
Cuando la política se reduce a insultos: el riesgo de los bots de ultraderecha
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La política chilena enfrenta un terremoto digital. El reportaje de Chilevisión reveló la existencia de una red de bots ligada a la campaña presidencial de José Antonio Kast, diseñada para denigrar con insultos, mentiras y ofensas a sus adversarios. No se trata de un fenómeno nuevo: es la misma maquinaria comunicacional que en los últimos años impulsó el ascenso de figuras como Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil y Javier Milei en Argentina. La ultraderecha global ha hecho de las redes sociales y del anonimato su principal trinchera política.
En este terreno, la apelación a la libertad de expresión funciona como un argumento cínico: se invoca el “free speech” para defender campañas coordinadas de mentira y violencia virtual. Pero los bots no son personas; no piensan, no opinan, no ejercen un derecho. Son parte de una maquinaria “grande y pesada”, como quedó en evidencia en la investigación periodística, que apuntó directamente a Patricio Góngora, exdirector de programación de Canal 13, medio ligado al empresario Andrónico Luksic, el hombre más rico y poderoso de Chile.
Kast, el silencio y la mentira como respuesta
Frente a la revelación, la respuesta de Kast no fue aclarar, condenar ni distanciarse de estas prácticas, sino volver a mentir. Señaló que se trata de una operación de la izquierda y sugirió un vínculo familiar entre la candidata oficialista Jeannette Jara y el periodista Sergio Jara, de Chilevisión, algo que fue rápidamente desmentido por Julio César Rodríguez en Radio Bío-Bío. Se trata de la aplicación pura y dura de la máxima goebbelsiana: “miente, miente, que algo queda”.
Esta estrategia evasiva, sin asumir responsabilidades, ya es un patrón en la ultraderecha. Como señaló el experto en comunicaciones Cristián Leporati, el ego de Kast es tan grande como su torpeza política: si fuera inocente, habría condenado el uso de bots contra las candidatas; en lugar de eso, optó por difamar y victimizarse.
Una espiral de manipulación
El escándalo también destapó conexiones inquietantes entre las operaciones de estos bots y el ecosistema de encuestas. El mecanismo funciona como un círculo cerrado: las encuestas instalan nombres, los medios y las redes sociales amplifican los resultados, y los bots retroalimentan esa percepción en una dinámica que recuerda la teoría comunicacional de la “espiral del silencio”. El resultado es una distorsión sistemática de la conversación pública, donde la mentira y la manipulación se disfrazan de opinión ciudadana.
El rol de los medios
Otro aspecto alarmante ha sido la reacción de la mayoría de los medios de comunicación tradicionales, controlados por grupos empresariales afines a la derecha. Portales como La Tercera y Emol eliminaron rápidamente el tema de sus titulares, y periodistas de estos conglomerados han evitado presionar a Kast para que dé explicaciones. Tampoco ha hablado Luksic, pese a que su canal, Canal 13, aparece vinculado al escándalo a través de Góngora. En Chile, más que enfrentar los problemas, la costumbre es echarles tierra encima.
Una campaña envenenada
Las mentiras y los ataques digitales no son inocuos. Polarizan, enferman a la sociedad y profundizan la lógica binaria de la ultraderecha: los buenos contra los malos, donde estos últimos son siempre los mismos —“zurdos”, comunistas, feministas, mapuches, migrantes, LGTBI—, convertidos en chivos expiatorios de un relato de odio.
En este contexto, la campaña de Kast aparece cada vez más asociada al miedo, la seguridad represiva, el autoritarismo y el mercado desregulado. Un candidato sin programa ni propuestas de futuro, que se ampara en la manipulación digital para sostener su viabilidad electoral.
La respuesta de sus adversarias
La revelación de Chilevisión coincidió con un giro en la campaña de Evelyn Matthei, quien lanzó esta semana una nueva estrategia digital con críticas veladas, pero claras, a Kast. La exalcaldesa calificó sus propuestas como “soluciones simplistas”, “populismo” y “demagogia”, acusándolo de dividir a la sociedad en “buenos y malos”. Es la forma en que su comando busca marcar diferencias y desmarcarse del estilo polarizador del republicano.
Por su parte, la candidata oficialista Jeannette Jara emplazó directamente a Kast a “dar una explicación” y señaló que “estos bots no actúan solos, actúan coordinadamente y responden a los intereses de su candidatura”. También calificó como “gravísimo” el nexo entre Góngora y Canal 13, y denunció que ella y Matthei han sido sistemáticamente blanco de difamaciones digitales.
Una señal de alarma
El escándalo de los bots de Kast no es un episodio aislado, sino una señal de alarma sobre cómo se degrada la democracia en la era digital. Las campañas de odio, impulsadas por máquinas que no son ciudadanos, moldean la conversación pública, silencian voces críticas y erosionan la confianza en la política.
Lo grave no es solo el hallazgo puntual de un entramado de cuentas falsas, sino la forma en que la ultraderecha ha convertido el engaño en estrategia electoral y la mentira en práctica cotidiana. Con candidatos que se niegan a rendir cuentas, medios que callan y empresarios que miran hacia otro lado, la democracia chilena se encuentra frente a un desafío mayor: decidir si tolerará que su futuro se escriba a golpes de bots y trolls, o si será capaz de defender la verdad como condición mínima de la política.
Simón del Valle
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