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Jeannette Jara y el laberinto electoral: cómo romper el techo sin romper la coalición

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Estancada en las encuestas y superada por José Antonio Kast en primera vuelta y balotaje, la candidata de Unidad por Chile enfrenta su mayor desafío: construir un relato capaz de sumar apoyos más allá de su base progresista, sin dinamitar la frágil unidad de sus nueve partidos. El tiempo se agota y las dudas crecen.

A tres meses de las elecciones presidenciales, la candidatura de Jeannette Jara vive su momento más delicado. La encuesta Cadem de este domingo confirmó una tendencia que ya se insinuaba: la abanderada de Unidad por Chile ha dejado de crecer y ha sido superada por José Antonio Kast en primera vuelta. El republicano no solo lidera con un 28% frente al 26% de Jara, sino que también la derrota con amplitud en una eventual segunda vuelta (48% contra 34%).

El escenario es todavía más adverso si se observa el “techo” que la candidata arrastra desde el inicio: todas las encuestas la ubican en un rango de entre 30 y 35% de apoyo, insuficiente para imponerse en un balotaje donde toda la derecha —desde Kast y Evelyn Matthei hasta Franco Parisi y Johannes Kaiser— confluiría en su contra. Ese es el nudo estratégico que su comando no ha logrado desatar: cómo romper el techo electoral en un contexto donde las narrativas dominantes giran en torno a la seguridad, el orden y el miedo al cambio.

Tropiezos en cadena

La última semana mostró con claridad las tensiones que atraviesan a su campaña. El miércoles, en medio de un debate, Jara negó que su programa para las primarias incluyera la nacionalización del cobre. El problema es que sí lo hacía. El episodio la obligó a rectificar públicamente al día siguiente: “Tengo la hidalguía de reconocer que en el programa hubo un error y se va a corregir”, dijo en Radio Festival.

Aunque algunos en el oficialismo minimizaron el hecho como un simple lapsus, para otros fue la confirmación de que la campaña avanza sin el orden ni la cohesión necesarios. A esto se suma la polémica en torno a su jefe de campaña, el economista Luis Escobar, quien en entrevistas desechó propuestas emblemáticas del programa original, obligando a la candidata a dar explicaciones sobre sus propias promesas.




Estas descoordinaciones han llevado al equipo a reducir la participación en debates y priorizar el despliegue territorial, buscando minimizar riesgos. El temor es evidente: en un escenario donde aún no se ha presentado un programa definitivo, cualquier error de comunicación puede abrir flancos difíciles de cerrar.

Una coalición incómoda

El problema, sin embargo, no es solo comunicacional. La estructura política que respalda a Jara es una coalición de nueve partidos con diferencias profundas sobre la magnitud de los cambios que están dispuestos a impulsar. Hay sectores que ven con desconfianza cualquier giro que altere sustantivamente el modelo económico neoliberal. En la práctica, esto constriñe el margen de acción de la candidata, que no puede radicalizar su discurso sin arriesgar la ruptura interna.

El dilema es brutal: si opta por medidas de alto impacto —como la nacionalización del cobre, un salario digno garantizado, la reforma integral del sistema de salud o el fin de las AFP— podría entusiasmar a la base popular y romper el techo. Pero también podría dinamitar la frágil unidad de su coalición. Si, en cambio, mantiene una propuesta moderada para preservar la alianza, corre el riesgo de quedarse corta para movilizar al electorado desencantado que podría terminar votando por la extrema derecha, como ha ocurrido en otros países.

La ministra Camila Vallejo lo expresó de manera involuntaria en una entrevista a EFE: “La unidad implica sacrificar un poco las ideas propias”. El problema es que, en política, sacrificar demasiado puede equivaler a perder la identidad.

El diagnóstico de Mayol

En una columna publicada el lunes, el sociólogo Alberto Mayol sintetizó la encrucijada. Para él, Jara cuenta con una base identitaria sólida en sectores progresistas y una biografía que le otorga credibilidad ante el mundo popular. Pero su narrativa choca con el clima de época: un electorado dominado por el temor al crimen organizado y la búsqueda de certezas tiende a asociar transformación con riesgo.

Mayol advierte que la tarea de Jara no es solo ganar la primera vuelta, sino construir un escenario simbólico que compita con el que favorece a Kast. Y en eso, dice, “ni siquiera lo ha intentado”. La izquierda, sostiene, no ha sabido ofrecer una respuesta histórica a la crisis política y social abierta en 2011 y profundizada tras el fracaso de la Convención Constitucional.

La cuestión central, para Mayol, no es la delincuencia en sí misma, sino lo que esta simboliza: decadencia, caos y pérdida de certezas. Y en ese terreno, Kast aparece como el garante de orden, aunque no presente propuestas sustantivas para mejorar pensiones, salarios, educación o salud.

El reloj que corre

Quedan apenas tres meses para la elección y el margen de maniobra se achica. El desafío de Jara no es acumular un par de puntos para cerrar la brecha con Kast en la primera vuelta, sino encontrar un relato capaz de convencer a parte del electorado de centro y derecha de que la justicia social es una condición para la estabilidad, no una amenaza.

Eso implica tomar riesgos: presentarse como la candidata capaz de garantizar seguridad sin renunciar a las reformas estructurales; hablar de orden, pero un orden que incluya dignidad; reconocer errores pasados de la izquierda y mostrar un camino realista para corregirlos.

La pregunta es si su comando —con sus actuales divisiones internas y cautelas estratégicas— está en condiciones de dar ese giro. El despliegue territorial puede ayudar, pero sin un mensaje claro y coherente difícilmente romperá el techo. El tiempo no está de su lado y, como en política todo vacío se llena, si Jara no define pronto el relato que quiere encarnar, otros lo harán por ella.

La batalla no está perdida, pero el reloj avanza.

Simón del Valle

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Periodista
  1. Felipe Portales says:

    Comparto plenamente lo que dice Renato Alvarado, de que no se puede seguir vendiendo «más de lo mismo». Ya van seis gobiernos de «centro-izquierda» que han desarrollado políticas claramente neoliberales. Y, notablemente, fundamentándose en argumentos totalmente contradictorios. Así, muchos de nuestros «centro-izquierdistas» nos dicen estar orgullosos de «los 30 mejores años de la historia de Chile» y basados en «las políticas de los consensos»; mientras otros nos dicen que «no se pudo hacer más», dado que no se tenían las mayorías parlamentarias, lo cual es falso respecto de los gobiernos de Bachelet y de un año y medio del gobierno de Lagos. Y tampoco dicen que con las Reformas constitucionales concordadas con la derecha en 1989, se les regaló solapadamente la mayoría parlamentaria que ¡le aseguraba la Constitución original de 1980 a cualquier futuro gobierno, obviamente pensando en que Pinochet -ganando el plebiscito de 1988- se aprovecharía de ello…
    Mientras continúen engañando al pueblo no habrá cambio del modelo, gane quien gane las próximas elecciones.

  2. Renato Alvarado Vidal says:

    En octubre de 2019 el pueblo de Chile expresó en forma directa y espontánea, su opinión acerca del régimen político, social y económico imperante. El juicio fue negativo y una consigna inicial fue una denuncia: No son treinta pesos, son treinta años.
    ¿Es realista creer que se pueda ganar la confianza del pueblo, en torno a un cambio para mejor, buscando el acomodo con los responsables de esos treinta años?
    Va a ser difícil vender «Más de lo mismo»

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