Poder y Política Portada

Un debate presidencial atrapado en el guion mediático

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 18 segundos

El primer debate presidencial televisado de la campaña 2025, transmitido anoche por CHV y CNN Chile, expuso con claridad los límites del escenario político chileno actual. A pesar de la expectación generada por la participación de ocho candidatos —entre ellos las figuras más competitivas como José Antonio Kast, Jeannette Jara, Evelyn Matthei y Franco Parisi—, el intercambio estuvo marcado por una preocupante superficialidad, una agenda impuesta desde los medios y una reiteración de propuestas de corte punitivo y conservador que dejaron fuera temas cruciales para el país.

Seguridad, inmigración y represión: la agenda impuesta

Desde el inicio, el debate quedó encajonado en los tres grandes ejes que han dominado el discurso mediático reciente: seguridad ciudadana, inmigración irregular y combate al narcotráfico. Si bien se trata de problemáticas reales que afectan a amplios sectores de la población, su tratamiento en el debate careció de matices, evidencias empíricas o proyecciones de política pública integrales. En su lugar, predominó una competencia discursiva por ver quién ofrecía la solución más dura o inmediata.

Los cuatro candidatos de derecha —Kast, Matthei, Kaiser y Parisi— coincidieron en propuestas autoritarias, muchas veces presentadas con tono alarmista: aumento de penas, expulsiones exprés, más cárceles, presencia militar en las calles y cierre de fronteras. Medidas que resuenan con una parte del electorado, pero que eluden las causas estructurales de los problemas que dicen combatir. En algunos casos, incluso, se asomaron visiones abiertamente discriminatorias y regresivas en materia de derechos humanos, como la defensa de Franco Parisi a la idea de colocar minas antipersonas en la frontera entre Chile y Bolivia. Esta aberración solo fue frenada por el candidato independiente Harold Mayne-Nicholls que colocó más sensatez al debate al declarar que es necesario «ponerle humanidad a las cosas que decimos, hay que tener mucho cuidado con el tema de las minas antipersonales».

Falta de profundidad y vacíos notables

Más allá de la forma, lo que estuvo ausente fue tanto o más relevante que lo dicho. El debate pasó de largo sobre temas sustantivos como la crisis climática y el medio ambiente —que no fue mencionado con seriedad por ninguno de los candidatos—, las reformas estructurales del modelo económico, la salud pública, el sistema de cuidados o la precarización del trabajo. Tampoco se abordó el acceso a la vivienda o la desigualdad territorial.




En las intervenciones de la mayoría de los candidatos, los diagnósticos se repitieron sin un desarrollo consistente. La ausencia de cifras, referencias concretas o propuestas sostenibles dejó la impresión de un debate de consignas, más pensado para redes sociales que para la ciudadanía informada. Las interpelaciones entre candidatos, que podían haber dado espacio a diferencias ideológicas o a la defensa de visiones alternativas de país, se centraron en ataques personales o en denuncias genéricas.

El desempeño de los candidatos: más estilo que sustancia

Jeannette Jara, candidata del oficialismo, buscó marcar diferencias ideológicas, sobre todo al denunciar el uso de redes de desinformación y bots por parte de sectores ligados a la derecha. Sin embargo, su intervención mostró vacíos técnicos en áreas sensibles como economía y empleo, donde fue cuestionada sin respuestas contundentes.

José Antonio Kast, fiel a su estilo, se mostró cómodo en el formato confrontacional, aunque evitó profundizar cuando fue emplazado sobre el financiamiento de campañas digitales o sobre los efectos sociales de sus propuestas. Evelyn Matthei buscó diferenciarse de Kast, proyectando una imagen más institucional, pero no logró establecer un relato propio. Franco Parisi, por su parte, recurrió a fórmulas efectistas y populistas, con poca conexión con el debate real.

Un espejo de la crisis política

El debate no solo reflejó la orientación de las campañas, sino también el empobrecimiento del debate público en Chile. Sujetos a la agenda de los grandes medios y atrapados en lógicas de corto plazo, los candidatos evitaron entrar en temas incómodos o menos rentables electoralmente. Mientras el país enfrenta desafíos de largo aliento, el primer gran evento televisivo de la carrera presidencial pareció más una disputa de marketing político que una instancia real de deliberación democrática.

Simón del Valle



Foto del avatar

Simon Del Valle

Periodista
  1. Serafín Rodríguez says:

    Toda esta elección es un fraude! Ningún candidato da el ancho ni el alto para ocupar el cargo al extremo de que resulta prácticamente imposible decidir quien es «menos peor», una clara muestra del patético estado de decadencia en que se encuentra la clase política chilena.

    En el fondo, lo que está realmente en disputa son los pitutos, los beneficios y prebendas que ofrecen los cargos políticos que de manera desvergonzada son incluso superiores a los de cargos equivalentes en algunos países desarrollados miembros de la OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Con todo, como bien afirma el dicho, no es culpa del chancho sino que de quienes lo alimentan. En este caso, una ciudadanía que es incapaz de generar sus propios representantes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *