
Cárceles y el progreso
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Debido a las próximas elecciones presidenciales, los proyectos de las candidaturas destinados a combatir la delincuencia, adquieren inusual notabilidad. Los hay para satisfacer los deleites más refinados. Nada al azarar. Se alega que construir más cárceles, resultaría una señal inequívoca, dirigida a enfrentarse a< este flagelo. Una por región, sería la panacea, y al cabo de un año, la delincuencia disminuiría. Imitar por ejemplo a Nayib Bukele, el temerario presidente de El Salvador. De una plumada, encerró a miles de delincuentes en una cárcel modelo, donde los internos vegetan, en medio de la promiscuidad. En su mayoría, jóvenes provenientes de las clases sociales desposeídas, sin educación ni trabajo, que viven en la calle, expuestos a ser encantados por el delito y la vida fácil. Enfrentados a la nada, a una sociedad que los segrega y desprecia, terminan por odiarla. Nayib Bukele se jacta de haber combatido la delincuencia en su médula y entrega cifras que lo avalan. ¿A costa de qué? ¿Construyó a cambio escuelas, viviendas u hospitales?
Desde siempre ha habido cárceles en nuestra sociedad. Reyes, tiranos e iluminados, se han valido de ellas, para encerrar a sus opositores. Además, a las concubinas en los serrallos, lejos del apetito carnal de sus adversarios. La literatura es pródiga en ejemplos de quienes sufrieron persecuciones y terminaron con sus huesos en abyectas cárceles y mazmorras, construidas en islas alejadas e inhóspitas, de donde es casi imposible evadirse. En nuestro país existen 43.731 islas, que bien podrían servir a este propósito. La mayoría permanece deshabitada. Ahora, si en el espíritu de quienes desean combatir la delincuencia apoyados en este ideario, bien podrían encerrar también a los mendigos en hospicios. A quienes, para subsistir, viven en la calle y se alimentan de restos de comida, que se arrojan a los contenedores de la basura. Limpiar las excrecencias cotidianas y entregar a cambio, una visión idílica de nuestra sociedad.
Ahora, si se desea completar este cuadro de bondades, debe realizarse a toda urgencia, el combate al comercio callejero. Afean y ensucian las ciudades, entregando una visión malsana. Ello, ha contribuido a la aparición de rucos, diseminados por todas las ciudades, donde se instalan a vivir familias completas. Sí, porque la modernidad, ha traído progreso de la mano de la miseria, que en otras épocas, permanecía oculta. Tiempo de esplendor unido a la miseria.
“Cárceles destinadas al progreso”, bien podía ser una adecuada propaganda, destinada a no herir a nadie. A servir de anzuelo a quienes ignoran por quién votar, el 16 de noviembre de 2025. A despejar tantas incógnitas a causa del desbarajuste de políticas desatinadas, hechas al tuntún. Convertir este año, en una época donde la sociedad despierte de su modorra centenaria y se atreva a impulsar un ciclo de progreso. Nada de medias tintas en el combate frontal. Como siempre sucede, hay quienes alegan que vivimos encarcelados en nuestro cuerpo y urge liberarnos. Otros, predican que el ser humano permanece sumiso en una sociedad, la verdadera cárcel, donde todos estamos cautivos.
Cual fuere la razón de semejantes incertidumbres filosóficas, las nuevas cárceles vendrían a ser la solución. Nada de libertinaje.
Walter Garib





