
Fallece Alejandro Arellano, uno de los grandes artífices del periodismo popular chileno
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El periodismo chileno despide hoy a uno de sus estilos más emblemáticos. Ha fallecido Alejandro Arellano, periodista titulado de la Universidad de Chile y exsubdirector del diario El Clarín, medio que marcó una época bajo la dirección de Alberto “Gato” Gamboa entre 1961 y el cese de su edición el 11 de septiembre de 1973.
Durante aquella década dorada, El Clarín se consolidó como el diario más leído del país, llevando el lema “Firme junto al Pueblo”, con tirajes los fines de semana que llegaban a cerca de 500 000 ejemplares.
Una pluma ágil para titulares inolvidables
Arellano se ganó un lugar especial en la memoria colectiva del periodismo gracias a sus ingeniosos titulares, que se inscribieron entre lo mejor del periodismo chileno popular. Su estilo no era solo irreverente sino consciente de su conexión con el lector de a pie. En una prensa que apelaba al pueblo, Arellano entendió que informar también era comunicar con fuerza.
Represión, exilio y compromiso
Tras el golpe militar de 1973, Arellano sufrió el destino que muchos periodistas de esa generación: fue detenido cuando se intervino El Clarín, luego pasó por el campo de concentración de Chacabuco y finalmente se exilió en Australia. Allí continuó su ejercicio periodístico, esta vez por radio y colaborando con medios internacionales, mientras llevaban consigo el testimonio vivo de un país silenciado.
Saludo del diario que no deja de ser casa
Desde El Clarín expresamos nuestro profundo pesar por su partida y rendimos homenaje a quien fue —y seguirá siendo— parte esencial de nuestra historia. A la familia, amigos y colegas de Alejandro Arellano enviamos un saludo fraterno y nuestro compromiso de mantener viva la tradición que ayudó a forjar.
Descansa en paz, colega.






Felipe Portales says:
Y particularmente triste debe haber sido para él fallecer luego de que seis gobiernos de «centro-izquierda» se transformaron en «enemigos» de «Clarín», haciendo imposible que el diario pueda renacer en manos de los descendientes de su dueño -que fue despojado por la dictadura-, Víctor Pey, ilustre refugiado del «Winnipeg», barco cuyo viaje, con cerca de 2.000 españoles en los albores de la segunda guerra mundial, hizo posible Pablo Neruda.