
Coprolalia o palabras al viento
Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 49 segundos
Si usted a menudo dice obscenidades, sufre de coprolalia. Se trata de una patología de moda en nuestro tiempo de elecciones, cuando el lenguaje cotidiano, carece de las palabras adecuadas, dirigidas a zaherir. Expresar blasfemias al acabarse los argumentos, sean oportunas o no, revela carencia de imaginación. Es así, como la belleza de la locución, cede al facilismo o desenfrenada verborrea. A lanzar obscenidades a diestra y siniestra. Época de sapos y culebras, metidos en un costal. Toda esta observación semántica se realiza, al comprobar la pobreza de quienes mantienen una discusión. O escriben en los pasquines, cuyo objetivo es crear la sensación de caos. Solo pirotecnia dirigida a embaucar. Al acabarse los argumentos, se recurre a las blasfemias, muchas de las cuales ni siquiera el autor las conoce. Sean o no adecuadas de expresarse en ese momento. Es cierto que, a menudo se aconseja decir un oportuno garabato o una frase apropiada, a quien se convierte en una persona fastidiosa. “Quítame las manos de encima, miserable”.
En este período de turbulencias, previo a las elecciones presidenciales y legislativas, los amantes de la coprolalia, viven tiempos de ensoñación. Una retahíla de ejemplos avala nuestra inquietud, aunque se trate de una opinión aislada. A menudo, usted encontrará en la prensa vanidosa, palabras tildas de obscenas, escritas con la letra inicial. Las p y las haches reinan en el lenguaje. En este caso se trata de una grotesca censura, impuesta en la dictadura cívico-militar. Se quiere parecer educado a la antigua, pero en el fondo se oculta la desenfrenada gazmoñería. A menudo una palabra obscena, dicha en un contexto especial, vale más que un discurso. La poeta Stella Díaz Varín, apodada “la Colorina”, poseía un diccionario de palabrotas, que, en su boca provista de sensuales labios, más bien parecían pétalos de rosa. Caer en la maraña de sus expresiones, constituía un privilegio. Su ausencia, enluta la originalidad del vivir a contramarcha.
Aquella época gloriosa del lenguaje de doble sentido, se ha olvidado. En esta época de la Inteligencia Artificial, cualquiera expresa una palabrota, que, en infinidad de casos, ni siquiera conoce su significado. ¿Acaso importa, si son otros los que se dedican a pensar por uno? En la política actual, por norma gazmoña y deslavada, se observa el ningún encanto por hablar el lenguaje de aquella época, donde se ensanchaban las avenidas, y dar paso al hombre nuevo. Quedó en suspenso. Casi envuelto en el olvido y la censura impuesta por la traición. Entonces, surge la invitación de volver a utilizar ese lenguaje olvidado, provocador y generoso en su contenido, que hacía vibrar las ideas. Ajeno a la vulgaridad, al giro oportunista, adornado de serpentina y confeti. Llamado a recomponer la visión de un próximo futuro donde la generosidad comprometa nuestra visión de vida. No se trata de regresar al pasado. Ahora, han surgido nuevos horizontes y la mirada se ha ensanchado. Que aquellas palabras que en una época parecían altisonantes, provocadoras, regresen a nuestro vocabulario. La censura que impuso la dictadura de Pinochet y sus lacayos, aún permea nuestra visión de vida. Quisieron borrar la historia de una plumada. Ahora, sus hijos predilectos, que se amamantan con la leche de la traición y el oportunismo, continúan adorando al becerro de oro.
Walter Garib





