
Soberanía y dignidad: el gobierno responde al sometimiento de la derecha a Donald Trump en asamblea de la ONU
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En vísperas de la Asamblea General de la ONU, la política exterior chilena volvió a ser escenario de disputa. La ministra vocera de Gobierno, Camila Vallejo, fue categórica al rechazar los intentos de diputados de la derecha y la ultraderecha de condicionar la intervención del Presidente Gabriel Boric a los deseos del mandatario estadounidense, Donald Trump.
“Nos parece una falta de respeto a la dignidad nacional, a la soberanía nacional, que desde Chile algunos sectores políticos pretendan que la agenda internacional esté condicionada a los vaivenes o al gusto del presidente de un país ajeno”, señaló Vallejo. La frase resume una polémica que expone con crudeza una vieja fractura de la política chilena: la defensa de la soberanía versus el sometimiento servil a los intereses de Washington.
El intento de pautear al Presidente
La Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados discutió una propuesta liderada por Diego Schalper (RN), que pedía al Presidente Boric “representar exclusivamente los intereses de Chile” y “evitar confrontaciones que afecten la relación con otras naciones”. En la práctica, un intento de censura previa que buscaba acallar las críticas del Mandatario a la política exterior de Trump, disfrazadas bajo el pretexto de “defender la imagen del país”.
El proyecto fue rechazado por estrecha votación, pero dejó en evidencia la disposición de sectores de la derecha y la ultraderecha a hipotecar la soberanía nacional para alinearse con los intereses del republicano estadounidense. Parlamentarios como Cristián Labbé y Stephan Schubert fueron explícitos en acusar al Presidente de “gustos personales” y de arriesgar la estabilidad regional con sus palabras. La lógica es clara: Chile debe hablar con la voz que tranquilice a Trump, no con la suya propia.
Una política de Estado que trasciende gobiernos
Vallejo recordó que la política exterior chilena ha tenido, con excepción de la dictadura, una línea coherente de promoción de la democracia y los derechos humanos. Esa continuidad es lo que ha otorgado prestigio internacional a Chile en foros multilaterales. Pretender que la voz del país se subordine a la complacencia con un mandatario extranjero no solo desconoce la Constitución —que otorga al Presidente la conducción exclusiva de las relaciones exteriores—, sino que además degrada la política internacional a un ejercicio de servidumbre ideológica.
En contraste, Boric participará en Nueva York reafirmando los compromisos de Chile con la cooperación global y los derechos humanos. En ese marco se celebrará además la segunda versión de “Democracia Siempre”, una instancia que busca articular liderazgos progresistas frente al avance autoritario en la región.
Entre la dignidad y el vasallaje
Lo que está en juego es más que una disputa retórica. Cuando la derecha exige a Boric no incomodar a Trump, lo que pone de manifiesto es un proyecto político que asume como natural la subordinación de Chile a los intereses de Estados Unidos. Esa mirada no es nueva: recorre la historia de nuestra derecha desde la Guerra Fría, y hoy se actualiza en un contexto global marcado por la tensión entre democracias y populismos autoritarios.
Vallejo lo dijo con claridad: “La agenda de Chile, sobre todo en materia internacional, no la puede determinar un país extranjero, perdón, un mandatario de otro país”. La frase es también una advertencia: la dignidad y la soberanía nacional no son negociables, aunque algunos en el Congreso prefieran rendirle pleitesía a Trump antes que respaldar al Presidente elegido por los chilenos.
Simón del Valle





