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El giro de Jara: de debates a terreno, mientras la derecha capitaliza el desencanto

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El “techo” de Jara no es solo electoral, es simbólico. No basta con más actos, más fotos o más frases hechas. Debe lograr que la justicia social sea percibida como sinónimo de estabilidad, no de caos. Ese es el único antídoto frente al orden autoritario de Kast.

A menos de tres meses de las elecciones, Jeannette Jara ha decidido salir al país: sin debates televisados, sin foros empresariales, pero con una promesa clara: recorrer Chile “dejando el discurso atrás y apostando por la calle, por el contacto directo con la gente común”. En Plaza París-Londres, con 100 jóvenes respaldándola, anunció esta semana que iniciará una gira de un mes por lugares como Rancagua, Curicó, Calama y Chiloé, mientras deja vacante el próximo foro de ICARE al estar en Punta Arenas. Es su lema hecho estrategia: “Se mueve por Chile”.

Este cambio de táctica responde al principal nudo político de su campaña: el estancamiento en una franja de las encuestas que no supera el 30–35 %. Incluso las últimas mediciones ya la muestran detrás de Kast en primera vuelta y completamente derrotada en balotaje. El desafío es simple, pero desesperadamente complejo: romper ese techo sin fracturar la coalición de nueve partidos que la respalda.

Una derecha fuerte con memoria erosionada

La fortaleza de la derecha —especialmente del sector ultraderechista— no se explica solo por sus propuestas, sino por el legado que ella no ha logrado disputar. La falta de honestidad, dicen bolsones de desencanto popular, ha sido la impronta de los gobiernos de la Concertación y el Frente Amplio: promesas que no se cumplieron, transformaciones inconclusas, y la consolidación silenciosa del modelo neoliberal impuesto desde la dictadura. Esa erosión del capital histórico del progresismo ha abonado el terreno para un discurso de orden que no ofrece nada más que eso.

Kast, con una mezcla de mano dura, libre mercado autoritario y promesas vagas, encarna ese orden. No ofrece mayorías sociales ni reformas profundas, pero no necesita hacerlo. Basta con sostenerse como paz simbólica en tiempos de miedo y crisis.




Entre Plaza París-Londres y el reloj que avanza

Salir del formato debate-electrodoméstico y volver a la calle es una decisión política minuciosa, no un capricho. Un simulacro de legitimación. En sus propias palabras, quiere ganar “corazones y conciencia”. Pero cada jornada cuenta. La campaña territorial, como advirtió el académico Álvaro Ramis, es la clave: no basta la cobertura mediática; hay que tratar con problemas concretos de la gente, “justicia territorial”, entendida como respuesta real y tangible, no retórica.

El tiempo, sin embargo, no espera. La derecha tiene todo por ganar en un balotaje donde su base está cohesionada y esperando su turno para unificar su voto. Kast encabeza esa tendencia. El techo de Jara, como dijo Alberto Mayol, es estructural: su narrativa entró tarde a disputar el “orden” que domina la agenda política. Empero, esto no implica que sea inevitable perder. Significa que el camino es estrecho, lleno de bifurcaciones.

El dilema del programa: ¿radicalizar o retroceder?

La gira territorial también se explica como una estrategia de subsistencia de identidad: conectarse con los sectores populares que pueden determinar el resultado o escalar hacia posiciones populistas sin perder la alianza de partidos. Aquí está el espacio simbólico de la izquierda: transformar la justicia social en una promesa de estabilidad. Pero para lograrlo necesita discurso e instituciones. No es suficiente con estar en la calle; hay que decir algo que tenga sentido para quienes temen perder todo.

La rectificación del debate del cobre no fue una corrección táctica. Fue una señal de que el equilibrio en el comando está roto. El sobresalto con Escobar, el economista mediador con la derecha empresarial, puso al descubierto el dilema profundo: reformar el modelo neoliberal sin romper la coalición, o romper la coalición para cambiar el modelo. Eso explica el retraso en debates y el repliegue táctico de Jara.

El escenario simbólico aún está abierto

No hay derrota anticipada para Jara. Lo que hay es un cruce entre una narrativa del miedo y una apuesta identitaria que todavía se construye. El triunfo del orden frente a la transformación no está consumado. Si su equipo territorial logra traducir la gira en empatía masiva, si consigue encarnar que la justicia social es lo contrario al caos, puede quebrar el techo. No será con debates televisados ni entrevistas enlatadas, sino con la gente, mañana y pasado.

Pero eso depende de si decide jugar sin miedo. Porque en política, como en la literatura, a veces el héroe debe elegir entre lo que es posible y lo que es justo. Jara puede quedar enterrada en el debate de baja intensidad o poner todo en una sola carta ofensiva. Y el reloj corre. Y los corazones —y los votos— se ganan en la calle.

Simón del Valle



Periodista
  1. Serafín Rodríguez says:

    A la derecha reaccionaria se la combate electoralmente con representantes ciudadanos creíbles, consecuentes e íntegros que propongan políticas públicas que atiendan de manera real, efectiva y eficiente a las necesidades sociales y económicas pendientes desde octubre del 2019 —el programa de gobierno, como le dicen.

    Desgraciadamente ni lo uno ni lo otro —los representantes ciudadanos creíbles, consecuentes e íntegros como tampoco las propuestas de políticas públicas en cuestión— parecen estar disponibles.

    Sólo están los mismos de siempre —o sus clones de nueva generación—, con más de lo mismo, también de siempre —,o la mentira y el engaño al pueblo trabajador en sus territorios…

    Así no se derrota a la derecha porque si se llega a ganar electoralmente, lo único que se logra es administrar sus intereses en concomitancia con ella. Ya van 35 años de ello y nada va a ser distinto dada la prostituída naturaleza de quienen integran la Unidad por Chile, la nueva versión ampliada de la Nueva Mayoría. Sólo entran algunas moscas nuevas atraídas por el manjar, pero la mierda sigue siendo la misma.

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