
FES: el nuevo sistema que busca enterrar el CAE y abrir un camino más justo en la educación superior
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Con 80 votos a favor, 51 en contra y 6 abstenciones, la Cámara de Diputados aprobó el proyecto que crea el Fondo de Educación Superior (FES), un nuevo instrumento de financiamiento que promete terminar con el modelo de endeudamiento que significó el Crédito con Aval del Estado (CAE). La iniciativa ahora pasará a segundo trámite legislativo, cargando consigo tanto las expectativas de un cambio histórico como las críticas de quienes ven en ella nuevas limitaciones.
El objetivo del FES es claro: garantizar el derecho social a la educación superior bajo un esquema más eficiente, responsable y justo. El mecanismo unifica los actuales sistemas de financiamiento —entre ellos becas, Fondo Solidario, créditos Corfo y CAE— y establece un diseño radicalmente distinto: no habrá bancos, avales ni intereses.
Un cambio de paradigma
A diferencia del CAE, el FES no generará una deuda formal para los estudiantes. Quienes accedan deberán matricularse en instituciones adscritas y comprometerse a retribuir al Estado una vez insertos en el mercado laboral, con aportes proporcionales a sus ingresos (hasta un 8%) y por un plazo máximo de 20 años. Estarán exentos quienes ganen menos de 7,5 UTM (cerca de $500 mil).
Además, el instrumento cubrirá la duración formal de la carrera más un año adicional, permitiendo un único cambio de carrera. Con ello, se busca dar mayor flexibilidad a trayectorias que hoy suelen verse frustradas por la presión financiera.
El ministro de Hacienda, Mario Marcel, defendió el proyecto como una respuesta responsable en términos fiscales, recordando que el CAE representa una carga “de enorme magnitud, que crece todos los años” y que junto con la gratuidad concentra casi la mitad del gasto público en educación.
Condonación y reorganización de deudas
Uno de los puntos más sensibles es la condonación de deudas del sistema actual. El texto contempla que sea voluntaria para deudores al día y obligatoria para quienes tengan garantía ejecutada. Además, quienes ya saldaron su CAE accederán a un beneficio tributario por hasta 20 años, con rebajas anuales de hasta 6 UF en el impuesto global complementario.
En paralelo, se dispuso un límite inicial de 80.000 cupos para el FES: 56.000 cubrirán el 100% del arancel regulado, 8.000 el 75% y 16.000 el 50%. Esta focalización busca ordenar la transición, aunque ya levanta dudas sobre su alcance real.
Defensas y críticas
Para sus defensores, la aprobación del FES marca un día histórico que responde a décadas de movilización estudiantil contra un sistema de endeudamiento abusivo. Parlamentarios como Emilia Schneider y Camila Rojas subrayaron que el CAE dejó a más de 1,3 millones de estudiantes atrapados en créditos bancarios con intereses desmedidos, un mecanismo que además significó un gasto público cercano a los 9 billones de pesos para sostener a la banca.
Desde esa perspectiva, el FES aparece como un sistema más justo y solidario, que asegura pagos proporcionales a los ingresos reales, con un tope claro y exenciones para quienes ganen menos.
Pero la oposición levantó fuertes reparos. Diputados como Diego Schalper o Francisco Undurraga criticaron que el proyecto no elimine del todo el CAE ni condone completamente las deudas. Otros cuestionaron que se mezclen en un mismo texto la condonación con el nuevo financiamiento, y advirtieron que la medida se parece más a un “impuesto” que a un crédito.
Señalaron además que un 40% de los estudiantes podría terminar pagando hasta 3,5 veces el valor de sus carreras en un plazo de 20 años, lo que mantendría la carga sobre los jóvenes. También alertaron sobre los riesgos para la sostenibilidad de las universidades con la eliminación del copago y la aplicación del arancel regulado.
Entre la justicia y la desconfianza
El debate sobre el FES no es meramente técnico: es político e ideológico. Para un sector, simboliza el cierre de un ciclo marcado por el endeudamiento estudiantil, un símbolo del Chile neoliberal que convirtió la educación en mercancía y a los jóvenes en clientes de la banca. Para otros, es un parche insuficiente que genera nuevas incertidumbres y que no responde plenamente a la promesa de gratuidad universal.
La discusión en el Senado volverá a tensionar esas visiones. Mientras, lo cierto es que el FES abre la posibilidad de un sistema que pone al Estado —y no a los bancos— en el centro del financiamiento. Una diferencia sustantiva que, de consolidarse, marcaría el inicio del fin del CAE y, quizás, de la educación como negocio financiero.





