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“Turbazo”

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Después de haber sido víctima de un “turbazo”, un ex juez de la república, manifestó: “Si yo hubiera tenido un arma para defenderme, le aseguro que no ocurre este asalto y tendríamos ahí dentro tres o cuatro muertos. Los chilenos deberían aprender a defenderse; lo demás es cobardía”. Le faltó agregar: sólo música. De semejante declaración bélica, se desprende que el ex juez posee una puntería excepcional, al haber abatido a los delincuentes, uno a uno. En este caso de justicia social, el señor magistrado portaba al cinto una pistola automática. Quizá con silenciador y así no perturbar la paz del hogar. Tan sagrada como la vida. ¿Cobardía por andar desarmado en una sociedad por norma respetuosa de la ley? El asunto se encrespa si nos ajustamos a sus belicosas palabras.

En el pueblo de Melipeuco, en cambio, un funcionario mordió en la oreja al señor alcalde y de cuajo le arrancó el pabellón. Nada de pistolas, dagas, ni armas arrojadizas. Dar dentelladas es una antigua costumbre de nuestra condición de carnívoros, después de haber sido frugívoros. O si usted prefiere, dar zarpazos al erario o a los recursos del fisco, con el objeto de conseguir un dinerillo extra, destinado a viajar por el mundo. Con o sin licencia médica. El recurso de antropofagia, practicado en Melipeuco, se convierte en novedad, si pensamos que en Chile no se conoce el canibalismo. De existir, lo trajeron los invasores europeos, de la mano de la Santa Inquisición. A nuestro país se le conoce por su hospitalidad y respetuoso de la paz social. Y esta mordedura a la oreja del alcalde, no la de Van Gogh, no sería otra cosa que un emboscado delirio de hostilidad. Ahora, surge un nuevo antecedente que viene a complicar el ataque a la oreja edilicia. El agresor acusa al agredido de hostilizar a su pareja. En buen chileno: “querer comerle la color”. Entre dimes y diretes, el asunto se embrolla y surge una trama de novela negra, donde los celos mandan. Al parecer, el edil posee brazos largos de cefalópodo y manos exploradoras, propias de quien ama al prójimo, es decir la intimidad, lo cual doblegó su temperancia.

Así, el agresivo juez del turbazo, cuya identidad se desconoce y el mordedor de orejas de esta crónica, desde sus belicosas posturas, han querido demostrar que la violencia, debe resolver cualquier entuerto. Nada de remilgos a la hora de la verdad. Este ex magistrado, ejemplar promotor de ojo por ojo, diente por diente, se empeña en hacer guiños a cierto candidato a la presidencia, para optar al cargo de Ministro de Justicia.

A partir del próximo año, si gana el señor K, todos deberíamos andar con pistola al cinto o en la sobaquera. Armarse en tiempos de turbulencias sociales, se convertirá en una general necesidad. Nadie se va a atrever a dar turbazos a diestra y siniestra o morder al prójimo. En el hogar, convendría tener una bazuca, cuya eficacia supere a la pistola. Nada de remilgos y consideraciones a la hora de defender nuestra sagrada vida. ¿Acaso la defensa propia no es legítima?  Tanta mortandad en épocas de turbulencia, da prestigio, cualquiera sea la razón de ella. No olvidar que existen países donde se veneran las armas de fuego y se convierten en fetiches, adoradas por quienes creen en Dios. Lo cual no produciría extrañeza, si en este juego macabro, a alguien se le ocurriera morder la epiglotis a un desprevenido ciudadano. En un mundo regido por las adversidades, hay que mantenerse alerta.




 

Walter Garib

 

 

 

 

 

 

 



Walter Garib

Escritor

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