está dispuesto a sacrificar parte de su autonomía personal en función de intereses compartidos con otros iguales a uno.
Nadie puede pretender ser más que aquello de lo cual se hace parte. Se puede tener miradas o juicios diferentes qué se enriquecen mutuamente, pero que una vez confrontadas y debatidas dan origen a acuerdos que obligan moralmente a quienes participan en el debate. Es ese el sentido profundo del quehacer político.
Adoptada una decisión que fue debatida entre los integrantes de un colectivo humano, esta se respeta, aunque duela. Moralmente estoy obligado a cumplir los acuerdos adoptados, de no ser así, ya no puedo ni debo participar de ese grupo humano, esto por un mínimo de coherencia. Lo que es absolutamente impropio desde una perspectiva ética, es que en vez de guardar silencio y de observar un mínimo de prudencia y decoro frente al acuerdo del cual se discrepa, se haga exhibición pública de la diferencia, se la descalifique e incluso se la denoste. En el pasado se diría que eso no es propio de caballeros. Y tal vez haya algo de verdad en ese dicho. Es algo que quizás nuestra sociedad ha ido perdiendo, la caballerosidad. En tiempos donde hay quienes admiran a personajillos como Trump o Milei, incluso a delincuentes como Pinochet, es donde se ausenta la mesura, la prudencia e incluso la cordura. Por el contrario se hace cada vez más manifiesta la intemperancia, el irrespeto de la palabra empeñada y la carencia de urbanidad, de decoro y de decencia. Quienes detentan, les guste o no, por sus liderazgos políticos, empresariales o profesionales, roles significativos en la vida nacional, deberían ser más cuidadosos de preservar lo que constituye el mayor patrimonio que ha tenido Chile como sociedad ante otras naciones, el valor de la palabra empeñada y el respeto de los compromisos adquiridos.  Cuidemos y respetemos a Chile desde los actos cotidianos.

Antonio Elizalde



  1. Felipe Portales says:

    Tiene razón Frei Ruiz-Tagle cuando sostiene que el PDC «traicionó sus principios». Pero está «un poco» equivocado en la fecha. Los traicionó cuando se dio un giro copernicano (o en 180 grados; o una «voltereta» como se dice ahora) en los 90 adscribiendo plenamente al modelo neoliberal impuesto por la dictadura. E incluso profundizándolo con mucho más privatizaciones o concesiones durante el Gobierno… ¡de Frei Ruiz-Tagle! Y claro, después con Lagos, «el mejor presidente de derecha de todos los tiempos», de acuerdo a César Barros…

  2. Serafín Rodríguez says:

    Frey R-T es un personaje perfectamente bien conocido en sus dobleces, pero no por ello deja de tener razón en cuanto a las motivaciones electorales de su comático partido al adherir a la candidatira de Jara.

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