
Chile frente al abismo: entre el freno a la ultraderecha y la compleja apuesta por Jara
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A menos de un mes de las elecciones presidenciales, Chile entra en un terreno decisivo. El 16 de noviembre, más de quince millones de votantes —esta vez bajo la obligación de sufragar y con multas significativas para quienes no lo hagan— definirán no solo quién gobernará los próximos cuatro años, sino el rumbo político del país por mucho más tiempo.
La disyuntiva parece clara: un triunfo de José Antonio Kast abriría un ciclo de ultraderecha en sintonía con lo que ya se ha visto en otros países del continente y del mundo, con mano dura contra migrantes, represión social y un programa económico de ajuste neoliberal extremo. Un eventual gobierno de Jeannette Jara, en cambio, aunque menos probable según las encuestas, significaría evitar ese escenario feroz, pero abriría a la vez un período extremadamente complejo para una izquierda debilitada, que gobernaría bajo asedio permanente de las élites, la oposición y los poderes fácticos.
La campaña oficialista: logros, propuestas y apatía
La candidata de Unidad por Chile ha intentado poner acento en dos ejes: mejorar los ingresos familiares y aliviar el peso de las cuentas básicas. La idea de un ingreso vital que permita llegar a fin de mes, junto a las promesas de rebajar las tarifas eléctricas, buscan conectar con la angustia cotidiana de millones de hogares. No es mucho pero es una propuesta.
Jara también reivindica dos avances de su gestión como ministra de Trabajo en el gobierno de Boric: la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales y la reforma previsional que incrementó las pensiones. Sin embargo, su campaña se percibe desanimada, con pocas banderas capaces de sacudir la agenda política o entusiasmar a los indecisos.
Una derecha fragmentada, pero con destino común
La disputa en la derecha es intensa en apariencia, pero poco relevante en lo estratégico. Evelyn Matthei representa al sector tradicional que habla de “blindar cárceles y fronteras”, mientras Kast encarna la ultraderecha abierta, con un discurso de cierre de fronteras, criminalización de la protesta y un guiño constante al empresariado.
Los roces entre ambos no deben engañar: en segunda vuelta, el bloque cerrará filas tras Kast antes que permitir el triunfo de una candidata comunista. La escena de la semana pasada en la Enade, donde Matthei dijo públicamente “perdonar” a Kast por la campaña de bots en redes sociales, es una señal nítida de esa convergencia.
El peso de los indecisos
El gran enigma son los millones de indecisos que aún no definen su voto. A diferencia de 2021, cuando Boric derrotó a Kast con un electorado voluntario, hoy la asistencia es obligatoria. Eso favorece a la derecha, como se vio en el plebiscito constitucional de 2022, pero tampoco es concluyente: el mismo electorado que rechazó la propuesta progresista también votó contra la constitución de la ultraderecha.
Esa masa ciudadana, sin militancia ni identificación ideológica fuerte, puede volcar la balanza en un sentido u otro. Y en este terreno, la capacidad de movilización y la claridad de los mensajes se vuelven decisivas.
Un camino difícil, pero no imposible
El último sondeo de Cadem situó a Jara en primer lugar con 29%, seguida de Kast con 24% y Matthei con 15%. Más atrás aparecen Johannes Kaiser (12%), Franco Parisi (9%), Harold Mayne-Nicholls (3%), Marco Enríquez-Ominami (1%) y Eduardo Artés (0%). La fotografía electoral muestra un escenario abierto, aunque marcado por la dificultad de que una candidatura de izquierda pueda sostenerse hasta una segunda vuelta y, desde ahí, enfrentar a una derecha que se unirá sin fisuras.
El desafío para Jara no es menor: deberá convencer al electorado de que no representa una mera continuidad de Boric, sino una alternativa propia, con capacidad de gobernar con firmeza en un contexto adverso. El riesgo de un gobierno acosado, con mayorías frágiles y con las élites económicas en contra, es evidente. Pero frente a la amenaza de un gobierno de ultraderecha, la apuesta por la candidatura oficialista aparece como el único dique real.
Entre la esperanza y el realismo
El campo popular debe asumir las dos caras de este momento. Por un lado, existe la posibilidad de sorprender, de que la candidatura de Jara logre articular un voto masivo de rechazo a la ultraderecha. Por otro, incluso en caso de triunfo, la izquierda gobernará en un escenario árido, marcado por la desmovilización social, el desgaste del progresismo y la ofensiva permanente de un bloque conservador que controla medios, parlamento y gran parte de la opinión pública.
Esa es la paradoja: votar por Jara no garantiza un camino despejado, pero sí evita que Chile caiga en la experiencia oscura de gobiernos reaccionarios que ya conocemos en la región. A menos de un mes de la elección, esa definición se vuelve urgente.
Simón del Valle





