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Kast instala el fantasma del fraude: la nueva estrategia de la derecha

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José Antonio Kast parece haber encontrado un nuevo eje para su campaña: la desconfianza. En apenas dos días, ha apuntado primero contra Francisco Vidal, recién renunciado presidente del directorio de TVN, y ahora contra Laura Albornoz, vocera de la candidata oficialista Jeannette Jara y miembro del directorio de Enap. En ambos casos, su acusación es la misma: que el gobierno intenta manipular las condiciones de la elección presidencial.

No hay pruebas, solo insinuaciones. Kast habla de un oficialismo “aferrado al poder con uñas y dientes”, de ministros que “usan la moneda de fondo” para insultar candidatos y de un Estado que interviene de manera ilegítima. El tono es claro: instalar la idea de que se avecina un fraude electoral.

Una estrategia inédita en Chile

Chile no tiene tradición de acusaciones de fraude en elecciones presidenciales. La confianza en el sistema electoral, administrado por el Servel y respaldado por una institucionalidad robusta, ha sido uno de los pilares de la democracia desde 1990. Lo que hoy hace Kast no tiene precedentes en la política nacional, pero sí ecos internacionales.

El discurso recuerda al de Donald Trump en 2020, cuando anticipaba un fraude antes de la elección y luego desconoció los resultados. También evoca las denuncias sistemáticas de Jair Bolsonaro en Brasil contra las urnas electrónicas, sin pruebas ni fundamentos. Kast sigue ese guion: debilitar la confianza en el proceso democrático para blindarse ante una eventual derrota.




El giro de la campaña

El objetivo es múltiple. Por un lado, instalar en sus bases una narrativa de persecución: si pierde, no será por falta de apoyo, sino porque “le robaron la elección”. Por otro, debilitar a la candidata del gobierno sembrando sospechas sobre su entorno y su legitimidad. La ofensiva contra Vidal y Albornoz es parte de esa lógica: convertir cada nombramiento o vocería en prueba de un plan oculto.

Kast repite que “esta será una campaña dura, llena de mentiras y difamaciones”. Sin embargo, es él quien inaugura el terreno de las sospechas, arrastrando la discusión desde los programas y propuestas hacia la paranoia.

La paradoja del discurso

El aspirante de ultraderecha denuncia intervencionismo mientras mantiene una maquinaria política aceitada, respaldada por think tanks y financistas que operan abiertamente en medios y redes. Apenas la semana pasada quedó expuesto por el uso de bots en redes sociales para amplificar sus mensajes. Hoy, busca cambiar de eje con un recurso clásico: acusar al adversario de lo que él mismo practica.

El riesgo democrático

La estrategia de Kast no solo erosiona al gobierno de turno, sino al sistema democrático en su conjunto. Al instalar la sospecha permanente, mina la confianza en las instituciones y prepara el terreno para un conflicto postelectoral. Lo que está en juego no es solo quién gane la elección de noviembre, sino la legitimidad del propio proceso electoral.

Kast ha decidido cruzar un umbral: traer a Chile la estrategia del populismo autoritario que ya se probó en Estados Unidos y Brasil. El resultado, en esos casos, fue polarización extrema, violencia política y debilitamiento institucional. En Chile, donde la democracia aún carga las heridas de la dictadura, jugar con el fantasma del fraude puede tener consecuencias aún más graves.



  1. Serafín Rodríguez says:

    Toda la elección presidencial es un fraude este año! Ningún candidato da el ancho ni el alto para ocupar el cargo al extremo de que resulta prácticamente imposible decidir quien es «menos peor», una clara muestra del patético estado de decadencia en que se encuentra la clase política chilena.

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